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Fantasmas en la luna - por Paracelsus

Philip Armstrong, saltaba de cráter en cráter como si aún fuera un niño. La escasa gravedad lunar hacía el “milagro”.
«Parezco un canguro obeso», pensó Philip
—Louis, ¿Estás ahí, maldito sordo?
—¡Amigo, gritas como mi mujer!
—Hay una formación rocosa extraña. Vale la pena que le eche un vistazo.
—Tú y tus malditas piedras. Bien, ve a tu cita con la señorita Petra, que de seguro será tan parlanchina como tú.
—No son piedras. Son rocas. ¿Cuántas veces tendré que repetírtelo. Qué más se puede esperar de un taxista sobre calificado? —dijo Philip riendo.
Flexionó sus piernas para iniciar el salto. Repentinamente, el suelo se desmoronó bajo sus pies. Despertó a oscuras.
¿Cuánto tiempo había estado inconsciente? Temía la respuesta.
La adrenalina invadió su cuerpo y comenzó a hiperventilar.
—MIA, revisa el nivel de oxígeno.—Ordenó Philip al Módulo de Inteligencia Artificial.
—Oxígeno: 5%. Sistema de comunicaciones: fuera de línea. —respondió la computadora con voz sensual
—Siento informarle, comandante, que quedan quince minutos de oxígeno. De ser usted no haría planes para el fin de semana.—contestó MIA, con su voz artificial, llena de sarcasmo.
«¡Que imbécil! », pensó Philip. Recordaba cuando personalizó la computadora con la voz de su mujer. En aquel momento, Le pareció gracioso agregar también su sentido de la ironía. Ahora, estaba arrepentido.
—MIA, Inspecciona la cueva y busca posibles anomalías.
—Comandante, apuesto mis circuitos a que la cueva es artificial. Hay un túnel al fondo.
El pasaje era estrecho y estaba bloqueado.
—MIA, ¿de qué está hecha esta pared?
—98% Acero, 2% bronce. Además, detecto una cavidad interior.
«Una nave, sólo puede ser una nave»
—Comandante, quedan cinco minutos de oxígeno. ¿Empiezo a grabar su testamento?—dijo MIA.
—¡Sí, y te nombro mi heredera universal! ¡Localiza la entrada! —dijo Philip desesperado
Una cabeza de león hecha de bronce con un aro entre sus colmillos. «Me he vuelto loco» pensó Philip.
Giró el grueso anillo y una sección se abrió. Parecía el casco de un viejo trasatlántico.
Entró. Unos bombillos, que parecían sacados del museo de la electricidad, se encendieron automáticamente.
Al fondo halló una escotilla: «Tal vez habría aire respirable al otro lado»
Cruzó al siguiente compartimento. Era la sección principal.
—MIA, analiza la composición atmosférica. —Sentía la boca seca.
—Presión de oxígeno: 0 Pascal.
«¡Vacío total. Estoy muerto!»
—Quedan dos minutos de oxígeno, comandante.
Philip, entró en pánico. Dio una mirada a la nave que sería su tumba. Vio un compartimiento con las palabras: “Bouteille de plongée”.
—MIA, traduce eso. —Philip empezaba a ver doble.
—La traducción más apropiada sería: “Tanque de buceo”.
Encontró dos primitivos tubos de oxígeno. No tenía tiempo para pruebas. Tomó el adaptador de su tanque y lo conectó directamente a uno de ellos. Estaba a punto de caer inconsciente. Inspiró profundamente, quizá por última vez… El oxígeno lo revitalizó.
Empezó a recorrer la fantástica nave. Observó escaleras que conducían a los niveles superiores. Cuatro estatuas de mármol, representando a los dioses del viento, custodiaban el corredor.
Al final del pasillo, había una gran puerta de madera tallada y recubierta con láminas de oro. En su centro, una corona rodeada por hojas de laureles, bajo ella la letra: “R”
Philip, sintió que los vellos de su piel se erizaban. Recordó que cuando era un niño lo llevaron al palacio de Versalles. Su imaginación llenaba de aristócratas los grandes salones. Veía caballeros vestidos con Frac, zapatos negros, guantes de seda blancos y altos sombreros de copa. ¡Dios, como le fascinaban!
Los acordes del vals, las risas y el tintineo de las copas lo invitaban al gran salón para unirse a la fiesta. Había grandes ventanales que entregaban una soberbia vista de la superficie lunar.
«Una repentina rotura del casco. Todo terminó en segundos.», pensó Philip
Había cerca de cien cuerpos. El vacío del espacio los había momificado conservando los trajes intactos. Algunos estaban sentados, congelados en un último instante de alegría. Otros yacían desparramados como muñecos de porcelana.
Philip leyó en un lienzo: “Feliz año nuevo 1895”.
En el fondo del salón, un trono. El cuerpo que lo ocupaba era imponente. Sobre su cabeza y semejando una corona, el más espléndido sombrero de copa.
Al costado del trono, un soberbio retrato del rey con una inscripción.
—MIA. Traduce. —dijo Philip, con voz vacilante.
—Robur, el conquistador. Amo del mundo. Soberano de la luna.
De regreso al módulo, Philip aún oía las risas y los brindis. En sus manos llevaba el sombrero de copa. La corona del único rey de la luna.

