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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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RESURGIR - por JOSE VICENTE PEREZ

La lluvia caía sin cesar, empapando cuerpos y estados de ánimo. Nunca resulta agradable asistir al entierro de un ser querido, pero si además acompaña un aguacero insistente y molesto, la experiencia se hace aún más difícil.
En esta situación me encontraba yo, aquella desapacible mañana de febrero, cuando nos reunimos unos pocos allegados para darle el último adiós a Clara.
La estuve llorando durante su larga enfermedad, la noche en que murió y al día siguiente. Por eso ahora, tiritando de frío, ya no quedaban lágrimas que soltar. O es que éstas se confundían con las gotas de lluvia. No sé. Solo recuerdo que por un momento la monótona voz del cura se quedó en off, y la cabeza empezó a evocar una escena parecida vista en una película. La imagen del entierro de Ava Gadner en “La condesa descalza”. Me sentí igual que Bogart, calado hasta los huesos y con una tristeza infinita.
Volví a la realidad por un momento y miré a mis suegros. Él, con la confusión pintada en el rostro. Perdido y sin dar crédito que estaba enterrando a su primogénita. Ella, calculadora. Sin dejar de escrutarme el rostro en busca de vaya usted a saber que expresión o sentimiento.
El apretón de una mano en el brazo derecho, me sobresaltó. Javier, editor y fiel amigo me miraba gravemente.
—Es hora de irnos, Daniel. Anda, vamos al coche, que vas a pillar una pulmonía.
Era cierto. En tal estado de melancolía, apenas pude acordarme de coger una gabardina, que ahora estaba empapada y se pegaba a la piel como un sudario.
Dejé llevarme por Javier, e intuí un pequeño roce con mi suegra. Discreto, sin levantar la voz, la disuadió de acompañarnos a casa para, supongo, empezar a revolver en armarios y cajones.
Ella frunció el ceño, contrariada. Aunque se mantuvo al margen. Su marido, mientras tanto, seguía impertérrito ante la lápida de Clara.
Ya en el coche, Javier me observó durante un instante, calibrando el estado de su representado.
—No creo que te convenga ir a casa, por el momento ¿Qué te parece si vamos hasta la playa y paseamos? Parece que no tardará en aclarar.
Asentí. No me atraía la idea de encerrarme en casa, abrumado por la presencia de Clara por todas partes. Abroché el cinturón arrellanando el cuerpo en el asiento, cerrando los ojos.
Mientras el coche abandonaba el cementerio, escuché algún comentario de Javier, recibiendo el pésame de las personas que bajaban andando por la calzada de gravilla.
Una vez alcanzadas las afueras, el coche tomó velocidad y sentí mejorar el ánimo. Logré un rato de tranquilidad ayudado por el respetuoso silencio de mi compañero. Al cabo de lo que parecieron horas, el coche disminuía la velocidad, y abrí los ojos. Avanzábamos por el estrecho camino de acceso a la playa.
Unos pocos surfistas, ajenos al mal tiempo, cabalgaban por las olas, cual hormigas entre la mar picada.
Descendimos y empezamos a caminar, aún en silencio. Fue Javier, como siempre, quien tomó las riendas de la conversación.
—Te vendría bien alejarte de la ciudad durante un tiempo. Mi casa de verano está vacía ¿Por qué no te vas unos días? Podrás descansar y retomar la escritura a la vez.
—No podría escribir una sola palabra —dije negando con la cabeza. No hasta que consiga asimilar todo lo que ha pasado.
Javier miró el mar verdoso y tanteó el espinoso tema que llevaba tiempo intentando abordar.
—Oye, Daniel. Hace dos años que no publicas nada, ni parece que tengas proyecto alguno. Puede ser terapéutico retomar el trabajo.
—Ya te he dicho que en estos momentos estoy bloqueado —contesté con aspereza. Te agradezco tu apoyo durante estos últimos tiempos, pero no me presiones, por favor.
Javier siguió mirando un momento hacia las olas encrespadas y por fin, lanzó un suspiro conciliador.
—Está bien. Hablaremos del tema más adelante. Anda —me empujó suavemente. Vamos a tomar un café que me estoy quedando duro.
De vuelta a casa, comenzó una travesía en el desierto. Las llamadas se acumulaban en el contestador. Amigos preocupados por el nuevo viudo. Pero ninguna con ideas para volver al trabajo. Comía en un bar cercano, atiborrándome de bocadillos y ensaladas.
A los siete días del entierro, a la vuelta del almuerzo en un pequeño café del barrio, me tumbé en el sofá a echar la siesta.
El piloto rojo del teléfono parpadeaba subyugante. Pulsé el botón y tras el pitido, una voz de entre los muertos, reclamaba una cita.

