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Enganchando al lector desde la primera página" - por Yolanda

Posible comienzo de un libro.

Aquí estoy, en la planta de Neurología de este hospital, ingresada desde hace una semana debido a una extraña enfermedad que ha dejado paralizadas mis manos y mis piernas. Después de un novedoso tratamiento, los médicos han prescrito otro mes, entre estas cuatro paredes, para iniciar la rehabilitación. Y yo no puedo dejar de pensar que éste no es sitio para una chica de 17 años, un 14 de agosto cualquiera.

Mis padres me miran indecisos. Teníamos programado un viaje que comenzaba mañana, pero ellos saben lo que yo no quiero ver: que mis piernas no se mueven todavía y que la recuperación necesita de fisioterapeutas que vuelvan a enseñarme a caminar. A pesar de todas sus dudas, dejan que sea yo quien tome la decisión. El doctor “Ángel de la Guarda” pregunta por el destino de la aventura. “¿Andalucía?. A ver María, si no sales de España podemos plantearnos darte el alta. Al fin y al cabo, vas a estar cerca de hospitales conocidos en caso de problemas y con nuestro informe en la mano podrían atenderte igual. ¿De verdad que quieres eso?. No creas que no te entiendo. Pero ten cuidado con el rebujito, ¿eh? Que el alcohol no te conviene nada. Si quieres, ya empezaremos la rehabilitación en Septiembre”. La profundidad de esos ojos azules, inquisitivos y comprensivos a la vez, no se me olvidará nunca.

Salen todos de la habitación y supongo que detrás de esa puerta se está hablando de precauciones y cautelas, precisamente de las cosas que yo no quiero oír, ni sentir. ¿Como es posible que hace solo una semana estuviera en la montaña con mis amigos en acampada nocturna y cogiendo una buena borrachera? ¿Cómo es posible que hace solo un mes estuviera en Gambia, ayudando como voluntaria en un colegio?.

¡Gambia! ¡Que experiencia!. Una experiencia que afronté en solitario y sin saber qué o quién iba a encontrar. La idea del voluntariado me pareció excitante cuando me comprometí en abril y compramos el billete de avión para estar en Serekunda el mes de julio. Entonces, aún tenía la esperanza de que podría convencer a algún amigo para que se animara a acompañarme. No ocurrió. Mi concepto de vacaciones solidarias no era compartido por la gente con la que me movía.

Al final llegó el 1 de julio: mi avión salía de Barcelona a las 8 de la tarde y, aún en mi dormitorio recién levantada, con la maleta sin preparar, me acosaron todos los miedos. ¿Qué cosas le podían pasar a una chica blanca, con una larga melena rubia, menor de edad y completamente sola, en un país tan africano y, para más datos, musulmán? Sí, era verdad que el eslogan decía que Gambia es la sonrisa de África, que la amabilidad de su gente es reconocida y también era verdad que había recibido, el día anterior, un mensaje de Alex Boy Sanneh asegurando que estaría esperándome en el aeropuerto a mi llegada, para llevarme a mi alojamiento. ¿Quién conocía a ese Alex? ¿Qué tipo de persona sería? ¿Edad? Y esa enfermedad maldita que acechaba en Senegal, Guinea y Sierra Leona, el Ébola. ¿No eran demasiados riesgos?.

El calor de lo conocido invadió mi cuerpo y mi espíritu y durante unas horas me dejó paralizada. Suele ocurrirme ante la inminencia de los retos, del mismo modo que reacciono, sin remedio, ante la amenaza de protección materna. Empiezo a creer que me conoce muy bien mi madre y que utiliza esa herramienta suya para desbloquearme. Fue suficiente que, en aquel momento, me dijera “nada nos obligaba a hacer ese viaje si no lo tienes claro” para que, sin volver a dudarlo, me pusiera manos sobre la mochila y tuviera todo dispuesto, a tiempo de coger el coche camino del aeropuerto del Prats.

Las inseguridades se convirtieron de nuevo en expectativas atractivas y durante aquellas tres horas de carretera, camino de mi avión, soñé con un país desconocido y fantástico.

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5 comentarios

  1. 1. Fabián dice:

    Engancha desde el principio y dan ganas de seguir leyendo, cuando quise darme cuenta ya había terminado. El cliffhanger está logrado aunque te podrán decir que debe estar al final, lo que importa es la sensación de intriga que deja, el por qué está ingresada.
    Esta muy bien escrito tanto en vocabulario como en puntuación, y la protagonista es muy creíble en todo momento, narra con mucha naturalidad.

    Solo hice dos observaciones:

    •”…y sin saber qué o quién iba a encontrar…”
    No se por que pero me suena rara esa frase.
    “…y sin saber con quién o qué iba a encontrarme…” me suena mas natural.

    •“nada nos obligaba a hacer ese viaje si no lo tienes claro”
    También me suena raro, no será: “…nada te obliga a hacer ese viaje si no lo tienes claro”?

    Buen trabajo!

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 15:48
  2. 2. beba dice:

    Hola, Yolanda:
    Excelente tu historia. la novela será genial, sin dudas.
    Te has manejado con un lenguaje y una técnica impecables.
    Aplausos y adelante.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 20:20
  3. 3. Oda a la cebolla dice:

    ¡Hola, Yolanda! La historia me ha gustado, y deja el final un tanto abierto, claro que sí. A mí también me sonaron un poco ‘raras’ algunas frases, como te apunta Fabián. En cualquier caso, le dan un aire más enrevesado y angustioso al relato. Buen trabajo. ¡Saludos y buenas tardes!

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 19:39
  4. 4. Lucia Balentxi dice:

    Hola Yolanda, pues la historia no está mal, pero un poco sosita para mi gusto, pero nada que no se pueda arreglar, pero huye de los tópicos porfa, lo del voluntariado internacional interesa, a ver cómo lo planteas… sigue así

    Escrito el 23 febrero 2016 a las 22:53
  5. 5. Clau Cruz dice:

    Hola Yolanda:

    “Enganchando al lector desde la primera página” es real. Me atrapó de inmediato, es una buena historia.
    Coincido con Fabian en cuanto a la sensación que te deja la intriga del porque está en esa cama de hospital.
    ¡Buen trabajo!

    Saludos.

    Escrito el 25 febrero 2016 a las 19:22

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