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El Hombre Ilustrado - por Aitor Diaz

Enrique entró al ascensor con prisas. No tenía tiempo que perder, lo esperaban en la otra punta de Madrid y no llegaba. Hizo amago de pulsar el botón del parking aunque rápidamente comprobó que ya estaba activo.

Otro hombre esperaba en el interior.

Se saludaron educadamente mientras Enrique sacaba el móvil y revisaba el correo. No podía creer el día que llevaba, la semana, el mes… era todo un caos en su empresa y él, como director ejecutivo, tenia que tomar cartas en el asunto. «Lo más fácil será buscar un cabeza de turco —pensó—, con un poco de suerte, hasta me cocino un ascenso su costa.»

Andaba todavía perdido en sus tribulaciones cuando el desconocido, situado a su espalda, se dirigió a el:

—Perdone caballero, ¿ha buscado alguna vez la palabra traición en el diccionario?

—Eh… ¿cómo dices? —balbuceó Enrique—, ¿hablas conmigo?

—Hasta dónde mi vista alcanza, señor mío, tan sólo usted y yo compartimos este ascensor. Por si no me ha escuchado la primera vez, le repito la pregunta. ¿Conoce el significado de la palabra traición?

Enrique, molesto y extrañado a partes iguales, se volvió para enfrentarse a su interlocutor. Era un hombre fornido, moreno, de mediana edad y perfectamente trajeado. Demasiado elegante para su gusto.

—No sé muy bien a qué te refieres —bufó Enrique—, si me disculpas, ando muy ocupado.

—Ese es el gran problema de hoy en día, ¿no cree? —argumentó el desconocido—. Todos estamos muy liados, ansiosos de cumplir ante nuestros relojes. Fíjese usted como será de grave que hemos perdido hasta la educación. Hasta donde recuerdo, en ningún momento me ha preguntado si puede tutearme y, por supuesto, yo no le he otorgado tal concesión. Sin embargo, aquí está usted, tratándome como si nos conociéramos de toda la vida. ¿No le parece curioso?

—Mira, no tengo ni idea de dónde has salido, pero de verás no tiempo tengo para esto. Espero que tengas un buen día.

Enrique se dio media vuelta y observó con algo de ansiedad la botonera del ascensor. Estaba seguro que hoy bajaba más lento. Ya estaban en la cuarta planta, sólo dos minutos más y se libraría de aquel tipo.

—Traición —exclamó el hombre trajeado, saboreando la entonación final—: dícese de la falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener. Ó, si usted lo prefiere, y en términos de derecho: delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad patria.

Completamente ajeno, y haciendo como que no escuchaba, Enrique volvió a dirigir la mirada hacia los botones. Aunque solo quedaban dos plantas para su destino, una angustia creciente golpeaba su pecho, «es sólo un cretino resabiado» —se dijo—, pero sintió que algo iba terriblemente mal.

—Es extraño, ¿no le parece? —continuó el hombre—, casi cómico. Podemos resumir el significado la palabra en dos líneas, pero, ¿y que ocurre con sus consecuencias?… ¿Qué sentido tendrá para los traidores?, ¿y para los traicionados?; ¿Ha sufrido usted alguna vez estas consecuencias?, ¿en que bando estaría?, ¿sería usted un traidor o el héroe de la tragedia?

De pronto, Enrique sintió gélidas gotas de sudor recorriendo su espalda. Esa voz, ese tono… conocía esa voz… era imposible. Se disponía a darse la vuelta para inspeccionar de nuevo al desconocido, cuando éste, casi empujándolo, pulso el botón del primer piso.

El ascensor se detuvo casi de inmediato y sus puertas se abrieron. El hombre salió sin prisa, sin mirar atrás. Ante la atónita mirada de su ahora único huésped, las puertas volvieron a cerrarse. Justo cuando las dos hojas estaban a punto de juntarse, una tarjeta se deslizo por la diminuta apertura.

La tarjeta planeó juguetona hasta aterrizar en la moqueta. Su vuelo fue suave, casi onírico, y quedó tendida del revés ante los pies de Enrique. La incógnita en su mente pesaba como un bloque de hormigón. No podía dejarla ahí… no podía ser. Algo inseguro, se agachó a recogerla. Le dio la vuelta mientras se incorporaba y leyó su concisa misiva:

VENGANZA: Satisfacción que se toma del agravio o daños recibidos. Castigo, pena.

Y recordó la voz… , y la cara, y lo que le había hecho a aquel hombre… la traición. El ascensor llegó a su destino, lo abandonó cabizbajo y se detuvo escuchando como las puertas se cerraban tras él. Poco importaban ya los problemas empresariales, las prisas, las reuniones. Desde aquel preciso instante, supo que era hombre muerto.

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7 comentarios

  1. 1. Leosinprisa dice:

    Hola Aitor,

    en primer lugar, dar un pequeño repaso a las cosas que he encontrado:

    …me cocino un ascenso su costa.»

    Las comillas van antes del punto: su costa».

    …le repito la pregunta. ¿Conoce el significado de la palabra traición?

    Yo creo que despues de pregunta, vendrian dos puntos y seguido.

    …le repito la pregunta: ¿Conoce el significado de la palabra traición?

