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Beatrice - por Ioakim

El autor/a de este texto es menor de edad

Beatrice, como cada mañana, decide tomarse un rápido café en su termo morada con rosas claras mientras va al trabajo. Como cada mañana, Beatrice se coloca el pelo mirándose en los espejos del ascensor de su casa. Se perfila el maquillaje, observa las curvas tan fantásticas que consigue tras horas delante de un espejo y se coloca el abrigo, la chaqueta, el jersey o simplemente una camiseta más fina dependiendo de la época en la que se encuentre.
Beatrice, como cada mañana, se levanta con sueño y cansancio. Observa en su reflejo mientras que el ascensor baja con rapidez, la traición que su rostro le dedica cada mañana en forma de ojeras, arruguillas y otras imperfecciones. Beatrice, con resignación, piensa cada mañana en el transcurso de los años. Los que pasó estudiando, los que pasó viajando, los que pasará intentando ser feliz. Sabe, aunque no logra admitir, que su vida es una rutina, que todo empieza y acaba en aquel ascensor. Inicia el día arreglándose en él, comiendo en él, soñando en él. Termina el día quitándose los tacones, agotada, viendo las heridas que le han provocado esos centímetros extra, quitándose el sujetador, sintiéndose cómoda. Y si entrase algún vecino, una linda sonrisa de Beatrice lo arreglaría.
Beatrice, como cada mañana, despide en las puertas del ascensor a la conquista de la noche anterior. Los sábados por la mañana, el anciano vecino malhumorado que vive en el primero suele encontrarse en el ascensor al amante loco y de resaca que Beatrice encontró la noche anterior. Los domingos, sin embargo, podrá encontrarse al jefe algo vanidoso y prepotente de Beatrice salir con el maletín en la mano y con una sonrisa de satisfacción en los labios.
Pero hoy, no es como cada mañana. Hoy Beatrice no utilizará su linda termo de color morado decorada con rosas claras para beber su café de cada mañana. No se colocará el pelo mientras que observa su cara con desdén en el ascensor. No se perfilará el maquillaje ni saldrá a la calle exhibiendo esas curvas (esas mismas curvas que el vecino anciano y malhumorado de Beatrice le exige tapar pero que en el fondo es el que más las aprecia) Beatrice, no se levantará con sueño ni cansancio y no verá las traiciones que su cuerpo, con treinta primaveras, le deja en la cara. Tampoco reflexionará sobre su vida ni se hará daño con los tacones mientras observa agotada el sujetador que la ha estado oprimiendo el pecho todo el día.
Beatrice no saldrá esa mañana. No saldrá en las siguientes mañanas. Quizás, no saldrá nunca. El ascensor de su casa no olerá a rosas ni a coco. No habrá restos de labial o colorete manchando el espejo. No estará ocupado mientras Beatrice y sus diferentes amantes comienzan a divertirse cada noche. El vecino malhumorado de Beatrice descargará en otro pobre vecino su ira. El jefe vanidoso y arrogante de Beatrice no pasará la noche de los sábados durmiendo en sus brazos. Porque Beatrice ya no está.
Beatrice se cansó de vivir. Beatrice se cansó de la farsa. Beatrice se cansó de vivir como un actor siguiendo su estudiado guion. Se cansó de realizar esos “sueños” que decía tener, que no la llenaban de verdad. Se cansó de viajar para desconectar de una realidad que la resultaba exasperante. Se cansó de revisar con lupa cada término en el diccionario de la vida. Se cansó de esperar. Beatrice, se cansó de soñar en un ascensor.
Esa mañana, Beatrice estalló. Mientras se quemaba los labios recién pintados de un rojo pasión con el café del termo morado mientras bajaba en el ascensor, pensó. “Qué estoy haciendo”. Beatrice decidió probar. Decidió cambiar su día. Decidió que ese sábado, su prepotente jefe no pasaría la noche en su casa. Que saludaría con amabilidad al anciano y malhumorado vecino del primero. Que luciría con orgullo las traiciones de la vejez. Pero, siguiendo las pautas de un orden establecido por ella misma, Beatrice se encontró en el ascensor, de nuevo, quitándose los tacones y el sujetador, oyendo la regañina del vecino mientras besaba con pasión al joven y arrogante jefe.
Beatrice decidió que esto acababa esa mañana. Decidió probar, probar con diferentes pastillas. Con infinidad de colores y formas. Decidió que no habría un mañana, que no molestaría más, que su camino había acabado. Y en aquel ascensor donde comenzó todo, degustó con cierto orgullo el sabor de la muerte.

