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Trato a medianoche - por Ana Sosa

Nina caminaba sola por un callejón oscuro en mitad de la noche momentos antes de encontrarse con el traficante. Aquella parte abandonada y marginada de París era el lugar ideal para asuntos ilegales como el que ella se llevaba entre manos, además de ser la madriguera de mendigos y malhechores.
Por eso no se sorprendió demasiado cuando percibió pasos ajenos siguiendo los suyos.
Echó un sutil vistazo por encima de su hombro sin detenerse y vislumbró una silueta masculina siguiéndola de cerca. Volvió su vista al frente, se arrebujó en su abrigo y aceleró el paso. Llegó a una calle parcialmente iluminada donde, dadas las circunstancias y la hora, no circulaba nada ni nadie. Aquella sombra continuaba persiguiéndola.
Suspiró internamente, detuvo su andar y se giró hacia él.
—¡Hola! —saludó, sonriendo—. No, ni lo digas, sé exactamente lo que quieres —Se quitó el pequeño bolso que llevaba consigo y lo arrojó a los pies del delincuente juvenil—. No tengo celular ni tarjetas de crédito y no hay mucho efectivo, pero si un par de cupones para Mc Donald's; seguro y te alcanza para una hamburguesa. Ahora, si me disculpas, debo irme.
—No soy un ladrón —dijo él, arrojándoselo de vuelta—. Deberías saberlo, fuiste tú quien me citó aquí.
Nina enarcó las cejas, sorprendida. En la oscuridad y con su pésima memoria, no había podido reconocerlo después de haberlo visto solo una vez pero, luego de unas cuantas llamadas telefónicas, nunca podría olvidar voz. Fría y profunda, impropia de un chico tan joven.
—Ah, D, eres tú —dijo, aliviada de no tener que lidiar con un delincuente común—. Dime, ¿era necesaria la persecución?
—Tenía que asegurarme de que no fuera una trampa, no sería la primera vez que La Guardia intenta atraparme —dijo él—. ¿Para qué me citaste aquí?
—No te cité aquí, te cite allí —replico ella, frunciendo el ceño y señalando el edificio abandonado donde se llevaba a cabo el Lapsus de ese mes que, en ese momento, distaba a solo dos cuadras del lugar—. Se suponía que me esperaras dentro, junto a la barra, y no que anduvieras detrás de mí como si fueras un…
—¿Para qué? —repitió él, entornando los ojos.
Nina desabotonó el cuello de su abrigo para descubrir el fino collar que llevaba consigo. Una cadena de oro puro con un colgante en el cual se apreciaba una flor de cuatro pétalos, cuyas puntas agudas la mantenían unida a un círculo y, en el centro de éste, brillaba un rubí mediano.
—Necesito una piedra Ignis. Sé que puedes conseguirla.
D se acercó a ella, con la mirada fija en su cuello. Sobrepasaba su metro setenta por al menos siete centímetros, de modo que se inclinó un poco para examinar la autenticidad del oro. A su vez, ella movió la cabeza hacia atrás para proporcionarle una mejor vista al tiempo que agradecía no tener un escote del cual el chico se pudiera aprovechar. D tomó el colgante entre sus dedos, lo acercó a la boca y lo mordió. Nina se estremeció al sentir el cálido aliento del chico sobre su piel, contrastando con el frío de la noche. Quería apartarlo y entregarle el collar para que lo revisara muy lejos de ella, pero se contuvo. Había escuchado demasiadas historias sobre él para saber que no debía cometer la estupidez de entregarle nada hasta el momento del intercambio simultáneo. Después de unos segundos que le parecieron eternos, él se apartó de ella con una mirada seria y profesional.
—Sí, puedo conseguirla —dijo él—. Pero te costará más que eso.
—¿Estas bromeando? —Nina no podía creer lo que oía—. ¡Es oro de veinticuatro quilates con un rubí! ¡Un rubí!, ¿tienes alguna idea de su valor?
—¿Tienes alguna otra opción?
Nina apretó los dientes y los puños, conteniendo la ira. Era su trabajo, por supuesto que él sabía el valor de su collar y también era lo suficientemente perspicaz para darse cuenta de que ella estaba desesperada puesto que últimamente las piedras Ignis escaseaban.
—De acuerdo —dijo ella, descubriendo de mala gana su manga derecha—, te daré también este lindo brazalete a juego con el collar, ¿trato hecho?
Nina le ofreció la mano para cerrar el trato y rogó mentalmente que aquello fuera suficiente; no tenía nada más que ofrecer.
Al cabo de un momento de duda, él finalmente se la estrecho y ella observó que su mano derecha estaba cubierta por un mitón de cuero negro.
—Trato hecho.

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3 comentarios

  1. 1. Henar Tejero dice:

    Hola Ana: Las descripciones son acertadas y el uso del diálogo agiliza la acción, lo cual lo hace interesante.
    El tema es algo muy actual de hoy en día y quizás por eso nos lo imaginamos con facilidad, como si estuviéramos viendo una película.
    Puedo decir que me ha gustado, tanto en la forma como en el contenido.
    En cuanto a mi escrito, al poco de publicarlo aquí lo alargué un poco más. Pues tenía esa sensación que tu comentabas, como si hubiera sido muy escueta. Esta versión más larga te habría gustado más.

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 20:14
  2. 2. beba dice:

    Hola, Ana:
    Destacable el pulcro manejo del lenguaje, salvo detalles de construcción, como “pasos siguiendo” y “silueta siguiéndola”, que además de estar muy cerca, son gerundios usados como adjetivos, lo que no es correcto; debiera ser “pasos que la seguían” y “silueta que…”
    Muy buena la descripción, y un argumento prometedor.

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 23:49
  3. 3. María dice:

    Me ha gustado muchísimo. Ni una sola falta y muy bien escrito. Me he quedado con ganas de seguir leyendo más y espero que nos den la oportunidad de continuar este relato para poder leer el tuyo.
    Si quieres pásate por mi blog: inefable.blospt.com.es
    Saludos

    Escrito el 22 febrero 2016 a las 20:24

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