    Aquí creo que te ha jugado un mal trago no revisarlo:

    …pero de verás no tiempo tengo para esto.

    Supongo que quisiste poner:

    …pero de verás no tengo tiempo para esto.

    Y por último:

    …Ó, si usted lo…

    Esa ó acentuada solo se pone cuando se pone entre números, ejempló: siete ó ocho.

    Por lo demás no he encontrado nada más digno de mención, solo resaltar que me parece un texto narrativo excelente y quitado esos pequeños fallos, merece un aprobado alto, muy alto, (me siento como si fuera un profesor 🙂 que puntua a su mejor alumno)

    Me ha resultado muy entretenida e interesante, con un muy buen desenlace. Te felicito.

    Un saludo, ha sido un placer leerte.

    Escrito el 19 marzo 2016 a las 11:10
  2. 2. Leosinprisa dice:

    Te he puesto un malísimo ejemplo con la Ó acentuada.

    En ese caso sería: siete u ocho.

    Lo que quise decir fue, siete ó dieciocho, por poner algo que arregle mi metida de pata.

    Un saludo y perdona mi fallo 🙂

    Escrito el 19 marzo 2016 a las 11:12
  3. 3. Aitor Diaz dice:

    Muchas gracias por la ayuda Leosinprisa!!

    Me ha encantado tu escena. A ver si saco un rato y puedo comentarla cómo es debido.

    Nos leemos!!

    Abrazos

    Escrito el 20 marzo 2016 a las 03:24
  4. Saludos Aitor Diaz:

    Primero que nada, has conseguido magistralmente desarrollar una escena en que descolocas, sacas de contexto, a un personaje que al final, sabe que va a morir. Haz logrado en el reducido espacio de un trayecto de ascensor, relatarnos una crónica de un ajuste de cuentas. Esta es la síntesis de tu historia. Es difícil desprenderse de ella, una vez que llegas al desenlace. Es que logras capturar al lector, lo encarnas en el pellejo del protagonista que se da por muerto. Aunque no lo creas, el lector lo vive en carne propia, también sabe que no tiene alternativa; pues ya carga con una culpa desdibujada entre sus recuerdos, una jugarreta del inconsciente, un esclarecimiento repentino de un episodio amnésico en el transcurso de un circuito de ascensor…
    Bien, bien logrado. Felicitaciones

    PD: Me caló hondo. “Si cargo con ‘una culpa’ y me salen con esa”, también asumiria mi ‘inevitable muerte’. ¡Bien!

    Escrito el 22 marzo 2016 a las 01:22
  5. 5. JORGE BLANCO dice:

    Vaya Leosinprisa, el ejemplo no ha sido bueno y la rectificación tampoco. El acento de la letra o sería entre números: 6 ó 7 pero no entre letras: seis o siete. En cualquier caso ahora no se acentúa. Transcribo lo que dice la RAE: “La conjunción o siempre sin tilde, incluso entre cifras
    Hasta ahora se venía recomendando escribir con tilde la conjunción disyuntiva o cuando aparecía entre dos cifras, a fin de evitar que pudiera confundirse con el número cero. Este uso de la tilde diacrítica no está justificado desde el punto de vista prosódico, puesto que la conjunción o es átona (se pronuncia sin acento) y tampoco se justifica desde el punto de vista gráfico, ya que tanto en la escritura mecánica como en la manual los espacios en blanco a ambos lados de la conjunción y su diferente forma y menor altura que el cero evitan suficientemente que ambos signos puedan confundirse (1 o 2, frente a 102). Por lo tanto, a partir de este momento, la conjunción o se escribirá siempre sin tilde, como corresponde a su condición de palabra monosílaba átona, con independencia de que aparezca entre palabras, cifras o signos: ¿Quieres té o café?; Terminaré dentro de 3 o 4 días; Escriba los signos + o – en la casilla correspondiente”

    Escrito el 24 marzo 2016 a las 11:18
  6. 6. Sergio Mesa dice:

    hola Aitor!
    en cuanto al tema de la “o” y los números estaba a punto de hacer el mismo apunte que ha hecho Jorge justo encima. la tilde sólo para diferencia la “o” de un carácter numérico.
    en cuanto la forma del relato suscribo lo comentado por Leosinprisa y añado dos cosillas. por una lado los adverbios acabados en “-mente”. cuidado con ellos, con muy “sonoros” y por lo general se pueden sustituir por otra fórmula. tú no tienes ninguno demasiado junto como para que duela, pero hay seis en todo el relato y ninguno te hace falta. y por otro lado la palabra “casi”, en la parte final del relato hay cuatro (dos de ellos casi en la misma frase). son una muletilla que tampoco te hace falta 😉
    en cuanto al contenido, también coincido con los compañeros en que el ambiente está muy logrado y la historia tiene su gracia.
    un saludo, nos leemos!
    Sergio Mesa

    Escrito el 29 marzo 2016 a las 22:06
  7. 7. Aitor Diaz dice:

    ¡Hola, Sergio!

    Llevas toda la razón; en cuanto tenga un rato lo repaso.

    ¡Muchas gracias a todos!

    Escrito el 10 abril 2016 a las 14:08

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