Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

La marca de la muerte - por LWTRL

Web: http://llecumbest.wordpress.com

El autor/a de este texto es menor de edad

Danniel no era un gran aficionado de los ascensores. Le daba igual cuantos pisos tuviese que subir o bajar, siempre que hubiese escaleras las utilizaría antes que montarse en una de esas cajas infernales. Pero aquella vez no tuvo opción, eran setenta y dos pisos y no había otra forma de llegar.
Su madre y él se habían montado los primeros y se habían puesto al fondo del todo para ver el paisaje. No era muy habitual encontrar ascensores como aquellos: completamente de cristal. Pero a la gente solían gustarle mucho ese tipo de cosas, pero ¿para qué querrían algo así en unas oficinas? Solo ellos lo sabían.
La primera parada fue en el piso número cero, o planta baja, como prefiráis llamarlo. A partir de ahí se empezó a ver el exterior, en el piso menos cuatro no se veían muchos paisajes que digamos… Cuando se abrieron las puertas la gente empezó a entrar en estampida, y cada persona que subía era más extraña. Uno de ellos se situó entre Danniel y su madre, un hombre con una gabardina marrón que le llegaba por las rodillas, pantalones de raya diplomática negros, gafas de sol y sombrero de copa, una combinación bastante peculiar. Debía de medir por lo menos metro ochenta. Entre sus manos, revestidas por unos guantes de cuero negro, sostenía un enorme diccionario.
—Traición —dijo mientras miraba concentrado su diccionario.
El niño miró hacia arriba sin comprender. Su silueta se reflejaba en el cristal. Iba trajeado, y con el pelo castaño bien engominado. Sus pequeñas gafas estaban algo descolocadas, y el hombre alargó la mano y las colocó correctamente sin siquiera mirarlo.
—Una palabra muy interesante, ¿cierto? —le preguntó.
Sonó un clonc y el ascensor se detuvo, según el marcador estaban en la décima planta.
—Perdone, pero mi madre dice que no debo hablar con extraños, si me deja pasar…
—¿Y qué te hace pensar que soy yo el extraño? Quizá el desconocido seas tú, o no ¿Quién sabe?
El chico estaba empezando a asustarse, nunca había visto a nadie comportarse de esa manera, pero había algo en esa persona que le resultaba familiar, aunque no conocido. Y había algo más preocupante, el aire a su alrededor se sentía pesado, como si la vida escapase de él.
—¿Quién es usted? —preguntó el niño con cautela.
Fue entonces la primera vez que el hombre levantó la vista de su lectura y miró al pequeño. El resto de las personas del ascensor parecía no advertir la extrañeza de la conversación, ni siquiera su madre. Y entonces como un acto ajeno a su voluntad miró hacia el marcador, que seguía indicando que estaban en el décimo piso. Era como si el tiempo se hubiera detenido.
—¿Qué quién soy? —Su voz sonaba increíblemente serena—. Es una buena pregunta, he tenido y sigo teniendo muchos nombres.
Aquella respuesta terminó de descolocar por completo a Danniel. No era una contestación muy normal que digamos, ¿cuántos nombres se puede llegar a tener? Muchos, pero aun así era raro: “He tenido muchos nombres” había dicho, como si llevase vivo mucho más tiempo que el resto de la gente. Danni volvió a mirar el marcador y vio que seguía igual, empezó a preocuparse. El extraño miró también y sonrió, una sonrisa vacía.
—¡Ah! No te preocupes por eso, enseguida volverá a la normalidad.
—Usted… Usted no es humano ¿Verdad?
La expresión del hombre cambió, mostraba orgullo y algún tipo de satisfacción, la cuestión era: ¿Por qué?
—Bueno, la gente me conoce mayormente como Muerte. La Muerte.
Esa última palabra rebotó en los oídos del joven como una pelota de goma que ha sido lanzada por un jugador de béisbol. Cuando volvió en sí, intentó retroceder, pero se encontró con la pared del ascensor. La Muerte se quitó uno de los guantes y reveló una mano esquelética y gris, como la de un muerto —Irónico ¿Verdad? —. Fue acercándola lentamente al rostro del chico hasta que estuvo a menos de un palmo de su frente, y entonces alargó el dedo índice y la tocó suavemente. El niño sintió como si puro hielo se estuviese filtrando por su piel.
—Y por fin, soy libre. —Y La Muerte se desvaneció, devolviendo la vida al mundo.
El chico se miró las manos y vio que una pequeña calavera había aparecido en la cara interior de su muñeca derecha. Entonces sonó un timbre y el panel marcó la planta número setenta y dos.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

