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El regalo secreto - por Darkos

―¡Abue, abue, ya llegué! ―dijo el pequeño Camilo mientras bajaba a toda prisa las rústicas escaleras que llevaban al sótano.
A sus nueve años, no había nada que emocionase más al niño que ir a visitar a su abuelo. Camilo tenía una conexión con él que no compartía con nadie más. Ni siquiera con sus padres.
―Tranquilo mijo ―decía José mientras veía a su nieto casi caer de las escalas por la velocidad que traía―. Recuerda que ya te has caído antes y tus padres me terminan echando la culpa a mí.
Camilo abrazaba a José y al tiempo le preguntaba: ―¿Qué vamos a hacer hoy abue?
―Bueno, hoy te tengo algo diferente ―mencionaba José en voz baja―. Un regalo.
―¿Un regalo? ¿Y qué es? ¿Un juguete?
―No exactamente mijo. Es algo muy especial pero debes prometer que no le contarás a nadie. Será un secreto entre tu y yo.
―Listo abue. Será nuestro secreto.
El anciano y el chiquillo cruzaron entre ellos los dedos meñiques, sellando así un pacto de la más alta seriedad.
―Ahora sí. ¿Qué es lo que me vas a dar?
―Es esto. Ahora es tuyo.
José le presentaba al infante un frasco de vidrio lleno hasta la mitad con lo que parecía ser arena.
―Qué gracioso abue. ¿Por qué me regalas un tarro con tierra?
―No es tierra mijo. Se trata de un tesoro muy especial. Son restos de la arena de la tumba de un faraón. Tiene un poder increíble. Yo estaba allí cuando abrieron la tumba y ya sabía lo que debía hacer. La recogí, la guardé e hice lo que el mago me había dicho. Cada diez años tomo una cucharada de esa arena, la vierto en un vaso grande con agua lluvia y me la tomo.
La cara de Camilo era de asombro total. Le resultaba fascinante aquella historia.
―Abue, ¿pero no guardan todas esas cosas en el museo?
―Sí pero yo la pude guardar porque era parte de la gente que encontró la tumba.
―Abue, ¿y para qué te sirve tomarte eso tan feo?
―La expedición que encontró la tumba fue hace noventa y cuatro años. Y yo tenía cuarenta cuando participé.
―Osea que ―exclamaba Camilito con duda mientras intentaba vanamente hacer cuentas con sus dedos.
―Eso quiere decir que tengo ciento treinta y cuatro años mijito.
―Nadie vive tanto abue. Eso es mentira.
―No lo es querido nieto. Y como yo ya he vivido lo suficiente y te he encontrado a ti, que tienes un corazón tan hermoso, quiero que vivas mucho, mucho tiempo.
Luego de más de dos horas de seguir conversando sobre aquella fabulosa fórmula de la juventud, Camilito salió del sótano, guardó el frasco y se dispuso a almorzar.
―¿Y por qué estás tan contento? ―preguntó Gustavo, el insoportable hermano mayor de Camilo.
―Yo estoy normal. Nada me pasa ―dijo Camilo con una sonrisa en su rostro.
―Mmm, no sé. Estás raro. ¿Qué te dijo el abuelo?
―No me dijo nada. Ya déjame.
―Ya sé. ¿No será que te echó ese cuento ridículo de la arena que lo mantiene joven?
El rostro de Camilo se transfiguró en una mezcla de decepción e incredulidad.
―Mira tu cara, pareces un fantasma ―decía Gustavo mientras reía a carcajadas―. No puede ser. ¡Qué tonto eres! Ese mismo rollo se lo cuenta a todos en la familia. Mi papá me dijo que también se lo había dicho. El abuelo se está deschavetando.
―Eso no es cierto ―respondía Camilo indignado―. Lo que dice abue es verdad.
―Tú sí eres más bobo que todos. ¿No ves que nadie puede tener todos esos años que él dice que tiene? Son cosas locas que dice porque está viejo.
―¿Pero por qué hablas así? ¿Es que tu nunca te tomaste el vaso de arena y te sentiste mejor?
―Ese es precisamente el truco, bobito. Él solo muestra el frasco. Nunca le da a nadie de la arena esa. Dice que sólo se lo dará un día a quien lo merezca. Así es como cree que nos va a tener rogándole por un puñado de la tierra horrible que tiene en el sótano. ¡Viejo tonto!

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5 comentarios

  1. 1. Isaac dice:

    Te felicito, de verdad, Darkos. No sé si en esta comunidad seas ya un veterano, o al menos tengas algo de experiencia escribiendo, pero esas son las sensaciones que me dejas al leer este pedazo de relato.

    ¿Usaste la palabra museo? Creo que no ¡Y a quién le importa! Tu relato exuda por todas partes una calidez, ternura; era como si el abuelo me hablara a mí, casi pude oír su voz muy cerca de mí hablándome de su historia que yo sí le creí. Luego el hermano. . . se hace odiar solo, jaja. Muy buenos personajes.

