Anneke crepuscular - por SyVy

Anneke suspiró, se acarició su espesa y ensortijada cabellera pelirroja y miró al vacío. A la luz de la luna su dulce y pálido rostro contrastaba con su intensa mirada azul aguamarina.

En el firmamento se veían infinidad de estrellas que brillaban en perfecta asincronía. Las más grandes y perezosas y tardaban en completar su ciclo de intermitencia mientras que la celeridad de las más pequeñas la divertían.

– Ay mis chicas, qué alegres estáis hoy. Sonreía y mandaba un beso a ninguna parte.

Anneke desconocía el motivo de por qué estaba en la luna. Cada vez que despertaba en la superficie lunar nunca recordaba cómo había llegado aunque, en realidad, no le importaba;
adoraba estar allí. En ella brincaba, flotaba, volaba….y aquella calma impertérrita la tenía enamorada, lejos del agobio de los escenarios y las furgonetas de gira.

Lo que más le gustaba era tumbarse y ver lo chiquitita y maravillosa que parecía la Tierra desde su nueva perspectiva. Era entonces cuando cogía su blog, su lápiz y su sombrero de copa y, llena de positivismo, comenzaba el proceso de composición de las letras.
Anneke dejaba volar la imaginación, pensaba en 20 palabras hermosas que significasen algo para ella, las apuntaba en papelitos y las introducía en su sombrero de copa. De esa lotería habían surgido las mejores letras de su carrera.

En ocasiones permanecía estática varias horas, con los ojos entornados canturreando hasta que le venía la inspiración y se ponía a escribir las melodías. Las canciones más alegres eran las que escribía cuando paseaba por la cara visible de la luna mientras las más íntimas y hermosas nacían de los tristes y cadentes brillos que observaba en la cara oculta.

Cada vez que finalizaba una canción lloraba de emoción. Siempre había considerado sus letras como un pedacito de su alma, la manera más pura de mostrarse a los demás, más incluso que la propia intimidad que generaba el sexo.

La cantante llevaba un par de días sensible, aunque no sabía por qué. Tenía un nudo en el estómago y se sentía más cansada que en otros viajes astrales. Paseaba ensimismada por la superficie del satélite, con la desazón propia de alguien que intuye una amarga despedida….

La niña no paraba de llorar. Esto no podía estar pasándole a su madre. No era justo que tras tantos años tocando en tugurios de mala muerte, cuando la vida por fin parecía sonreírle, el destino se cebaba con ella.

– Ya cariño, cálmate. Ya verás como mamá se pone buena y en unos poquitos días nos vamos todos a casa. Dijo un hombre que intentaba consolarla sin éxito.

Miró la mesilla de noche. En ella se encontraba el sombrero de copa y el LP que había lanzado a su mujer al estrellato. En la portada aparecía una preciosa Anneke vestida de astronauta con el sombrero y podía leer " Anneke – to the moon and back " .

Las lágrimas le inundaban los ojos. Después de varias semanas sabía que la recuperación era casi imposible. Aquel cobarde que la había arrollado con el coche se había dado a la fuga. El diagnóstico era un hígado reventado y una familia destrozada. Los médicos habían hecho todo lo posible y su única oportunidad era un trasplante de hígado que nunca llegaría a tiempo. El hígado de la menuda cantante apenas podía trabajar y como consecuencia el amonio le provocaba largas y fuertes alucinaciones. Los pocos instantes en los que estaba despierta sólo sentía de dolor y permanecía ausente, como si aquella situación no fuera con ella. A veces balbuceaba y canturreaba gangosamente el tema que la había lanzado al estrellato, "Hope, Pray, dance, play" e inmediatamente volvía a quedarse dormida.

Su marido, le agarró la mano con ternura, sonrió tristemente, la besó y comenzó a susurrarle al oído el estribillo de su hit:

– " hope for me, pray with me, one day ill be fine. Dance with me, play with me until the end of time".

Cuando terminó sólo pudo llorar como un niño.

Anneke se encontraba mal. Le costaba flotar y las estrellas parecían estarse apagando se una a una. Estaba incómoda, ya no quería estar allí pero algo le decía que nunca abandonaría su paraíso maldito. Poco a poco empezó a perder fuerza. El oxígeno le faltaba pero no tenía miedo, sólo sentía una inmensa paz. En su cabeza resonaría para siempre voz de su marido deseando bailar con ella hasta el final de sus días.