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inclemencias del un martes - por conchi

El olor a humedad invade las casas. Atufa el lugar cerrado. Desde abril no ha parado de llover. Si al menos se pudieran dejar abiertas las ventanas, el aire secaría esta humedad. Pero las ventanas son de adorno. Las persianas están desajustadas por los zarandeos de la tormenta borrascosa. Todo comenzó en la fila aquel mates de noviembre. Que fastidio de lluvia. Nos dijimos que no había que desesperarse, que pronto encontraríamos algo. Por fin entramos en el portal, con los papeles en la carpeta cerrada con gomas, dentro del sobre tamaño folio, que todavía olía a nominas añejas. De momento solo teníamos una obligación, esperar en la fila y resguardar los papeles originales bajo la cremallera de la cazadora de cuero y los abrigos de pana. Los pañuelos de celulosa nos ayudaban a limpiarnos el agua de la cara, que no sirven de mucho, se empapan antes de llegar al rostro. Consultamos el reloj que marcaba la crítica hora de cierre. Solo estábamos a unos pasos de conseguirlo. La fila se extiende hasta el infinito tras nuestro. Las horas se hacen interminables. El chisporrotear se escucha en los patios de luces lloviendo sobre mojado. Hemos salido a horas nocturnas de casa para aprovechar el día. Entregar los papeles y, tener un poco de ocio. Solo nos quedan dos personas delante. Llevamos seis horas en la fila. El reloj acaba de marcar las tres de la tarde. Delante de nuestras respetadas narices, se echa el cierre hasta mañana. Tenemos dos opciones, acurrucarnos en el portar para no perder la fila, o madrugar mañana para volver hacerla. Decidimos irnos a otra fila, con este día de lluvia lo ideal es terminar en un buen Museo. Caminamos a nuestro ritmo, aunque el cielo no despejaba. Se había contenido, pero un viento desagradable se había hecho paso zarandeándonos. Pero no nos importaba, Cuantas veces habíamos ido al trabajo, con viento; con lluvia; y hasta granizo, Calándonos hasta los huesos. Conseguimos llegar. Al situarnos en la fila, la primera gota cayó en la cabeza, resbalando por la frente, la limpie con la manga del abrigo. La fila era cortita, solo tres personas había delante de nosotros. Una de las señoras no paraba de hablar, su nariz y su tono de voz era como un loro. Por fin entraron. La lluvia se iba animando. Abrimos los paraguas. Las ráfagas de aire, se movían con tanta violencia que nos volvían los paraguas, las plantas de los jardines se doblaban hasta pegarse en la arena que adornaban sus bajos. Hemos salido a horas inusuales de casa para disfrutar del ocio, con la ilusión de no esperar turno ante la oficina de empleo, ni en museos ni espectáculos. Pero, parece que todos hemos pensado igual, y riadas de gente caminan de un sitio para otro, con las cabezas gachas ocultando el rostro de las ridículas gotas que empapan el rostro. Malgastamos las fuerzas, luchando con paraguas abiertos convertidos en retales de tela, desnudando las varillas arrancadas, por los soplidos huracanados, que se hacían fuertes en esas calles estrechas. Por fin pudimos entrar. Señoritas uniformadas iban recibiéndonos. Una de ellas se dirigió a nosotros. Como el cartero repartiendo correspondencia, saco unos folletos de la cartera que colgaba de su hombro, entregándonoslo en mano. Un mapa; fotografías de los cuadros más relevantes; una corta biografía de los pintores que exponen en las diversas salas. El olor de ambientadores cortaba la respiración, haciéndose difícil el resistir erguidos delante de una obra. Presentamos nuestra queja a una de las señoritas con pinta de cartero. No había ambientadores, sino las diversas colonias de los propios visitantes. Decidimos regresar a casa, el cansancio nos estaba venciendo. Ese largo martes sería difícil poder olvidarlo. El paraguas descansaba en el contenedor que se encontraba al final de la calle. De nuevo fuera, advertimos que lucía un sol engañoso, que presagiaba templanza, huía tras los tejados eclipsándose. Pero ya no nos interesaba. Caminábamos con lentitud. Las gotas frías que resbalaban, desprendidas de cornisas y canalones, arrastrando la suciedad de las fachadas, desprendiéndose algunas de ellas cayendo sobre nuestra frente. Rebuscamos el pañuelo de celulosa en los bolsillos, secándonos la gota y mirando el agua creciente en los charcos, llegamos a nuestro destino.
Desde la mecedora repasamos la vida, la vida a secas. Aún teníamos ánimos para conversar. Ánimos y nervios. Con los brazos cruzados sobre el pecho, contamos las filas que con frecuencia habíamos aguardado, Y las experiencias vividas en ellas.

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8 comentarios

  1. Hola Conchi,

    Creo que tu relato tiene una idea muy profunda, según me ha parecido entender. Personas en el paro esperando inútilmente para que al final les den con la puerta en las narices.

    Las imágenes que “pintas” con tus palabras son muy bonitas, me han gustado mucho.

    Lo que no ha acabado de cuadrarme es que después se fueran al museo, a parte de para introducir la palabra clave para el tallar. Ha quedado un poco forzado, en mi humilde opinión.

    A mi parecer le faltan espacios a la estructura. Es un único bloque de texto, sin párrafos, sin diálogos. Resulta algo denso de leer. Yo probaría a darle más aire, a ver qué sale. 🙂

    Espero que mi comentario te sirva de ayuda.

