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¿En qué piso quieres conocerme? - por cassmac

He subido y bajo más de diez veces por este ascensor. Conozco cada uno de los pisos porque en cada rellano se cuenta una etapa de mi vida: de bondad y de nobleza siempre en los pisos más altos; de miseria y dolor en los que se hunden debajo de la tierra. 

Hoy has subido en este ascensor conmigo y yo he rezado para que me lleves a lo más alto. Mi Penhouse, querida, es blanco y minimalista. Sus espacios son amplios y nunca te sentirías sofocada. Las ventanas son ventanales y la vista — ¡Dios mío, la vista! — se extiende por todo lo largo y ancho del mar.

Dudas, te detienes, ríes… ¡No sabes que a mí se me ha cortado la respiración! «Aceptaría inclusive que me llevases a los pisos del medio — pensé — Ahí, tal vez, todavía, con esfuerzo, podrías amarme». Pero te advierto: en el séptimo vive mi Madre, en el sexto mi hermana Matilde y en el quinto Arturo, mi medio hermano por parte de Papá. Todos ellos tienen departamentos donde no podríamos estar del todo solos, y cada uno podría entretenerte (o fastidiarte) con esas historias que a uno lo ruborizan. No quisiera que creyeras en esas historias antes de conocer los pisos superiores. Todo tiene su tiempo y el orden de los factores sí altera la suma…

Me miras segura. Parece que te has decidido: «Vamos a los estacio… — mi mundo se hace pedazos mientras articulas esta palabra — …namientos». Te prometí que no argumentaría pero sé que has visto el miedo encenderse en mi mirada. Inclinas la cabeza hacia los botones y me miras como diciendo: «¿Esperabas otra cosa?». Limpio la telarañas del pulsante y lo presiono.

Ahí vamos. 

Las puertas se abren y nos recibe mi padre. Un abrazo para mí. Otro para ti (aunque no te conoce). Coge nuestras maletas y las lleva. Pasan pocos segundos y, haciendo un gesto de dolor en la espalda, las devuelve. «No ha cambiado» — pienso. Nos conduce a través de la oscuridad del estacionamiento hasta el cuarto minúsculo — y alquilado — donde vive solo. Entramos. El corazón se me encoge al saber que ese es el hogar de mi padre. «Al menos estando lejos se sufre menos» — me digo cínicamente. Volteo para verte. Tú tampoco pareces cómoda pero te pones rápidamente a ayudarlo a servir tres tazas de té.

Las tazas humean en la mesucha y él se ha ido a buscar no sé qué. Vuelve con un diccionario, lo abre y pregunta: «A ver… 30 centavos para el que sepa qué significa “quimera”».

—Papá, no queremos jugar ese juego — le digo. 

—Pero si te encantaba que lo jugáramos cuando venían tus amigos.

—No he venido con ningún amigo, Papá. 

—¿Y quién es esta jovencita, entonces, Carlitos?

—Es mi novia. 

—Pues el amor de pareja, si no está fundado en la amistad, no tiene esperanza de durar. 

Me miras divertida pero has visto que que algo anda mal conmigo. Te asustas. ¡Claro que te asustas! Tú me trajiste aquí. Asústate. Pensabas que era algo lindo eso de conocer el lado oscuro de las personas que amas porque lo dice el catecismo pero no lo es… me has traído aquí para satisfacer tu curiosidad de niña piadosa y me has destruido el corazón. 

—¿Y puedo saber quién eres tú para hablar de amores que duran? — le digo sin ocultar mi rabia. 

—Hijo, solo quería darles un consejo… estoy tan contento que estén aquí…

—Pues da consejos que puedas respaldar con tu vida, ¿no?

—Siempre volvemos a lo mismo, Carlos… ¡Tu madre nunca me amó! Entiéndelo. Nunca me amó… 

¿Ya estás aterrada?

—¡Renunció a todo por ti! — lo interrumpo gritando— vino a vivir en esta pocilga por amor. Le trajo luz a este cuartucho de mala muerte y tú no hiciste otra cosa que traicionarla una y otra vez. Tu soledad es tuya. Tú la has elegido y me alegro de que vivas así…

«Carlos, cállate», me gritas al borde de las lágrimas. «¿No ves que lo estás hiriendo?». Pues claro que lo sé, Clara. Lo sé. Sé que ningún hijo debería robarle un momento de comunión a un padre que vive en un abismo de soledad. Lo sé. Y aún así lo haría una y mil veces… ¿Querías conocerme? Conóceme. No era vergüenza de mi padre lo que no me dejaba traerte aquí. Era vergüenza de mí mismo.

«Yo no sé perdonar, Clara. Vámonos de aquí… ¿vienes?».

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4 comentarios

  1. 1. Guido Distin dice:

    Hola,

    Bueno, Cassmac, me gustaría saber si eres mujer u hombre. Eso infiere mucho para mi a la hora de sentenciar un relato. Es muy importante, ya que cambia el sentido de todo, porque, en definitiva, eres tú quien escribe y no Carlitos.

    Lo has comenzado muy amigablemente, me recordaba a la carta de Cortázar y sus conejitos; hasta le puse música de Vivaldi de fondo porque me resultó hasta gracioso. Mucho problema se hace Carlos por llevar a su novia hasta su familia, y eso, es muy común y nos ha pasado a todos (terror tenía yo por los padres de cada una de mis novias).

