La Luna brillaba hermosamente ese día. Blanca entre las blancas…
Los cráteres de su superficie denotaban misterio. El polvillo níveo se levantaba de vez en cuando y volvía a reposar, danzando sobre el terreno.
Lejos, a la distancia, se podía percibir el desplazamiento lento de muchos puntos. Iban de un lado a otro, moviéndose caprichosamente de cuando en cuando. En el medio del tumulto, había otro punto, pero mas quieto que los demás.
En realidad, inmóvil, excepto por algo que sobresalía por arriba de él, y buscaba ansiosamente por sus alrededores. Una mano y un brazo que, mientras la mano trataba de agarrar algo, el brazo lo llevaba de un lado a otro para hacerle llegar al tan deseado tesoro.
El miembro se detuvo. Ahora algo se movía en el extremo de su mano, como si quisiera escaparse. Demasiado tarde. El brazo se introdujo de vuelta desde donde salía. Un sombrero de copa.
Los aplausos retumbaron sobre toda la luna. Nadie pudo escuchar la ovación, excepto por un montón de conejos que saltaban por sobre los cráteres y sobre los llanos del satélite.
Otro día más en la luna…