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Refugio con botones - por Seruji-Lerel

El autor/a de este texto es menor de edad

—¿A qué piso van?
—Al doce.
Llevo siete años trabajando en este edificio, que pertenece a una gran multinacional dedicada al comercio de la zona oeste del país. Para una persona que lleva tanto tiempo en un mismo lugar es fácil decir que ha visto de todo en su empleo, aunque yo no puedo decir lo mismo.
—¿A qué piso va? —digo inconscientemente al escuchar la característica campana que me despierta cada vez que llegamos a una nueva planta.
—Decimoctavo, por favor.
Me llamo Sergio y, exacto, soy el encargado de pulsar los botones de uno de los ascensores de esta ciudad en miniatura. Casi que conozco más esta caja que mi propia casa.
Como decía antes, no puedo presumir de muchas vivencias desde que me gano la vida con esto. Simplemente pregunto un número, me lo dicen y presiono el correspondiente botón del panel que se encuentra instalado en la pared que contacta arrítmicamente con mi espalda. Tan solo veo entrar personas con traje, de aire altivo y sin muchas ganas de hablar.
Aun así, hay cosas que me sorprenden.
Llevo tres minutos en la planta baja sin recibir visita alguna, tarareando la infernal canción que encabeza la lista de reproducción para este elevador. Me concentro en mis zapatos, pues no sé de qué forma han llegado a tener tanta suciedad. Escucho pasos indicando que alguien viene corriendo y entra en el ascensor, por lo que vuelvo a decir mi frase estrella:
—¿A qué piso, por favor? —dirijo mi mirada al panel donde me esperan setenta y ocho botones.
—A cualquiera.
Esa ahogada voz me hace preocupar. ¿A cualquiera? Nunca he recibido esa orden. Vuelvo a girarme para ponerle rostro a la persona que comparte espacio conmigo.
—¡Dale a cualquier botón!
La desconocida figura se abalanza hacia mí y le da al que nos dirige a la planta sesenta y cinco. Las compuertas se cierran y empezamos a subir. No me gusta ir a los pisos de administración principalmente por la altitud en que se encuentran, pero por suerte no hay ventanas en este ascensor.
Volviendo a esta persona, me inquieta saber quién es. Se deja caer a mis pies y trato de apartarme, aunque sería muy poco caballeroso de mi parte no preguntar qué le pasa.
—Oye… —digo una vez agachado, intentando ver su cara.
—Lo siento —se disculpa—, de verdad, no me hagas caso.
Por la voz ya puedo saber que es una chica. Antes no le eché mucha cuenta a eso, estaba intentando adaptarme a esa caótica situación, pero ahora ya nos acompaña la calma. Se quita la capucha que le cubría la cabeza y lo confirmo.
En un principio intenta no decirme nada, por lo que supongo que puede tratarse de un caso de traición adolescente o alguna rotura del tipo de relación que se acostumbra a tener a esa edad. Por lo menos, edad que yo pienso que debe tener mi acompañante.
—Me estaban persiguiendo —dice al fin.
—¿Persiguiendo? —me asusto
—Un acosador —añade ella.
—¿Acosador? Eso es una palabra muy grande —le digo por si puedo quitarle hierro al asunto.
—Es un acosador —me afirma—. Ahora iba a ir a por un diccionario a casa de mi amiga. De camino hacia allí me estaba siguiendo, de esquina a esquina, sin dejar de observarme. He tratado de despistarlo, pero ha empezado a correr y yo he acabado entrando aquí.
Clava sus verdosos ojos en los míos, haciendo que mis dudas sobre esa etiqueta desaparezcan
—Eso es denunciable —la ayudo a levantarse y ella va negando con la cabeza.
—No quiero. Prefiero no hacer nada.
—¿Es agresivo?
—Es un amigo mío —me confiesa tras respirar un poco.
—Pues podéis hablar las cosas —le digo en tono alegre, tratando de hacerle ver el lado bueno…. Aunque es difícil.
—Que no —se niega—, sé lo que me hago.
Y es cierto, no soy quién para juzgar, apenas hace dos minutos que conozco a esta chica y para ella soy simplemente el ascensorista que la acompaña por obligación. Me fijo en la pequeña pantalla que nos indica en qué piso nos encontramos.
—Pronto llegaremos a la sesenta y cinco. ¿Qué harás?
—Cualquier cosa menos salir del edificio —dice convencida.
Y así es. Se despide con un “gracias” y atraviesa la compuerta al abrirse. No vuelvo a saber más de ella en lo que queda de día, pero me queda el consuelo de que se ha podido desahogar y he servido para algo más que para pulsar un botón.

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5 comentarios

  1. 1. Manoli VF dice:

    Hola Seruji.

    Primera vez que te leo, cumpliendo la propuesta de comentar a los tres siguientes. Indudablemente tu escena cumple con el reto de transcurrir toda en el ascensor y de incluir un diccionario. Es una escena sencilla pero bien resuelta, una anécdota de un día, con unos personajes bastante caracterizados para ser en tan pocas líneas, o sea que muy bien. Nos seguimos leyendo. Un saludo.

    Escrito el 18 marzo 2016 a las 19:04
  2. 2. Alma Rural dice:

    Seruji, me ha encantado tu relato.

    Bien construido, bien ambientado. Los personajes, geniales. Los diálogos son de lo más naturales.

    Comienzas marcando el ritmo con el “¿A qué piso…?” y lo mantienes durante todo el texto. Ágil, fácil e interesante de leer.

    Te felicito.

    Un saludo.

    Escrito el 18 marzo 2016 a las 23:17
  3. 3. Cryssta dice:

    Hola Seruji, tu relato me ha gustado y en general está bastante bien escrito. Te digo lo que he visto mejorable:

    – aunque la frase quede larga yo quitaría la coma tras “trabajando en este edificio” y pondría una tras “en un mismo lugar”

    – “Casi conozco más esta caja que mi propia casa”

    – dices “La desconocida figura se abalanza hacia mí y le dal al que nos dirige a la planta sesenta y cinco”, con ese “hacia mí” da la sensación de que los botones del ascensor los tiene el ascensorista en su cuerpo

    – una coma tras “los pisos de administración”

    – el ascensorista pasa de un lenguaje respetuoso, de acuerdo con su trabajo, al tuteo

    – “alguna ruptura del tipo de relación…”

    – “me queda el consuelo de saber que se ha podido desahogar”

    Espero haberte ayudado. Un abrazo.

    Escrito el 19 marzo 2016 a las 20:36
  4. 4. bebapihen dice:

    Hola, Seruji:
    Impecable tu relato; sencillo, claro, posible.Desenlace simple y equilibrado.Buen diseño de los personajes.Buen manejo del lenguaje- Felicitaciones, entonces.
    Te invito a leer “Mis musas están de parto” en mi blog: ahorayodigo.blogspot.com
    Gracias.

    Escrito el 27 marzo 2016 a las 23:51
  5. 5. Oliver Sierra dice:

    Hola Seruji-Lerel

    Un relato fluido, ágil de leer. Los diálogos están bien introducidos y me gustan las voces.

    Falta algún punto y alguna coma, nada grave, cuestión de otro repaso.

    La situación es la que me parece un poco extraña al encontrarse alguien tan acelerado por un caso de acoso y no da la sensación de que la chica sepa lo que tiene que hacer, pareciera que más bien corre cual pollo sin cabeza. Por lo demás, nada más que añadir viendo los comentarios anteriores.

    Espero sea de ayuda.

    Un abrazo.

    Escrito el 30 marzo 2016 a las 18:17

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