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Audra, la diosa de la tormenta - por LWTRL

Web: http://llecumbest.wordpress.com

El autor/a de este texto es menor de edad

Sir Jonh Drake se encontraba a orillas de un inmenso lago, acompañado de su fiel compañero, el loro Wako. Estos dos piratas eran los únicos miembros de su tripulación, y se dedicaban a buscar tesoros y saquear antiguas ciudades en busca de viejas reliquias.
Hacía poco tiempo, habían oído hablar a dos ancianos ermitaños mientras buscaban monedas de oro en una playa. El más viejo había dicho que, en las profundas aguas del lago negro, sepultada por la arena, se encontraba la famosa ciudad perdida de Emas.
—¿Recuerdas lo que dijo el anciano, Wako? —preguntó el pirata de barba escarlata—. “Y según cuenta la leyenda, en el museo hay una habitación secreta que guarda el cetro de Audra, la diosa de la tormenta”.
El loro, que estaba posado en su hombro mirando la enorme extensión de agua negra que se cernía sobre ellos, habló.
—¡Peligro! ¡Peligro! ¡Mensaje! ¡Mensaje!
—Sí, sí. Lo sé. Postino, el dios cartero, nos dijo que no nos adentrásemos en estas aguas. Pero piénsalo, con ese bastón, seríamos insuperables —le dijo al pájaro.
Los diminutos ojos del ave brillaron al oír las palabras de su amo.
—¡Poderosos! ¡Poderosos!
—¡Sí! Seremos muy poderosos. Ahora vamos al barco, si las coordenadas que tenemos son correctas, deberíamos detenernos en el centro del lago y sumergirnos allí.
Llamar barco a aquello era un poco exagerado. Era más bien una pequeña balsa construida con cuatro maltrechos troncos de palmera, atados entre sí con cuerdas. La vela estaba confeccionada con la ropa interior del abuelo de Sir Jonh Drake, el conocido capitán Sir Francis Drake. Y los remos eran hojas anudadas a recios palos de madera.
Tanto hombre como loro subieron a la balsa. Wako se acomodó en la vela y dejó a su amo remar, lo cual era un poco difícil, ya que las hojas de palmera se doblaban cada vez que rozaban el agua.
—¡Wako! Loro incompetente… ¡Debería atarte a una cuerda y hacer que tiraras del barco!
—¡Imposible! ¡Imposible! —soltó el animal—. ¡Wako pequeño! ¡Balsa grande!
—Ya… claro… —dijo jadeando el pirata—. Pero luego querrás… que te compre… una hamaca.
—¡Hamaca! ¡Hamaca!
Sir Jonh Drake suspiró. Ese pequeño loro le atacaba los nervios. Soltó los remos para tomarse un descanso.
—¡Eh animalucho! Sube arriba y comprueba la distancia a la que estamos del centro del lago.
El ave se desperezó y agitó las alas para alzar el vuelo. Subió y subió hasta que estuvo a unos cuantos metros del suelo. Avanzó un poco y de repente se detuvo y empezó a volar en círculos sobre el agua. El pirata cogió los remos y los usó con fuerza, llegó junto al loro en un abrir y cerrar de ojos. Entonces se percató de que el pájaro estaba gritando algo.
—¡Atrás! ¡Peligro! ¡Atrás! ¡Peligro!
El hombre no tuvo tiempo de contestar, una enorme ola lo empapó y lo envió casi al otro extremo de la balsa. Cuando se levantó, pensaba que se había quedado inconsciente y estaba teniendo una desagradable pesadilla, pero enseguida se dio cuenta de que no era así.
Ante sus ojos se hallaba la mayor serpiente marina que jamás había visto. Una criatura completamente negra con unos espeluznantes colmillos y unos brillantes ojos color sangre. Sobre la criatura se arremolinaban nubes de tormenta.
—Soy Audra, —dijo alargando la s— la diosa de la tormenta. ¿Quién eres tú, mortal?
El pirata temblaba de arriba abajo. Ahora entendía porque Postino les había dicho que no debían intentar conseguir el cetro de la diosa, porque ella estaba allí para custodiarlo. Tenía mucho miedo, pero si mostraba debilidad, no tenía ninguna duda de que Audra acabaría con él. Se envalentonó y dio un paso al frente.
—¡Soy Sir Jonh Drake! —gritó—. ¡Y vengo para conquistar el poder de las tormentas!
—¿Y qué te hace pensar que eres merecedor de mis dones? —El patinar de la s le hacía ponerse aún más nervioso, si era posible.
—¡Porque soy un pirata! ¡Yo siempre consigo lo que quiero!
La serpiente se echó hacia atrás. Al hombre le dio la sensación de que se estaba preparando para atacar.
—¿A sí? Pues esta vez no vas a conseguir tu tesoro, Sir Jonh Drake.
Estaba en lo cierto. La criatura se abalanzó sobre la balsa, y entonces, Sir Jonh Drake, hizo lo único que le pareció sensato en aquel momento. Cogió carrerilla y saltó al lago.

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5 comentarios

  1. 1. Paco Gijón dice:

    Hola LWTRL, muy ameno tu relato, me ha situado en el tiempo y en el espacio desde el primer momento, muy hábiles los diálogos con el loro, lo único que hecho de menos es un final más cerrado, pero entiendo que esa era tu idea, un continuará…

    Escrito el 17 mayo 2016 a las 20:46
  2. 2. LWTRL dice:

    Hola paco.

    Gracias por tu comentario. En efecto, esa era mi intención, dejar un final abierto en este relato.

    Escrito el 17 mayo 2016 a las 22:39
  3. 3. María Kersimon dice:

    Hola, LWTRL,
    Te comentob ya que estoy tres puestos más arriba. Has escrito un texto muy entretenido. Concederle personalidad al loro es un buen recurso y este loro Parlanchin parece tener más de un truco en el zurrón.¡,¡Menudo pájaro!! Me encantó la vela hecha con la ropa interior del abuelo y la necedad de Sir John (la h va en medio) que va a remar con hojas de palma y trata de incompetente al loro. Muy vívido y ágil el relato. Tienes futuro como escritor así que continúa. Un saludo.
    P.D. No podrás leer mi relato, jeje.

    Escrito el 19 mayo 2016 a las 19:07
  4. 4. beba dice:

    Hola,LWTRL: Un relato re-bonito, como dicen algunos argentinos.Mucho humor bien organizado, fantasía notable, y buena construcción. adelante.
    El mío es el 187.

    Escrito el 20 mayo 2016 a las 02:20
  5. 5. LWTRL dice:

    Hola a todos.

    Gracias por vuestros comentarios, me alegro de que os haya gustado mi relato, por supuesto que me pasaré por vuestros relatos.
    Y gracias por las correcciones, jeje.

    Escrito el 20 mayo 2016 a las 08:21

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