    Carlos, hace suyo el dilema de su padre, y hasta cierto punto, odia a su progenitor por haber jodido, según él, la vida de su madre: ella es una mártir y él es un miserable.

    Su novia comienza a entrever quién es Carlos, que lo consigue a partir de esta situación en la que conocen a su padre, aparentemente, él no había sido franco con ella (su novia). Un gramos de locura parece tener este chico.

    Me descolocó la pregunta del final:…¿vienes?

    Ello puede hablar de un síntoma psicótico: ¿Me querrá aún, después de haberle hablado así a mi madre? ¿Me querrá ahora que sabe quién soy? También de inseguridad.

    La estructura está muy bien hasta donde llego. Ya vendrán los mercaderes de la buena escritura.

    Me ha gustado, pero me queda la duda: ¿Quién eres?

    Un saludo!

    Escrito el 17 marzo 2016 a las 13:06
  2. 2. Daphne dice:

    Woah… increíble; me sacó el sombrero porque este tipo de relato no me lo esperaba. Felicidades, escribes muy bien.

    No remarco ningún error; el relato escrito en primera persona, pero calcando a la perfección los movimientos y expresiones de la novia, como si imagináramos que nosotros somos esa persona, pero también las acciones del padre. A mi parecer, narraste muy bien la situación, que a pesar de todo, me has mantenido atenta al texto. La situación podría ser realista, es decir, la del odio del hijo con respecto al padre qué engaño a su esposa por otra (y mas de una vez); un odio que podría sentir cualquier persona o no-depende mas bien de la personalidad y moral de este-.

    Describes muy bien los sentimientos de Carlos; remarcas bien su odio y las reacciones de este. Me ha agrado el cuento, la situación, y en especial la pregunta del final: “¿Vienes?”. Me ha dejado de la misma manera que el primer comentario.

    *aplaude* Buen relato, ¡Sigue así!

    Escrito el 20 marzo 2016 a las 02:02
  3. 3. sergiodammerung dice:

    Hola. No me esperaba este tipo de final al comenzar a leer. Has plasmado muy bien las tribulaciones del protagonista y está narrado de forma muy clara. Así que no tengo nada más que añadir. Enhorabuena y espero volver a leerte.
    Por cierto, una curiosidad sobre el final: ¿Va?

    Escrito el 21 marzo 2016 a las 18:25
  4. 4. Caritobel dice:

    Hola Cassmac.

    Acá voy con algunas cosas corregibles.

    He subido y bajo más de diez veces (creo que era bajado. Probablemente un error de tipeo, pero bueno, igual lo comento)

    orden de los factores sí altera la suma ( aunque el orden de la suma tampoco altera el resultado, la frase que más se usa es “el orden de los factores no altera el producto”) – Esto es muy mío-

    Hoy has subido en este ascensor conmigo y yo he rezado para que me lleves a lo más alto. ( podría ir una coma entre la y – hablando de esta letra, abusas demasiado de su uso a lo largo del relato-)

    Mi Penhouse, querida, es blanco y minimalista. Sus espacios son amplios y nunca te sentirías sofocada. ( aquí sería mejor el uso de una coma y no un punto entre “minimalista” y “sus”, porque hace referencia a una misma idea, que bien podría aglomerarse en una sola oración.

    Las ventanas son ventanales… ( es innecesario que pongas ventanas y ventanales juntos. Directamente podrías haber ido a la idea: ” Los ventanales tienen una vista…” o algo así.

    En algunas partes usas demasiado oraciones cortas -yo tiendo a lo mismo porque son irresistibles- y corta un poco el ritmo de la lectura,
    podrías revisar eso.

    También dejas espacios entre los “—” cuando le sigue una aclaración, cosa que no se debe hacer.

    Ahora voy por el contenido y la opinión personal.

    En un principio me imaginé el edificio más como una metáfora que como un edificio de verdad, además está el hecho que no entiendo porqué alguien viviría en un estacionamiento; menos en un lugar que posee «Penhouse».

    “¿Ya estás aterrada?”. Sinceramente me parece exagerado esto. Al menos el personaje no me deja ver saña ni maldad en general, esta lastimado – actua en consecuencia a ese dolor- y eso no genera terror en alguien que nos ama, o al menos en la psicología del protagonista no se desarrollo nada que realmente nos señale que Clara realmente debería sentir terror por la actitud de él. Y si eso hace que no lo ame más, no era amor entonces, ja ja ja; mejor que Carlitos se busque otra 😉

    Creo que la historia esta bien llevada, y como otros compañeros señalaron, la dinámica y la expresión de cada personaje esta bien llevada. Los errores son mínimos —creo que lo que más resalto es lo de demasiadas oraciones cortas- y tu estilo es muy natural. No pasa nada relevante en cuanto a acción —entiendase movimiento en la historia— pero el drama del protagonista marca un buen ritmo.

    En general la historia me gustó, hay mucho potencial. Te felicito.

    En cuanto al sexo del escritor, a mi me tiene sin cuidado, cuando uno escribe, sea hombre o mujer, siempre escribe desde su perspectiva en la vida, y todos —aún las mujeres entre las mujeres, y los hombres entre los hombres— imprimimos nuestros pareceres de manera diferente y no uniforme.

    Felicitaciones.

    Escrito el 6 abril 2016 a las 06:33

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