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8 comentarios

  1. 1. Yoli dice:

    Hola Paracelsus.
    Ha estado bien el relato, hay escenas que son muy divertidas y en general bien escrito y buen final. Has tenido algun fallo sin importancia como:
    -¿cuántas veces tendré que repetírtelo. Qué más se puede esperar de un taxista sobre calificado?- Te has equivocado al no poner el signo de interrogación en la primera frase y en la segunda para mi, no hacía falta.
    -Has escrito trasatlántico cuando es transánlantico.

    Escrito el 17 abril 2016 a las 15:10
  2. Gracias por tu visita a mi mundo en extinción, Paracelsus. Tu historia de fin de año lunar en 1895 no te deja indiferente, me recuerda un poco aquellas historias de CF de la colección Asimov, con los colonizadores interactuando con robots en medios hostiles. En uno de ellos se produce una situación parecida, el protagonista tiene que ser rescatado por un androide, y otro se vuelve loco, no deja de girar hasta que lo aniquila el viento solar. Por cierto quiénes son los dioses de los cuatro vientos.
    Un abrazo lunar y literauta.

    Escrito el 17 abril 2016 a las 20:04
  3. 3. Paracelsus dice:

    Ja, JA: La respuesta:

    Viento del norte: Bóreas
    Viento del sur: Noto o Austros
    Viento del este: Euro
    Viento del oeste :Céfiro

    Escrito el 17 abril 2016 a las 20:14
  4. Por Eolo que nunca lo hubiera imaginado!, supongo que también te sabes los vientos de Vitrubio, aunque nunca llegaron a categoría divina. En uno de sus diez libros sobre arquitectura, trata Vitrubio el tema de los vientos, como fundamental para la salud y comodidad, en la planificación de una ciudad, de tal forma que los vientos no soplen por sus calles con fuerza, y menciona ocho vientos mayores y dieciséis menores. Los mayores se llaman Septentrio, Aquilo, Solanus, Eurus, Auster, Africus, Favonius y Caurus, y cada uno tenía sus propias características soplando a ciertas horas del día. De todos modos si crees que debemos adorar a estos dioses estoy dispuesto a hacer un sacrificio. Abrazo.

    Escrito el 17 abril 2016 a las 21:46
  5. 5. Tucci dice:

    Hola Paracelsus!

    Gracias por tu comentario! Vine a devolverte el favor.

    Me encanta tu relato! Además la idea es fantástica.

    Te recomendaría trabajar más las descripciónes, me ha quedado la duda de cómo es la nave realmente.

    Y lo segundo que te diría es que los “quince minutos de oxígeno” pasaron demasiado rápido

    Escrito el 20 abril 2016 a las 01:57
  6. 6. Vicente Ruiz dice:

    Hola Paracelsus.
    Me pareció muy interesante tu escrito.
    No soy un gran lector, pero te recomiendo que cuides un poco más las ideas del personaje; si es capaz de ser sarcástico al borde de la muerte, entonces eso debe de reflejarse en todo lo demás.
    También he encontrado que faltan unos puntos en las lineas 3, 17 y 59. Así como errores con mayúsculas en la 21 (momento, Le) y 23 (MIA, Inspecciona).
    En general es buena, lo que le falta sería que adentraras más al lector al estado anímico del personaje, algunas veces las descripciones abstractas ayudan.
    Gracias por escribir.

    Escrito el 22 abril 2016 a las 21:47
  7. 7. Sandra Adrian dice:

    Hola Paracelsus, gran relato!!

    Me ha gustado mucho la idea, el final mola un montón y eso que la ci-fi no es lo mío. Estoy gratamente sorprendida.

    Estaría bien que revisaras las descripciones como te indica Tucci, pero con la extensión que tenemos no es fácil.

    Buen trabajo, sigue así. Saludos.

    Escrito el 23 abril 2016 a las 09:09
  8. 8. Paracelsus dice:

    Muchas gracias por sus comentarios. Este me ha resultado el reto más difícil. Es más, casi no participo ya que no lograba escribir un relato que integrara: El lugar (luna) y el desafío (sombrero de copa), más allá de la simple mención anecdótica.
    Después de varios borradores, que no “cuajaban”, y que además superaban con creces las 750 palabras. Logré una historia con los requisitos solicitados. En ese momento, me vi enfrentado a la decisión de que ponderar más: La descripción, los diálogos, los personajes, el conflicto. Etc.
    Me hubiese poder destacar más la nave y sus ocupantes, ya que pensé en ellos como una metáfora de la futilidad de la soberbia humana. Ahí pensé en el Titanic, aquel palacio flotante, considerado insumergible. Me imaginé a todos aquellos aristócratas, gozando en un ambiente hedonista, sintiéndose semidioses. Hasta que la naturaleza o el destino los obliga, trágicamente a recordar lo vulnerables que somos.
    Gracias y nos seguimos leyendo

    Escrito el 23 abril 2016 a las 20:01

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