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La insoportable avidez del desierto - por Paco Gijón

Anochecía cuando llegamos al aeropuerto internacional de Luxor. Nuestro vuelo de regreso salía en una hora. Apenas tuvimos tiempo para facturar nuestro equipaje y despedirnos del equipo local de arqueólogos. El profesor Gelabert y Mauricio viajaban en los asientos de delante. A mi me tocaba ventanilla pero me ofrecí a cambiar mi asiento con Carlota. A principio rehusó. De todas formas poco podía verse desde el interior de Boeing 737 de regreso a Barcelona.
-Puedes encender la luz de lectura, si te apetece –dijo Carlota.
-No, gracias, creo que echaré un sueñecito -respondí.
Carlota reclinó el asiento, extendió los brazos a lo largo del cuerpo y cerró los ojos. Antes de dormirse se quitó las sandalias y posó sus pies desnudos sobre la moqueta.
Yo también cerré los ojos pero el sueño no venía. Estaba demasiado excitado por los últimos acontecimientos. La campaña de excavaciones había sido un éxito. En el interior de una sala aún no explorada habíamos encontrado objetos del Imperio Antiguo (c. 2700-2250 a.C.). Las pequeñas estatuas, ánforas y otros objetos de uso cotidiano estaban extrañamente ordenados. Junto a estos objetos había restos humanos de épocas posteriores. Podían ser saqueadores de tumbas del Periodo Helenístico o Romano.

Después del recibimiento entusiasta en el Nuevo Museo Arqueológico, comenzamos a clasificar las piezas que el gobierno de El Cairo nos había cedido en pago a nuestros trabajos. Habían llegado en avión perfectamente embaladas. Al abrir las cajas nos sorprendió cierta cantidad de arena. Echamos la culpa a la negligencia de los ayudantes locales a la hora de empaquetar el material.
El Nuevo Museo Arqueológico situado la provincia de Tarragona, era un edificio de dos plantas, resuelto en ladrillo cara vista y hormigón corrugado. En su interior se alternaban las estancias de diferentes dimensiones conectadas por galerías con bóveda de cañón.

El profesor Gelabert delegó en Carlota y en mí para que nos ocupáramos del material: estudio, clasificación, datación y catálogo, esa era la tarea. Después, él haría una selección de los objetos más significativos para ser expuestos. Los plazos eran ajustados.

El sótano del museo pasó a ser nuestro hogar. Mi apartamento en el pueblo cercano era solo la guarida accidental a la que iba para dormir y cambiarme de ropa. Carlota y yo trabajábamos horas y horas en aquel silencio compacto. Me agradaba su compañía, su sonrisa abierta y el libro cerrado de su vida, que para mí seguía siendo un misterio. Hacíamos pausas para comer en la cafetería y para subir a la terraza. Cuando las jornadas se prolongaban más de lo razonable, hacíamos un descanso in situ. Ella desplegaba sobre el suelo del laboratorio una esterilla mullida y hacía ejercicios de relajación. Yo me sentaba en una esquina y contemplaba su perfil apenas dibujado en la penumbra.

Una tarde del mes de septiembre se desató una tormenta seca. Primero llegaron los relámpagos, luego el estruendo de los truenos, y luego nada. Cuando salimos a la superficie vimos que el museo estaba parcialmente sepultado bajo la arena. El terreno colindante, agreste y reseco, mostraba amenazantes dunas móviles. En aquellos días se debatía sobre los peligros del cambio climático. Había opiniones para todos los gustos, desde los que minimizaban el problema hasta los que auguraban un corto y catastrófico futuro para el planeta.

Durante las semanas y meses siguientes, las tormentas de arena fueron en aumento. El museo cesó su actividad pública, solo quedaba la plantilla profesional y algún vigilante. Un cartero, abriéndose paso entre las dunas, trajo un telegrama de Gelabert. Estaba en Escocia estudiando unos dólmenes, pero volvería para la exposición. No le creí en absoluto. Carlota seguía empeñada en clasificar, datar, catalogar… Las tormentas rabiosas nos cercaban. La arena crecía por las esquinas del laboratorio. Una tarde, al terminar la jornada, tuvimos que cavar un túnel para salir. Estábamos sepultados por montañas de arena. Otra tarde más y ya no había salida posible. Decidimos permanecer allí hasta que vinieran a rescatarnos. Saqueamos las neveras de la cafetería hasta agotar las existencias.

