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Hotel de Montaña - por Oliver Sierra

Muchos días pienso hasta qué punto mi trabajo puede considerarse como tal. Tanto tiempo dedicado en esta caja metálica a abrir verja, seleccionar la planta, cerrar verja y volverla a abrir. Así hora tras hora, huésped tras huésped. Aunque de momento, esta tarea tan básica me permitía unos ingresos mínimos que, para un mozo, eran una bendición.
Además la estética del hotel me agradaba. Me gustaba mi uniforme, me gustaba el olor de las paredes de madera de la diáfana entrada del hotel y, por encima de todo, me gustaban las personas que pasaban por él. Quizás era lo que más me llamaba la atención. Cómo para las vidas de estos yo no era más que un ente que accionaba el ascensor y les permitía despreocuparse de lo demás.
Aunque la gente solía ignorarnos y esto era algo que crispaba a más de un compañero, para mí era una suerte, pues me dejaba en una posición inmejorable para espiar la vida de los que subían y bajaban. Así me ocurrió hace un par de semanas. Una pareja cruzó sin mirar a su alrededor, directa hacia mi ascensor. Ella era la persona más morena que había visto en toda mi vida. Piel morena, pelo moreno, labios morenos; hasta su ropa era oscura. Desde luego no pretendería pasar desapercibida en mitad de los Alpes. Él la seguía como un paso por detrás, se diría que le costaba seguir el ritmo de su compañera, o quizás era justo lo contrario. De percha amplia y alta, tenía el porte de un hombre de montaña, lo cual para mi hacía aquella pareja más peculiar si cabe. Según se acercaban, el movimiento de sus bocas comenzó a emitir un ruido que, a su decidido paso, no tardó en llegar hasta mis oídos en forma de palabras. ¡Eso sí que fue extraordinario! Una mujer como aquella hablando alemán, inaudito.
Me lancé a descorrer la verja metálica con el consecuente atasco a un tercio de quedar por completo abierto el ascensor. No daba crédito de mi suerte. Mientras me afanaba por liberar el mecanismo de la corredera, la mujer miraba impávida hacia el interior del elevador y no cesaba en su batalla.
-Y eso último ha sido una fea traición. No me lo esperaba de ti- acusaba a su acompañante.
-¿Hay traiciones agradables?- sus ojos metálicos brillaban al notar la irritación de ella.
-Hurgaste en mis pertenencias sin mayor motivo para ello que tu falta de respeto por los demás…
-¿Planta, señora?- noté la mirada del hombre clavada en mi nuca y la suave curva que torneaba la comisura de los labios de la mujer. Confieso que me embelesó puesto que tuvo que repetir la dirección.
-¿Sigues ahí chico?, tercera.
Corrí la verja, pulsé el botón y respiré. Los segundos pesaban como el lastre de quien se ahoga empujado hacia el fondo.
-Solo digo que de entre el millar de cosas que has traído, todas útiles sin duda; no se te ocurrió incluir el dosier, con toda su valiosa información.
-Bien recuerdo aquello que dijiste cuando te pregunté sobre la carpeta- decía ella marcando las palabras.
-Te dije que me encargaría de ello.
-¿Y por qué me lo recriminas a mí?- su cara de desesperación era total. Aquella mujer no iba a soportar una sandez más.
-Porque mi tarea era recordarte a ti que lo añadieras a tu lista de cosas para la maleta- su tono era relajado, hasta se me advirtió divertido.- Repetidas veces lo hice. Como cuando tomábamos café con…
-El chico no necesita conocer la historia.
-No se preocupe señora- espeté de manera estúpida- como si no estuviera.
-Se resume en que ella se empeñó en traer un diccionario de alemán italiano- comentaba mientras me miraba. Me había convertido en partícipe de la conversación sin tener idea de lo que hablaban. Me sentí equilibrista, no solo por estar colgando de un cable de acero.
-Existía la posibilidad de que tuviéramos la reunión en Zermatt- se defendió.
-Señora, en Zermatt hablan alemán también- añadí, por aumentar más la sensación de inseguridad.
-Gracias chico- el tipo desplazaba hacia arriba su bigote y descubría una sonrisa burlona.- Creo que algo así te repetí, igual que con el dosier.
-¿Por qué dejé Zanzíbar? No sé si llegaré a descubrirlo- comentó con la mirada perdida.
El timbre de la campanilla que anunciaba la llegada a la planta deseada agitó la pesada atmósfera que se había creado en tan breve ascensión.
-Señor, señora. Disfruten de su estancia en Gstaad.

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7 comentarios

  1. 1. Caciba dice:

    Hola, Oliver.

    Yo creo que tu relato es muy real en todos los aspectos. Que al ascensorista le guste espiar o imaginar la vida de los clientes con los retazos de conversación que escucha allí, es más que comprensible 🙂
    Me gusta cómo has tesulto la historia y los diálogos (que siempre me parecen difíciles), también.
    Te comento alguna cosa que me parece que se puede mejorar, bajo mi punto de vista:

    – sé que en los diálogos se usa otro tipo de guión (eso lo he aprendido aquí). Hay en esta página de Literautas una explicación sobre cómo elaborar los diálogos. Échale un vistazo, si tienes tiempo.

