Intrusos en el museo - por R.J

Peter logró colarse por una ventana estrecha de la planta baja y caminó a tientas hasta que divisó una figura corpulenta en la oscuridad. Parado frente los famosos girasoles de Van Gogh, estaba la razón por la que había dejado la comodidad de su cama.

-Comenzaba a creer que no vendrías-Dijo Daniel a modo de saludo.

-¿Y perderme la oportunidad de entrar a hurtadillas al museo de arte a las tres de la mañana?

-No hacía falta el sarcasmo.

-¿Vas a decirme que hacemos aquí?

-No se necesita una razón para venir a contemplar la bella creación de estos artistas-Al ver que Peter retrocedía para irse lo sujetó del hombro-¡Está bien! ¡Está bien! La verdad es que no vinimos a ver cuadros.

-No me digas-Respondió Peter burlón.

-Le aposté a alguien que me colaría en el museo por la noche-Daniel titubeó-Necesito el dinero.

Peter estaba acostumbrado a escuchar a Daniel decir aquella frase “necesito el dinero”, lo cierto es que no lo necesitaba realmente; su padre sí. El padre de Daniel había perdido todos los ahorros de su familia en el casino. Daniel quedó en silencio y Peter no preguntó más.

Después de lo que a Peter le parecieron diez minutos, Daniel rompió el silencio: -Necesitamos algo como prueba… ¿crees que estos cuadros pesen mucho?

-¿Te volviste loco? Bastará con una foto en la que se vea el reloj-Contestó apuntando un reloj con borde negro que había entre dos cuadros que no logró reconocer. Y buscó el móvil en el bolsillo delantero de sus jeans.

Daniel abrió la boca para rebatir la idea pero ante la mirada fulminante de Peter optó por cerrar la boca y pararse frente al reloj.

Atravesaron el pasillo con facilidad gracias a la linterna que Daniel le había birlado a su hermano menor y se detuvieron frente a “la última cena” de Da Vinci, a menos de un metro de la ventana por donde Peter había entrado.
Al ver la ventana a Peter se le ocurrió algo que hasta el momento no había pensado.

-¿Por qué no sonó la alarma cuando forcé la ventana?

-Conozco a uno de los de seguridad, le pedí que la desactivara-Daniel hecho una mirada nerviosa al reloj de su móvil-Nos quedan diez minutos antes de que vuelva a activarla. Yo salgo primero.

Cuando Daniel levanto la pierna para pasarla por la ventana los ojos de Peter se desviaron a la arena mojada que había en sus zapatos y pensó en las pisadas que seguramente había dejado su amigo por el pasillo.
“Una vez que crucemos la ventana estaremos a salvo” se repitió a sí mismo como si fuese un mantra, pero lo cierto es que el corazón de Peter siguió acelerado mucho después de que atravesaran el jardín del museo corriendo.