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8 comentarios

  1. 1. Saldivia dice:

    Ioakim, me quito el sombrero ante tu relato. Está muy bien logrado, tiene un tema sólido y un final redondo. Incluso el “ritornello” del nombre Beatrice al principio le da un ritmo y una estructura muy cautivante.

    Hay un par de dudas que creo tienen que ver con particularidades regionales del idioma. Una es el genero de la palabra “termo”, que al principio presentas como femenina “su termo morada” y al final como masculina “el café del termo morado”, aquí en la cuenca caribeña es solo masculina. Otra es el uso del verbo colocar “se coloca el pelo”, me sonó como a que se ponía una peluca, pero luego entendí que se lo arreglaba, no había tenido contacto con ese uso del verbo colocar. Siempre se aprende.

    Te felicito por ese muy buen relato que me alegro de haber descubierto. Te seguire leyendo, éxitos!

    Escrito el 19 marzo 2016 a las 02:20
  2. 2. Ioakim dice:

    Hola Saldivia, respecto a lo de termo, si te digo que en España varía. Puedes decir la termo, como el termo, o vamos, así es como lo oigo yo a diario 🙂
    Respecto al tema de colocarse el pelo, a lo mejor sí que podía sonar a colocarse una peluca, a lo mejor podría haber puesto “se coloca el cabello” Aunque sí que es verdad que aquí suena bien decir “se coloca el pelo”
    Como varía un mismo idioma dependiendo del sitio!!

    Escrito el 19 marzo 2016 a las 19:46
  3. 3. Chiripa dice:

    Hola Loakim, el tema de tu relato me ha parecido conmovedor.
    También me han gustado como lo narraste, las palabras y construcciones que utilizaste y su final redondo. Lo leí con agrado.

    Te invito a revisar el orden del mismo, porque pareciera que en el primer párrafo estas presentándonos el dia de hoy, al mismo tiempo que estas comenzando a describir las rutinas de tu prota. Y mas adelante nos cuentas que hoy será diferente a cada mañana. Quizas todo se arregle comenzando el relato asi:
    <> o
    <>
    Si lo notas, te sugiero releerlo varias veces hasta que captes donde hacer la movida.

    Revisa, también, la consonancia de géneros entre sustanticos y adjetivos

    Felicitaciones!

    Escrito el 19 marzo 2016 a las 20:23
  4. 4. Chiripa dice:

    Loakim, por alguna razón, lo sugerido no salió. Aquí va:

    * Cada mañana, B….. o
    * Todas las mañanas, B……

    Escrito el 19 marzo 2016 a las 20:29
  5. 5. El recreo dice:

    Buen relato loakim! Me gusta el estilo propio, el ritmo y las repeticiones que van llevando desde la rutina del personaje hasta el cambio, repitiendo lo que no hace. Es cierto lo que comenta Chiripa, pero yo tampoco le daría importancia. Se entiende que al principio describes un día típico y que llega un día que no es así.No me importa demasiado si ese “hoy” es literal o no.
    Otra cosa es su “termo morada” no voy a entrar si es correcto o no, pero que sí te digo que me ha despistado la discordancia entre el masculino y femenino. Hasta donde sé, la palabra “termo” viene de “termostato” (también termóstato) y es masculino.
    Quizá lo que mejoraría es el final, aunque sobre gustos… no estoy muy de acuerdo con Saldivia. Para mí el relato termina cuando escribes “Porque Beatrice ya no está.” El último párrafo me sobra totalmente, no me aporta nada nuevo, salvo aclaraciones innecesesarias y justificaciones de su conducta que no necesito. Me da igual si fueron pastillas y a veces es preferible dejar algo a la imaginación del lector. Sólo se me ocurre que tuvieras que incluir la palabra diccionario…pero de cualquier manera a este último párrafo le daría una vuelta, porque el relato lo merece, has conseguido captar muy bien el ambiente del vecindario.
    En fin un buen relato.

