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La vaca de Gabriela - por Féli Eguizábal Fernández

No pensaba abrir la puerta. Prefería seguir evocando sus recuerdos.
“Había sido un despiste, dio un traspié y rodó varios metros pendientes abajo. Quedó tendida boca arriba, aterrorizada y sin resuello.
No podía levantarse. El pié estaba hinchado y le dolía tanto que no podía andar. Con un gran esfuerzo se sentó en una piedra acorde a sus posaderas y sin poder pensar, se quedó mirando a lontananza.
De tanto en tanto gritaba: “Auxilio”… “socorro”… pero el eco devolvía sus lamentos, haciéndola ver que estaba sola en la nada.
Había salido a disfrutar del paraje tan verde y florido que ofrecía las laderas del pirineo navarro. Caminaba absorta, abandonada a sus recuerdos, y se había alejado de su casa tanto, que no la divisaba a pesar de la altura que había alcanzado en el recorrido. Había cruzado un barranco, “nunca cruces el barranco, si no quieres perderte” le habían dicho sus vecinos. ¿Qué hora sería? Eran las tres de la tarde cuando salió a caminar, y ahora el sol cruzaba la línea del horizonte. Anochecería en breve y tenía miedo. Una ráfaga de aire ligeramente frío arrancó su sombrero y la melena bamboleó desenfadada.
Aterida de frío en medio de la noche, notó como unos enérgicos brazos la levantaban en volandas, recorrían el sendero a paso ligero y seguro. «No tenga miedo señorita, soy un hombre de bien» —le susurraba más que decía al oído.
El cálido aliento que llegaba a su cuello y mejilla la envolvió en una nube de algodón y cuando quiso darse cuenta, habían pasado tres meses”…
Tres golpes de picaporte más contundentes que los anteriores la devolvieron a la realidad. A Engracia le dolía el pié y no tenía el bastón cerca. Contrariada, se acercó a la pared arrastrando su pierna, cogió la cachaba y abrió el portón. Una ráfaga de aire frío metió en la casa las hojas secas recién caídas, que cubrían el patio.
—¡Vengo a buscar trabajo!
Las palabras de un niño, firmes como las de un hombre, martillearon su cerebro, somnoliento todavía.
—Quién eres, de dónde vienes? —preguntó Engracia, recuperada del sobresalto.
—Mi nombre es Jaime. Jaime Alcalde y soy de Burguete. Paulino me ha dicho que en su granja tiene trabajo de sobra.
—Es verdad. Mi marido no está pero entra —dijo haciéndose a un lado de la puerta. Esperaremos a que venga mientras nos damos a conocer.
—Gracias señora —dijo el niño mientras entraba temblando de pies a cabeza.
Engracia le ofreció un vaso de leche caliente y pan con mantequilla que ella misma elaboraba. Jaime comía con fruición mientras escuchaba atento la disertación de la mujer, que se la veía a todas luces deseosa de hablar con alguien.
—…Y así es como conocí a Hilario. A los tres meses de conocernos y vivir (en pecado, decían los del pueblo) juntos, me convirtió en su esposa. Diez años hace de eso. He aprendido todo cuanto se necesita para gobernar la casa, la huerta y la granja, mientras mi marido pastorea las vacas entre los montes.
—Qué historia tan romántica –dijo Jaime. Mis padres vivieron un romance parecido al suyo pero sin montes ni vacas.
—Aprenderás. Este oficio no tiene misterio. Requiere constancia y sacrificio. Madrugarás en verano, pero no en invierno. Te acostumbrarás y como el camaleón, te adaptarás a todos los cambios con la ayuda de la vaca de Gabriela —mi suegra, quien me enseñó todo. —explicaba la mujer mientras limpiaba la mesa.
Entrada la noche, llegó Hilario cansado y hambriento. Mientras devoraban el potaje navarro que Engracia había preparado y que hizo revivir al marido, éste se interesó por el mozalbete que engullía la comida con verdadero deleite
—Tienes cara de espabilado. Me gustas, y llegas en el momento oportuno.
—Gracias señor, aprenderé y trabajaré duro. No le defraudaré
—Mi espalda se resiente cada día más, y Engracia sufre con su pierna. Se le quebró en la primavera de 1934. Se la entablillé como hacía con las vacas pero, para cuando la vio el médico, se había formado un callo óseo que no tuvo remedio.
La vida del matrimonio cambió rotundamente. Jaime realizaba las tareas más duras de Hilario, y las más pesadas de Engracia, y entre unas y otras acompañaba a la mujer, que continuaba contándole sus obras y milagros; hacían mantequilla, jugaban al ajedrez, compartían lectura, o cuidaban el jardín.
Una tarde, cuando regresaba de la huerta, oyó la voz de Engracia enérgica y temblorosa a la vez
—¡Jaime, ha llegado una carta de Burguete!

