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Los juegos del destino - por Carolina

Un ascensor atiborrado de personas, día lunes a las 8 de la mañana, en el centro psicológico de la ciudad de Portland. Un día banal para algunos, pero importante para Andrea que comenzaba a trabajar luego de varias entrevistas que aprobó felizmente.
Estaba muy contenta porque había conseguido un empleo importante; el lugar era extenso constituido por varios pisos, en el primero estaban los practicantes, en el segundo se encontraban los consultorios psicológicos y el último estaba destinado a los trastornos mentales graves con internación.
Andrea espiaba continuamente el reloj, su estado de ánimo era una mezcla de ansiedad, miedo y felicidad que le brotaba por los poros. Sin embargo, le preocupaba la reacción de Agustín, su novio, pues desconocía su decisión porque había estado fuera de la ciudad durante meses por negocios.
«Rechazar el empleo sería traicionar mis ideales», pensó Andrea. Ensimismada en sus pensamientos, olvidó casi por completo dónde se encontraba.
—Señorita necesito bajar. —le reprochó un hombre con el ceño fruncido.
—¡Lo siento! —Se retiró rápidamente de la puerta.
Y cuando ésta se cerró, ella se dirigió al tablero para presionar el número 2 y se sorprendió cuando un hombre alto de ojos oscuros, al mismo tiempo, quiso oprimir el mismo botón rozando su mano.
—Veo que compartimos el mismo destino —añadió el hombre como buscando su mirada.
—Así parece —respondió tímidamente Andrea, casi sin mirarlo. Y en ese momento callo en cuenta que solo quedaban ellos.
Y repentinamente el ascensor comenzó a moverse bruscamente, las luces del tablero se prendían y apagaban. Ambos se asustaron y sus miradas se encontraron.
—Un desperfecto técnico —repone el hombre, nervioso y con sudor en el rostro. «Es por esto que evito los ascensores, si hubiera preguntado donde estaban las escaleras», pensó Martin.
—Espero que no —respondió ella.
Transcurrieron dos minutos y se cortó la luz. En ese instante ambos, sigilosamente, se acercaron tanto que sus cuerpos casi se tocan. Luego oyeron una voz que les preguntó si estaban bien, les informó que se había producido un corto circuito y que pronto los iban a sacar.
Martín se quitó la corbata y se sentó en el suelo, con un atisbo de resignación en su rostro. Ella estaba ansiosa, su primer día y atrapada con un desconocido, no sabía si interpretarlo como una señal o tal vez simplemente un desperfecto técnico, pero no creía en las casualidades.
—Todo estará bien — repuso Andrea—; no se ponga nervioso ya escuchó al hombre.
Martín continuaba sudando, se sentía mareado y estalló en cólera, al escuchar estas palabras, aquella mujer no tenía idea por lo que estaba pasando y le decía cómo comportarse, había intentado ser amable y se decidió a responderle:
—No me pida que me tranqui…—respondió el hombre sin terminar la frase. Intentó ponerse de pie cuando lo invadió una sensación de asfixia acompañada de súbitos temblores y antes de que pudiera desprenderse la camisa, se derrumbó en el suelo.
—¡Señor! —exclamó Andrea tomando su mano—. Míreme a los ojos, nada malo está pasando, no se resista a esta sensación que está experimentando, tome fuerte mi mano y vamos a contar juntos hasta cinco.
—¿Cómo se llama? , cuente conmigo 1
—Martín, ¿usted?, 2 —respondió entrecortadamente mientras se aferraba a su mano.
—Andrea ¿qué edad tiene?, 3
—30, 4
—5 ahora ya puede soltar mi mano —añadió Andrea—. Le voy a pedir que inspire y exhale profundamente tres veces.
Ya casi habían desaparecido los síntomas que se apoderaron, repentinamente, del cuerpo de Martín, pero éste respiro siguiendo sus instrucciones.
—¿Cómo lo hizo? —interrogó Martín—. ¿Ha leído algún diccionario o libro para poder asistirme? .Estoy en deuda con usted.
—No tiene ninguna deuda, yo soy Psicóloga. ¿Está mejor?
—Si, gracias a que me encontré con usted; no comprendo lo que me ha sucedido.
—Usted ha tenido un ataque de pánico, le aconsejo que pida una consulta con un profesional.
—Sí, hoy tenía cita con una psicóloga. ¿Y a usted que la trae por aquí?
—Mi primer día de trabajo.
—De seguro le ira muy bien, en un ascensor me ha salvado —añadió entre risas, tratando de apaciguar el clima.
En ese instante el técnico abrió la puerta del ascensor y fueron conscientes de su cercanía. Y cuando ella se disponía a salir él cogió su mano:
—Andrea sigo deuda con usted, ¿le gustaría un café?
—Adoro el café —sonrió tímidamente.
—Será un placer —añadió él, mientras cargaba sobre su espalda el bolso de Andrea.