6 comentarios

  1. 1. CARMELILLA dice:

    Hola,
    reto cumplido, tu escena se desarrolla toda en el ascensor.
    He leído tu relato varias veces porque había algunas partes que me costaba entender, por ejemplo, cuando haces referencia a que el niño miró hacia arriba sin comprender, inicialmente pensé que ese niño era otra persona distinta a tu personaje principal.
    La palabra diccionario parece que la has utilizado de “relleno”, no encaja bien en tu trama, no tiene o no le das sentido en la historia.
    Queda “en el aire” la intención de la muerte en el ascensor o al menos yo no consigo entender que pretendía y qué le hizo al niño ¿le convirtió en la muerte?
    Tu relato tiene intriga e intuyo que tú bastante potencial.
    ¡Sigue así y bien hecho!Seguimos participando y leyéndonos.
    Saluditos.

    Escrito el 17 marzo 2016 a las 20:23
  2. 2. Zelfus dice:

    Quería saber hacia dónde iba el relato porque su ritmo no me lo permitía saber, e intuía que no iba a ser evidente. No me decepcioné, así como con la construcción del personaje Muerte que se me hizo interesante. Sin embargo, el relato tiene varios elementos sin justificación, como que sobran. Si se los quitaras, creo que el relato ganaría contundencia.

    Escrito el 17 marzo 2016 a las 20:26
  3. 3. LWTRL dice:

    Buenos días,

    la verdad es que releyendo el relato tenéis razón. Hay algunas cosas que sobran o que se podrían decir de diferente forma. La cuestión es que era tan poco espacio que creo que no he sabido como contar la historia de forma tan reducida.
    Ante todo, eso si, muchísimas gracias por vuestros comentarios. Por cierto, si en algún momento os aburrís y os apetece leer un relato mío, os voy a dejar mi página web ¿De acuerdo? Muchas gracias y un saludo, Leyre.

    Escrito el 18 marzo 2016 a las 10:15
  4. 4. Sandra Adrián dice:

    Hola Leyre, estoy de acuerdo con los compañeros, la verdad es que da rabia que tengas una buena idea y no puedas desarrollarla como te gustaría por la limitación de palabras.

    Realmente la historia me ha descolocado un poco por la edad de Danniel, debiste hacerlo más mayor, quizá un adolescente que estuviera en el ascensor leyendo una historia que han hecho entre varios para un trabajo de clase en la que la palabra traición le llamase la atención por no estar bien puesta, es decir, que no quedase bien por el conjunto del texto. Entonces saca el diccionario de la mochila y “la muerte” lee en su mente lo que va a hacer y le suelta los significados de esa palabra según el diccionario. Danniel lo comprueba y es como: ¡Oh my god! Tiene poderes, quizá así se hubiese visto un pelín más suelto y no tan, tan forzado, me es muy extraño que “la muerte” esté leyendo un diccionario, jeje.

    Este mes tampoco he participado, la verdad no se me ocurría nada, pero tenía la certeza de que a ti sí.

    Hablamos, saludos.

    Escrito el 20 marzo 2016 a las 19:58
  5. 5. Sandra Adrián dice:

    Ah y el final también me ha dejado… ¿Por qué “la muerte” le daría ese trabajo a un niño? Otra razón para que el protagonista fuese más mayor.

    Escrito el 20 marzo 2016 a las 19:59
  6. 6. LWTRL dice:

    Hola Sandra.

    Si jeje, la verdad cuanto más lo leo y me lo dicen, más me doy cuenta de que debería haberle dado otro enfoque. Quizá sea que cuando lo escribí me gustó y no lo revisé.
    Me dan mucha rabia los límites de palabras, no he podido expresarme bien, porque como ya habrás advertido, mis trabajos son normalmente bastante largos.
    Es una pena que no participes, me apetecía leerte, pero como aun tengo dos capítulos tuyos por ver no hay problema, así me pongo con eso.

    Un beso, Leyre.

    Escrito el 21 marzo 2016 a las 11:50

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.