Carlota había hecho de su trabajo su vida y de su vida una misión en la que triunfar o perecer.
-Voy a catalogar todas estas piezas –me dijo –aunque sea lo último que haga en esta vida.
-Glups –me tragué mis palabras mientras masticaba arena.
-Solo siento no haber podido despedirme de Alfredo.
-¿Alfredo? –pregunté con tristeza. Su novio, su padre, su hermano… pensé.
-Alfredo es mi loro, pobre solito en su jaula.
Tragué saliva y respiré. En aquel instante acepté nuestro trágico destino. Nunca hubiera soñado estar tan cerca de ella.

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6 comentarios

  1. 1. María Kersimon dice:

    Hola Paco,
    Una historia bien escrita, ya que el estilo, la gramática y el léxico son correctos y es difícil encontrar algo que corregir. El tema te permitió incluir todas las palabras que tocaba y cumplir con el reto. ¿Es literatura fantástica o realista? Al principio uno espera, tal como avanza la historia, una trama realista, quizás romántica y luego eso se transforma en una historia fantástica que parece describir el resultado de un encantamiento – la maldición del faraón o algo así – sin que quede suficientemente aclarado ( en mi opinión). Al final creo que paga más decantarse por un género o por otro y no permanecer en la ambigüedad. Ojo, que es una opinión personal. Se que todo el texto es hiperracional y luego surge esta invasión de arena de la nada ( bueno de un puñado que llegó en el paquete) y hemos de suponer que tiene poderes mágicos. ¿Por qué? No introduces esta onda. Vienes de lo racional. Yo no entro en esa onda porque no me has ido preparando. ¿La arena está invadiendo sólo el museo o la ciudad, o el mundo entero? ¿Tiene que ver con un embrujo o con el cambio climático?…y lo de querer morir por amor al oficio, menos todavía. Y el otro al que no le importa morir si es al lado de la chica… Pero si no han tenido ni un roce todavía, como va a ser tan quijotesco? Y el sinvergüenza de Gelabert, menudo pájaro. Creo que el argumento queda bastante cojo por su falta de coherencia. Perdón. Tu también podrás criticarme si quieres. En resumen, encuentro: redacción de buena calidad, falta de definición del género y falta de coherencia en el argumento. Aparte de esto hay un trabajo muy cuidado, una buena redacción, un buen léxico, pulcritud … todos ellos ingredientes fundamentales para una buena escritura, y tu ya los posees. Ojo con las repeticiones ( sepultado bajo la arena, y muchas veces la palabra arena). Creo que tienes muchas posibilidades de hacer un buen trabajo si trabajas los argumentos. Un saludo y sigue escribiendo.

    Escrito el 18 mayo 2016 a las 21:57
  2. 2. Paco Gijon dice:

    Gracias por tu comentario María. En efecto el relato empieza como una narración realista detallada, aséptica casi, para luego ir llevando al lector a un territorio más incierto: fantástico en parte y romántico, desde luego. Quizá en un relato corto la transición es demasiado brusca. En cuento a la relación “platónica” de los personajes… son misterios del alma humana ¿no te parece?

    Escrito el 19 mayo 2016 a las 12:09
  3. 3. Gama dice:

    Saludos Paco!

    Me ha gustado tu texto y como ya te hadicho María, está muy bien escrito. Como has mencionado tú, tal vez la estructura breve del relato no te permitió dar más detalles acerca de cómo es que la arena empezó a invadirlo todo, sin embrago yo creo que es un buen ejercicio, sin duda creo que al desarrollarlo tendrías un excelente resultado.

    Suige escribiendo.

    Escrito el 19 mayo 2016 a las 16:00
  4. 4. Paco Gijón dice:

    Gracias Gama, por tus palabras, considero estos relatos un ejercicio para hacer mano y los comentarios muy aprovechables. Me gustan los relatos con cierta dosis de misterio y sorpresa por lo que evito dar demasiadas explicaciones, aunque quizá confíe demasiado en el conocido efecto de «suspensión voluntaria de la incredulidad», jeje. Me sigo leyendo y corrigiendo.

    Escrito el 19 mayo 2016 a las 16:54
  5. 5. Beatriz dice:

    Excelente…entretenida, me mantuvo en suspenso casi todo el tiempo…lo del loro al final no me gustó mucho…todo estaba tan misterioso y serio que lo “tragicómico” me hizo ruido.
    Namasté

    Escrito el 22 mayo 2016 a las 08:07
  6. 6. beba dice:

    Hola, Paco:
    Para no volver a repetir todo lo expresado por los comentaristas, aplaudo la elegancia y pulcritud de tu escritura. Adelante.
    Mi texto, 187.

    Escrito el 25 mayo 2016 a las 21:51

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