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6 comentarios

  1. 1. Vespasiano dice:

    Hola Feli:
    Aquí estamos de nuevo en la brecha, leyéndonos y procurando sacar lo mejor de cada relato.
    Este tuyo me ha parecido una bonita historia de cariño y respeto entre una pareja de campesinos que por la fecha marcada, intuyo que quieres hacernos entender que la misma se desarrolló durante el tiempo de la República; donde no había la asistencia sanitaria suficiente y competente como para evitar la calcificación de sus huesos.
    Con relación al reto pienso que queda claro que el recibimiento de la carta va a traer a esa familia alguna noticia que va a alterar la vida pacata que tenían.
    Con relación al texto he visto alguna cosilla que me ha llamado la atención. Vamos a ello:
    “Se le quebró en la primavera de 1934. Se la entablillé como hacía con las vacas…”. Creo que debe ser: “Se la quebró…” de la misma manera como dices después: “Se la entablillé”.
    Me ha parecido extraño lo de “jugar al ajedrez” en aquellos años donde no creo que hubiera muchas oportunidades de estudiar y aprender ese juego. Pero bueno, es una apreciación muy particular y no tenía porque ser igual en todos los pueblos de la península.
    Me ha gustado el relato por su sencillez y por reflejar aspectos de la geografía y gastronomía de Navarra.
    Felicidades.

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 17:00
  2. 2. Féli Eguizábal Fernández dice:

    Hola Vespasiano, como bien dices, aquí estamos leyéndonos y disfrutando de nuevo.
    Llevas razón en el lequeismo en el que a veces fallo “Se le quebró en la primavera de 1934” Deberia ser “Se la quebró”.
    Lo del “juego del ajedrez” ocurre diez años mas tarde. en 1944 que es cuando ocurre la llegada del niños. La mujer del relato procede de una familia rica y acomodada, y en toda su vida no habia tenido que hacere otra cosa que instruirse (con las limitaciones de ese tiempo para las mujeres) pero se trata de una mujer, inteligente, trabajadora etc.. como demuestra el desarrollo que ha tenido durante esos diez años que se refleja en el capítulo.
    Sin duda, Navarra es mi predilecta, aunque desgraciadamente no la conozco tan bien como quisiera. Je Je Je.
    Voy a pasar por tu relato, y nos seguiremos leyendo y comunicando. Un abrazo y gracias por tus palabras tan alagüeñas.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 10:07
  3. 3. Cryssta dice:

    Hola Féli, el principio para mí cumple con lo que se pedía en el taller y en general el capítulo está bien escrito.

    En cuanto a los mejorables te diré que:

    -“pie” no lleva tilde
    -“sin poder pensar” va entre comas
    -“¡Auxilio!…¡Socorro!…”
    -creo que estaría mejor decir “del paraje verde y florido”
    -en “le susurraba más que decía al oído” te ha faltado decir quién susurraba
    -“se acercó a la pared arrastrando la pierna” ya sabemos que arrastra “su” pierna, no la de otro
    -“¿Quién eres? ¿De dónde vienes?”
    -tras “Mi marido no está” va una coma
    -“atento a la disertación de la mujer, a la cual se veía…”
    -el trozo en el que habla Jaime diciendo “¡Qué historia tan romántica!, etc. no me parece dicho por un niño, me parece dicho por alguien más mayor y del genéro femenino y no es porque los hombres no puedan ser románticos sino porque en esa época no lo demostraban de esa manera
    -da la sensación que la vaca de Gabriela es la suegra, repasa el trozo en el que se habla de la vaca y de la suegra
    -dices “se había formado un callo óseo”, yo quitaría lo de “óseo” pues me parece demasiado técnico, más propio del lenguaje del médico que el del granjero
    -antes de “La vida del matrimonio cambió…” iría mejor algo como “Tras la llegada de Jaime la vida del matrimonio cambió…” para no hacer tan brusca la transición de un tiempo a otro.
    -sí que choca lo del ajedrez, la explicación que le has dado a Vespasiano también deberías incluirla en el texto de alguna manera

    En cuanto al final a mi entender también has cumplido con el reto.

    Por cierto “La vaca de Gabriela” ¿es el título del capítulo o de la novela? a mí me parece más el título de un cuento.

    Espero haberte ayudado. Un abrazo.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 12:36
  4. 4. Cryssta dice:

    ¡Ah! sobra la coma tras “las hojas secas recién caídas”

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 12:37
  5. 5. Nuria dice:

    Hola Féli! El comienzo de la narración, que personalmente me parece una parte muy importante del texto, me ha gustado la técnica que usaste ya que luego remontas a un momento pasado de la vida de la protagonista.

    – En: “Quién eres, de dónde vienes? te faltó la interrogación del principio, aunque supongo que habrá sido un despiste.

    – “Pié” no lleva tilde.

    Por lo demás todo genial. La intriga que dejas al final de la misteriosa carta que ha llegado incita al lector a querer leer más.

    Espero que te haya servido de ayuda. Un abrazo

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 19:46
  6. 6. Féli Eguizábal Fernánadez dice:

    Hola Cryssta y Nuria, Me ha encantado vuestra visita a mi trabajo y las criticas constructivas que me habeis hecho. Quiero lo primero disculparme por haber tardado tanto en contestar. Han sido motivos personales y familiares que me han impedido continuar con esta labor tan gratificante. Os agradezco enormemente vuestro interés y correcciones, que ipso facto voy a poner en práctica y corregir todo lo que me habeis señalado. Tambien voy a pasar por vuestros relatos para tener el gusto de leerlos y disfrutar con ellos. Nos leemos.

    Escrito el 14 marzo 2016 a las 11:34

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