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5 comentarios

  1. 1. Aaron Alessandro CD dice:

    Hola, Carolina.
    Me ha gustado mucho tu relato ya que es una lectura amena y “refresacante”. El ritmo en el que va me entretuvo mucho y los dialogos, en parte, son lo mejor.
    En vez de corregirte lo gramatical (que no creo que sea un gran problema) te diré comentarios un poco de lo que pensaba al leerlo.
    Que Andrea iba a tener algo con Martín y él iba a ser su paciente, probablemente.
    Y cumplió con las tres palabras: “Ascensor” (obviamente), “Diccionario” (mencionado) y la traición que si bien no está expresada con la palabra misma, se entiende que hay una “traición” por las decisiones que toma sin que su novio sepa. (Algo que no está mal).

    Bueno, lamento no haber podido decir algo que te ayude más como remarcar errores pero simplemente me ha gustado mucho lo que has escrito.
    Si puedes pásate por mi historia que es la número 70. Y saludos, sigue así. 🙂

    Escrito el 19 marzo 2016 a las 00:17
  2. 2. Paola dice:

    Hola Carolina

    El relato tiene buena estructura, un ritmo correcto un nudo y un desenlace.
    Se lee bien y se entiende todo.
    Hay algunos fallos en los tiempos de los verbos, mezclas algún presente con pasados y un error que probablemente haya sido de distracción: calló por cayó.
    La historia está bien pero le falta algo de fuerza para mi gusto, por ejemplo cuando él pierde la calma ella debería de ser más autoritaria para obligarle a contar.
    Los personajes son un poco planos, no tienen algo que les haga atractivos para el lector. Por ejemplo ella podría tener aspecto de niña, con gafítas redondas y coletas y cuando le grita al hombre que cuente con ella saca una fuerza de dentro que nadie podía haber imaginado dejando al hombre tan impresionado que la obedece sin rechistar. Si él va al psicólogo ponle cara de despistao, con un calcetín de cada color… no sé, son ejemplos nada más.

    He disfrutado con la idea de que la chica va por buen camino, un poco como nosotros que vamos mejorando día a día

    Nos leemos

    Escrito el 19 marzo 2016 a las 19:54
  3. 3. Nic-Is dice:

    Hola Carolina.
    Me gustó tu relato. No mencionaré asuntos formales, porque lo poco que encontré, ya te lo han mencionado. El personaje de Andrea me agrada por su realismo. Creo que todos los que hemos vivido un primer día en empleo nuevo sabemos lo que es. Y es interesante cómo ella descubre su fuerza interior en el momento de crisis.
    Creo que podría dar para una historia más larga. El hecho de que es su primer día de trabajo, y que acaba de conocer a Martín podría ser un prólogo a la historia de sus vidas.

    Escrito el 19 marzo 2016 a las 22:09
  4. 4. Dianet dice:

    Hola Carolina gracias por pasar por mi relato y me alegra muchisimo que te gustase 😉

    Tu relato esta muy bien escrito, no encontré nada en lo que te pueda corregir. Se nota tu nivel y es muy bueno, la historia gusta y los diálogos se entienden bastante bien. Enhorabuena.

    Un saludo.

    Escrito el 22 marzo 2016 a las 10:27
  5. 5. Diana Arnau dice:

    Hola Carolina,

    Como ya te dije, me alegra mucho que te gustase mi relato, gracias por pasarte.

    El tuyo está muy bien escrito, y como te han dicho en algún otro comentario, creo que podría ser un buen prólogo para la historia entre Andrea y Martín. Enhorabuena!

    Un saludo.

    Escrito el 22 marzo 2016 a las 12:36

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