    Escrito el 22 marzo 2016 a las 09:36
  6. 6. Laia Gabue dice:

    ¡Hola Loakim!

    Voy a intentar hacer el comentario a la antigua, indicando cosas bien hechas y mejorables sobre la forma y el contenido.

    En referencia a la forma, esta bastante bien narrado y tiene ritmo. Con las repeticiones consigues que el lector entre en la rutina de Beatriz, en la pesadez de su día a día. Aunque en mi opinión el repetir tantas veces lo mismo es peligroso porque puede cansar al lector.
    Pongo algunos ejemplos: en los primeros párrafos repites muchas veces Beatriz para empezar la frase, no creo que sea necesario, ya sabemos que hablas de ella. Más adelante empiezas a usar esta estructura: ” (No + futuro) o (No se + futuro) y lo utilizas al menos diez veces en frases consecutivas. Hay tres “no saldrá” también consecutivos y ocho “se cansó” en frases seguidas. En el último párrafo también repites muchas veces decidió. A mi me parece demasiada repetición.

    La palabra termo según la RAE es masculina, por lo que siempre debería ser el termo y los adjetivos que la precedan también en masculino.

    En la frase : “…pensó. “Qué estoy haciendo””. ¿Es afirmación o pregunta? A mi me suena más a una pregunta que se hace ella misma, con lo cual pondría “¿Que estoy haciendo?”.

    El contenido esta bastante bien. Podría ser una historia cotidiana de tantas mujeres normales con una vida rutinaria. Y el final la hace interesante porque te hace reflexionar.

    Buen trabajo. ¡Nos leemos!

    Escrito el 22 marzo 2016 a las 11:32
  7. 7. Carmen Serrano dice:

    Uuuufff!!! Menudo relato!!!. Conmovedor. Me ha encantado como has usado la anáfora para presentarnos el cansancio,el hastío de vivir. Ioakim, creo que tienes un gran futuro como escritor. Enhorabuena!! seguiré leyendo tus textos. Un saludo

    Escrito el 25 marzo 2016 a las 00:06
  8. 8. Gisela Lupiañez dice:

    Hola Ioakim.
    Me gustó mucho tu relato. El ambiente de opresión y desesperación por la rutina cotidiana es muy realista. Muy acertada la forma en que identificas el final del día con el momento en que Beatrice se quita el sujetador y los tacones. La mayoría de las mujeres (si es que no todas) nos sentimos así. Tu frase “Se cansó de revisar con lupa cada término en el diccionario de la vida.” es maravillosa.
    Sólo encontré un detalle en tu texto que me desorientó. En un párrafo pareciera que Beatrice se suicida en su casa: “Beatrice no saldrá esa mañana. No saldrá en las siguientes mañanas. Quizás, no saldrá nunca. El ascensor de su casa no olerá a rosas ni a coco. No habrá restos de labial o colorete manchando el espejo.” Pero en el último párrafo explicas que toma las pastillas en el ascensor: ” Decidió probar, probar con diferentes pastillas. Con infinidad de colores y formas. Decidió que no habría un mañana, que no molestaría más, que su camino había acabado. Y en aquel ascensor donde comenzó todo, degustó con cierto orgullo el sabor de la muerte.”
    Por lo demás es un muy buen relato.
    Saludos
    P.D: a propósito del comentario que dejaste en mi relato: no soy tan joven. Yo también tengo ” la traición que su rostro le dedica cada mañana en forma de ojeras, arruguillas y otras imperfecciones” de aquellas que pasamos la treintena. Jajaja. Igual que tu protagonista.

    Escrito el 29 marzo 2016 a las 15:28

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