EL VISITANTE NOCTURNO - por APMB

Los últimos rayos de sol empiezan a abandonar el valle y Tarbh se apresura para llegar a la pequeña cabaña en la que vive. Le aterran los espíritus que, según le contaba su tío, escapan del más allá por la noche y vagan por la tierra buscando almas. Aun resollando, cierra la puerta y la atranca con una gran biga. Después enciende la chimenea y un par de velas. Su tío también le contó que los espíritus temen la luz y nunca se acercaran donde arda una llama. Por fin puede respirar tranquilo. Unos golpes secos en la puerta le devuelven la intranquilidad. Preferiría ignorarlos pero la curiosidad es más fuerte. A través de un pequeño agujero en la madera a penas divisa una sombra alargada. Termina por ceder a la tentación y abre.

Entonces le cae encima un hombre herido e inconsciente como si se tratara de un árbol derribado. Cuando consigue salir de debajo de aquella mole, la arrastra hasta el jergón. Con sus rudimentarios conocimientos, transmitidos también por su tío, intenta curar al desconocido. Es la primera vez que cura a un ser humano y aguarda impaciente hasta que el enfermo despierta. Su nombre es Gabriel pero no tiene tiempo para charlar, tiene prisa por llegar al vecino monasterio de Maol Ross donde debe llevar un mensaje. Intenta levantarse pero el dolor es más fuerte y se deja caer sobre el jergón. Tarbh no cree que Gabriel deba viajar en el estado en el que se encuentra y consigue convencerlo de que pase la noche en la cabaña.

Al calor de la lumbre, Gabriel le relata a Tarbh sus viajes por el mundo, los países exóticos que ha visitado y las personas que ha conocido. El joven escucha con atención, desde la muerte de su tío, el invierno anterior, nadie le había hablado de historias fantásticas. Poco a poco el mensajero va sembrando en Tarbh el deseo de viajar, de salir de aquel valle y de ver el mundo. Quiere acompañarle en sus andanzas y aquello coge a Gabriel por sorpresa. No, de ninguna manera, él viaja sólo, no necesita escuderos. El joven es más insistente y además le debe la vida. No puede mostrarse desagradecido así que acaba cediendo. Está bien, Tarbh podrá acompañarle hasta Maol Ross y después ya verán. Con esa promesa, el cansancio les vence poco a poco y se duermen.

A la mañana siguiente Tarbh despierta con la sensación de que aquel día no va a ser como otro cualquiera. Entonces lo recuerda y la ilusión de empezar una nueva vida le embarga. Gabriel debe dormir todavía porque en la penumbra puede reconocer su figura debajo de la manta. Se abalanza sobre el jergón para despertarle y es cuando nota que algo no anda bien. Al retirar la manta, descubre en su lugar unos sacos rellenos con heno. ¿Dónde se ha metido Gabriel?

Sale de la cabaña y tampoco lo encuentra. Poco a poco va comprendiendo que el desconocido le ha engañado y se ha ido sin él. Se siente burlado y furioso. Son sentimientos que nunca ha conocido y no sabe qué hacer. Decide caminar por el bosque y al llegar a un claro, se fija en un grupo de cuervos que, a lo lejos, se encuentran reunidos. Nunca le han gustado aquellos pájaros, traen mal agüero así que les lanza una piedra para que se vayan. Los cuervos echan a volar y entonces lo descubre, el cuerpo sin vida de Gabriel, sobre las hojas muertas, desangrado por una herida que no llegó a curarse y siendo pasto de los cuervos. La furia deja paso a la piedad y con mucho cuidado lo devuelve a la cabaña, lo limpia y se dispone a darle sepultura detrás de su casa, en el mismo lugar en donde descansa su tío.

Más tarde, rebuscando en la bolsa de Gabriel, encuentra un pergamino. Lo despliega sobre la mesa pero es incapaz de leerlo. Su tío nunca le llegó a enseñar el significado de aquellos símbolos. Sin embargo sabe que el mensaje debía llegar al monasterio de Maol Ross con urgencia y una idea empieza a ganar espacio en su mente. ¿Y si? Parece una locura pero se convence, si el mensaje no es entregado, el espíritu de Gabriel nunca podrá llegar al más allá y estará condenado a vagar en aquel valle para siempre. Así que decide entregar el mismo el mensaje. Al alba del día siguiente empieza su propia aventura.