    – Sobre el tiempo de los verbos: yo creo que deberían ir todos en presente, tal y como empiezas.

    – Hay alguna coma o punto que yo cambiaría. Mira, a ver qué te parece:
    “Quizas era lo que más me llamaba la atención: cómo para…”
    “Además, la estética del hotel me agrada”.
    “De percha … , lo cual para mí hacía a aquella pareja más peculiar, si cabe”.
    “Confieso que me embelesó, puesto que…”
    “…que has traído, todas útiles, sin duda”.

    – He colocado ahí una tilde en “mí” y una preposición (a aquella pareja).

    Ha sido agradable leerte, espero hacerlo más veces.
    Enhorabuana por tu relato
    Un saludo

    Escrito el 18 marzo 2016 a las 17:30
  2. 2. Manoli VF dice:

    Muy buena historia, Oliver. No te había leído hasta ahora, y siguiendo la propuesta de Literautas me pasé por tu texto por vecindad (soy el número 10) y me alegro de haberlo hecho. Me he sentido transportada literalmente hasta ese elevador y he podido escuchar la conversación de los personajes espiando por los ojos del chico…Lo único que me ha llamado un poco la atención es este primer párrafo, cuando dices: “Aunque de momento, esta tarea tan básica me permitía unos ingresos mínimos que, para un mozo, eran una bendición.” Creo que ese “de momento” no casa bien con el verbo en pasado “permitía” porque parece situarnos en un presente.

    Un saludo.

    Escrito el 18 marzo 2016 a las 18:59
  3. 3. Cryssta dice:

    Hola Oliver, tu relato me ha gustado bastante aunque creo que le falta algo más al final, algún pensamiento del ascensorista.

    Te diré lo que yo veo mejorable:

    – estoy de acuerdo con lo que te han dicho de los tiempos verbales, de los guiones de los diálogos y de las comas

    – “Él la seguía un paso por detrás”

    – “¡Inaudito!”

    – “Hurgaste en mis pertencencias sin mayor motivo que tu falta de respeto por los demás” he quitado el “para ello” porque antes habías dicho “ella” y suena a repetido

    – “¿Sigues ahí chico? Tercera”

    Espero haberte ayudado. Un abrazo.

    Escrito el 24 marzo 2016 a las 21:33
  4. 4. beba dice:

    hola, Oliver:
    Usaste un argumento muy sencillo; un conflicto que no parece llevar a nadie muy lejos: un desencuentro en la pareja y una escucha del ascensorista. Interesante la descripción de la mujer; curiosos los roles del hombre y la mujer, una situación de sometimiento que no nos muestra ningún clima ni desenlace.
    Los comentarios de los compañeros son ya suficientes para orientarte en la mejora de tu cuento.

    Escrito el 25 marzo 2016 a las 19:48
  5. 5. beba dice:

    Ah; puedes buscar mi cuento, “Mis musas están de parto”, en mi blog:
    ahorayodigo.blogspot.com
    Gracias.

    Escrito el 25 marzo 2016 a las 19:50
  6. 6. Marazul dice:

    Hola Oliver
    Me ha gustado mucho tu relato. Entré por el título (el mío también se desarrolla en un hotel) porque me parece que es un marco ideal para contar historias. El ascensorista, testigo mudo de miles de historias, me parece un personaje interesante. Que lo hayas ambientado en un hotel de montaña me parece también acertado. Yo creo que me hubiese recreado en ese punto, aunque comprendo que con el límite de palabras tu relato hubiera perdido en dinamismo.
    Estilo claro y suelto.. Agradable para el lector.
    Un saludo
    Marazul

    Escrito el 29 marzo 2016 a las 21:41
  7. 7. María Kersimon dice:

    Hola Oliver, gracias por leerme. Soupe à l’oignon, si señor. ¡Glups! ¡Lapsus mentís horribilis! Después de recuperarme de este shock, he venido derecho a leerte y la verdad es que bien. Tienes buena pluma y la lectura se hace amena.
    El tercer párrafo, me pareció que ganaría con reducirlo o dividirlo en dos. Me quedé sin aliento.
    “…lo cual para mi hacía aquella pareja más peculiar si cabe…” no me parece muy afortunado. Podrías reformular esto.
    “El la seguía como un paso por detrás” no sería ” como a un paso…” este trozo hasta el final de la tirada, suena un poco redundante y ganaría acortándolo.
    Sé cuidadoso con las connotaciones de tipo racial, que aunque no lleven ninguna intención más que la del contraste, podrían herir susceptibilidades (una mujer como aquella hablando alemán). En sabemos quien nos va a leer y hemos de pensar en todo tipo de lectores, con sensibilidades diversas.
    Aparte de estos detalles, sacaste partido de una situación bastante anodina en esencia y te salió bastante bien. No siempre es necesario pintar escenas de alto voltaje para construir una atmósfera. Lograste crear una atmósfera densa y agobiante con poca cosa, así que bravo.
    Un saludo.

    Escrito el 31 marzo 2016 a las 18:02

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