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5 comentarios

  1. 1. Rita dice:

    Antes de dar mi opinión tengo que decirte que tienes varios errores de puntuación. Te señalo alguno para que puedas mejorar 😉
    En primer lugar, las locuciones conjuntivas o adverbiales, sea cual sea su posición, van precedidas y seguidas de coma: “Solo recuerdo que por un momento la monótona voz del cura se quedó en off”. Debería estar escrito así: “Solo recuerdo que, por un momento, la monótona voz del cura se quedó en off”. Y algunos más, de locuciones adverbiales. Deberías revisarlo.
    Tienes algunos errores más respecto a la coma: “El apretón de una mano en el brazo derecho, me sobresaltó. Javier, editor y fiel amigo me miraba gravemente”. Debe escribirse así: “El apretón de una mano en el brazo derecho me sobresaltó. Javier, editor y fiel amigo, me miraba gravemente”. En el primero no hay coma y éste último es un inciso, por lo que debe ir entre comas; “Abroché el cinturón arrellanando el cuerpo en el asiento”. Debe ponerse coma delante de gerundio: “Abroché el cinturón, arrellanando el cuerpo en el asiento”. Me he fijado que son fallos aleatorios, a veces pones la coma; otras, no. Te aconsejo que seas más cuidadoso con la coma. Es importante tener una escritura limpia en la literatura. Como consejo, prueba la lectura en voz alta. La mayoría de las veces cuando hay una pausa es porque debe llevar coma. Pero ojo, no siempre es así, Por lo que tienes que tener esto muy claro.
    También la presentación es importante, sobre todo, cuando se trata de un diálogo, para no confundir al lector: “—Ya te he dicho que en estos momentos estoy bloqueado —contesté con aspereza. Te agradezco tu apoyo durante estos últimos tiempos, pero no me presiones, por favor”. El guión largo debe volver a abrirse cuando habla un personaje, sin dejar espacio entre ella y la última palabra: “—Ya te he dicho que en estos momentos estoy bloqueado —contesté con aspereza. Te agradezco tu apoyo durante estos últimos tiempos, pero no me presiones, por favor”. Así: “—Ya te he dicho que, en estos momentos, estoy bloqueado —contesté con aspereza—. Te agradezco tu apoyo durante estos últimos tiempos, pero no me presiones, por favor”. He visto que te pasa, al menos, un par de veces, así que ten cuidado.
    Y, por último, en éste último tienes un par de errores de coma y otro de guión largo: “—No podría escribir una sola palabra —dije negando con la cabeza. No hasta que consiga asimilar todo lo que ha pasado”. La forma correcta es ésta: “—No podría escribir una sola palabra —dije, negando con la cabeza—. No, hasta que consiga asimilar todo lo que ha pasado”. Éste último debe llevar coma porque el verbo principal está omitido y la coma lo sustituye. Los otros dos errores ya te los he comentado anteriormente.
    Si aplicas estos consejos, la lectura será más amena para el lector.
    Espero que esta diatriba te ayude 🙂
    Y, ahora, mi opinión:
    Tengo que decir que, en un principio, esta historia no me ha llamado mucho la atención. Aunque está bien ambientado y conseguido el efecto de tristeza y melancolía. El personaje da sensación de entrar en un sopor profundo, lo cual hace que el lector empatice con él. Esto es un punto a favor, puesto que los que leemos la escena podemos identificarnos con el protagonista. Pero lo que realmente me ha llamado la atención ha sido el final. Con esa última frase has dado un giro sorprendente a la trama que no esperaba. Me has dejado con ganas de saber qué ha pasado; qué va a pasar. ¿Se habrá vuelto loco? ¿O realmente será ella? Invitas a seguir leyendo. Y esa es la clave para mantener a los lectores: la intriga. Me sorprende que no hayas incluido tu relato en el reto. Mi enhorabuena por lo conseguido 😀
    Aprende de tus errores y sigue con tus puntos fuertes.
    Gracias por tu relato 🙂
    P.D.: ¿Qué significa “quedarse duro”? Es que nunca había escuchado (leído) esa expresión. Supongo que será de tu lugar de origen xD Por el contexto deduzco que se refiere a que tiene mucho frío. Yo suelo utilizar “me estoy congelando”. A no ser que haya deducido mal jaajja

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 20:35
  2. 2. Crispín Silva Muñoz dice:

    Me gusta mucho la expectativa que deja la última frase. Invita a seguir leyendo. Te felicito.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 12:54
  3. 3. JOSE VICENTE PEREZ dice:

    Gracias Rita y Crispin por vuestros comentarios. A Rita, por ser más extensa, te agradezco las correcciones. Lo tendré en cuenta a partir de ahora. Este relato es parte del primer capítulo de una novela que escribí hace un par de años y que se ha quedado en el cajón. Por eso, sabiendo lo que ocurre luego, me encantan vuestros comentarios. Nada de quedarse modorro el personaje. Le toca investigar un asunto de familia que le trae loco ¡Ja, ja!Lo de “quedarse duro”, en Bizkaia quiere decir lo que apuntas, Rita. Estar congelado. Abrazos.
    Josevi

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 17:16
  4. 4. Rita dice:

    Gracias, Jose, por la aclaración 🙂 Nunca está de más aprender algo nuevo.
    En cuanto a tu novela, creo q no estaría mal sacarla de ese cajón después de esos dos años guardando reposo. Estoy segura de que será una gran historia.
    Mucho ánimo 😀

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 20:50
  5. 5. Caro dice:

    Hola, Jose Vicente.

    Lo que más me gusta de tu relato es que has sabido impregnarlo de la confusión y el gris que siente el protagonista ante la muerte de Clara. Creo que es difícil reflejar bien los sentimientos sin que quede demasiado artificial y tú lo has hecho bien. Además, coincido con los demás en que la frase final es el punto de sal perfecto después de algo tan sombrío.

    Saludos!

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 13:57

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