    Pásate por mi texto (es el número 23 “VAN A ENCONTRARTE” https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-35/5655) y si quieres, me dejas un comentario 🙂

    Espero seguir leyéndote, creo que tus descripciones transmiten mucho.

    ¡Nos leemos!

    Aina Pons Triay
    ainaponstriay.wordpress.com

    Escrito el 17 mayo 2016 a las 18:53
  2. 2. merchylam dice:

    Hola Conchi,
    Efectivamente la idea que querías trasmitirnos es buena, pero cómo leí hace poco en un libro que me recomendaron hace poco aquí en Literautas, si lo que escribes es sobre una idea está se haya camuflada por una extensión de descripciones que no conducen a ningún lugar. No hay emoción, es como un discurrir sin que pase nada, solo la lluvia como símil de la tristeza.
    Además hay falta de concordancia verbal. has pasado del pasado al presente en varias ocasiones desajustando el relato.
    Hay también algunos fallitos más de falta de repaso que de otra cosa como;
    atufa lugar cerrado- Le falta una “a”
    mates de noviembre
    La fila se extiende tras..- mjeor se extendía detrás
    Portar-portal
    Museo- en minúscula. Iría en mayúscula si fuera un museo en concreto.
    Tras una coma, has puesto mayúscula en , Calandonos hasta los huesos.
    “El viento se había hecho paso” es una construcción que chirría.
    “Paraguas” lo has usado dos veces, pero sobre todo muy seguidas.
    Arena y loro entran con calzador, y hasta yo diría que museo también porque es cierto que después de estar en la fila del paro, irse a un museo no resulta muy creíble.La frase en la que mezclas la fila del paro, con los museos y los espectáculos quiere dar a entender una justificación que sigue sin ser creíble, hasta ocurre que como se lea deprisa no se entiende.
    Tampoco lo de tormenta borrascosa es apropiado. no por tormenta sino por borrascosa.
    En definitiva, un texto demasiado denso que fuera de las bonitas imágenes que creas, eso sí, no aporta nada. No es una historia, es una descripción.
    Aún así, se entiende bien, está relativamente bien escrito. en ese sentido solo te ha faltado repasarlo y limpiarlo bien, pero no te desanimes en absoluto, esto nos pasa a todos alguna vez o más incluso. Y lo que mejor tienes es esa vision de lo que tu ves, esas imágenes tan precisas a modo de cámara. Solo tienes que trabajarlas más.
    Estoy con mis fallos también en el 22.
    Un saludo

    Escrito el 18 mayo 2016 a las 01:16
  3. Hola, conchi:
    El tema es muy potente, una realidad social. Lo sentí algo denso, las descripciones muy buenas, pero me quedé sin impacto.
    Quizás algún diálogo. También, creo que podías agregar un conflicto personal, de ese momento y de los personajes de la cola.
    Bueno solo una idea.
    Un saludo.

    Escrito el 18 mayo 2016 a las 19:57
  4. 4. Laura dice:

    Hola Conchi.
    Al igual que Liliana, tal vez agregarle un toque que presente la situación de los personajes, algo de su historia, sentimientos, suelos, ilusiones,no tan sólo un pasar de un lugar a otro, que la hace un poco plana.
    Es tan sólo mi parecer.
    No creo que muchos usaran el loro para referirse a una nariz.
    Sigue escribiendo.El enfoque es original

    Escrito el 19 mayo 2016 a las 11:14
  5. 5. Conchi dice:

    Muchas gracias a todos por comentarme. me han resultado muy valiosos vuestros comentarios. Yo sabía que me había quedado un tanto simple, !Bueno, así lo califico yo! Sabía que tenía que retocarlo, pero me impacienté y lo envíe, lo cierto es que el tiempo es valioso, y a veces no tenemos tanto. Tendré en cuenta vuestros comentarios. Muchas gracias. Os leeré y os comentaré. Gracias.

    Escrito el 21 mayo 2016 a las 08:59
  6. 6. Beatriz dice:

    Creo que los párrafos son muy largos, pero el esfuerzo amoroso da frutos
    Námaste

    Escrito el 23 mayo 2016 a las 16:35
  7. 7. Jisaen dice:

    Hola Conchi,

    La última parte “Caminábamos con lentitud…” Justifica la historia.
    Creo que tienes en manos una linda historia que podrias contar puliendola un tanto.. Las descripiones largas me perdieron un poco y creo que debido a lo limitado de la cantidad de palabras que el taller nos permite, podrías haber capitalizado mejor la relación de la pareja y sus desventuras. Por ahi faltaron algunos acentos, cuidado.

    Felicitaciones

    Jisaen N° 67

    Escrito el 25 mayo 2016 a las 01:44
  8. 8. María Esther dice:

    Conchi tu relato es agobiante, provoca fatiga, parece que por momentos te faltara el aire.Pero es un efecto interesante si realizas tremendo esfuerzo para buscar trabajo.Ahora la visita al museo me desconcierta.
    Me gusta la lluvia persistente, el viento,contrarrestado con el empecinamiento de luchar contra ellos a pesar del cansancio.Para mi es lo más valioso que encuentro en el relato, ese no dejarse vencer, persistir, mantener la esperanza…
    Saludos. Maritel 65

    Escrito el 29 mayo 2016 a las 03:06

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