    Esos diálogos tan cercanos y que se sienten tan reales; me encantan.

    No puedo señalar ninguna falta, ningún pequeño error; me parece que todo está escrito de una forma muy limpia y clara.

    De verás quisiera ser capaz de transmitirte todo lo que iba sintiendo mientras te leía, pero es que es algo irónico que yo sea capaz de intentar escribir relatos aquí y que no pueda explayarme del todo en mis opiniones. Obviamente no soy crítico ni intento serlo, así que esto es lo mejor que pude.

    Gracias por crear un bonito relato y por hacerme pasar un buen momento leyendo.

    #83 si te interesa.

    Escrito el 18 mayo 2016 a las 04:02
  2. 2. Carlos S.M dice:

    En cuanto a ortografía tengo mucho por aprender aún, solo comentaré el relato.

    Estoy empezando en este mundo tanto de la lectura como de la escritura, la sencillez del relato a la hora de leer es de diez, de verdad te lo digo que me ha encantado, y ya estaba haciendo mis cálculos de las edades, no podía ser abuelo con tanta edad, ya luego se entiende todo. Repito que me ha gustado muchísimo, una idea sencilla pero genial contada y muy imaginativa. Este relato tengo la sensación que se te queda en la cabeza, felicidades.

    Escrito el 20 mayo 2016 a las 19:36
  3. 3. drow_jack dice:

    Hola, Darkos.
    Primero de todo agradecer tu comentario en mi relato.
    Has felicitado mi habilidad con los diálogos, yo debo hacer lo mismo. Lo llevas por la mano.
    Has escogido el nivel fácil de la escena, solo la necesidad de usar arena y museo, pero has cumplido decentemente.
    El contenido es tierno. Los diálogos y el trato que transcribes comunican las emociones de camilo con su abuelo y con su hermano a la perfección. La empatía con los personajes es instantánea. Me ha gustado la especialidad que le da José a Camilo al elegirlo heredero del frasco de arena, y como te das cuenta de ello a través de las burlas del hermano.
    Quiero añadir dos pensamientos que me han venido a la cabeza con tu relato.
    El primero es: Si tuvieras una especie de fuente de juventud, ¿lo irías pregonando a toda tu familia como una batallita de anciano? Creo que el hecho de enseñar el frasco, le hubiese llevado a más de uno a hacerse preguntas e indagar. Esta reflexión no tiene importancia, es buscar pegas donde no hay.
    Mi segundo pensamiento ha sido como una desconfianza personal sobre la sociedad. Estoy seguro que con la edad de Camilo todos hemos sido los ojitos del abuelo (Todo el que haya tenido suerte de conocer abuelos), entonces pienso: Camilo es muy buen niño ahora, pero quizá de mayor se bebe un vaso de agua con arena, como se esnifa la arena directamente. Jajaja, Da igual. Tonterías mías, no me hagas caso.
    En cuanto al aspecto formal, demuestras habilidad con los diálogos, que no es fácil, y con su puntuación y tal. Esto es lo más importante del texto y lo has hecho bien. Voy a sacar defectos.
    Las palabras mijo y abue son ajenas a mí cultura. No las utilizo, ni se utilizan donde vivo, eso y la estructura de algunas frases, me hacen sospechar que eres procedente de América. Esto no es ningún defecto, es una puntuación que me gustaría que me confirmaras. La forma de expresarse de una región se delata mucho cuando escribes diálogos.
    Ahora sí, defectos. Creo que has abusado de abue y mijo. Se llamaban así casi en cada diálogo. En una conversación normal, dudo que pasara. De la misma manera que te digo esto, el hecho de nombrar a la persona a la que te refieres, es un vocativo, y estos siempre van separados por coma. Ejemplos:
    ―Tranquilo, mijo.
    ―¿Qué vamos a hacer hoy, abue?
    ―No exactamente, mijo.
    ―Listo, abue.
    ―Qué gracioso, abue.
    ―No es tierra, mijo.
    ―Eso quiere decir que tengo ciento treinta y cuatro años, mijito.
    ―Nadie vive tanto, abue.
    ―No lo es, querido nieto.
    Todo esto son diálogos de tu relato donde debería ir coma.
    En la frase: la vierto en un vaso grande con agua lluvia.
    Creo que querías decir, con agua DE lluvia.
    El agua de lluvia es un detalle que le añade misticismo al elixir de arena.
    Eso es todo, espero haber sido de ayuda. Buen trabajo.

    Escrito el 20 mayo 2016 a las 23:09
  4. 4. María Esther dice:

    Hola Darkos primera vez que te leo.Me ha gustado tu relato; es tierno.
    Plantea situaciones muy angustiantes que se dan en nuestra sociedad:el aislamiento y la soledad.En este caso el abuelo, en el sótano; no sabemos como vive, pero nos imaginamos;cargando con sus recuerdos, sus angustias,sus miedos,entre ellos a la muerte.
    Su nieto Camilo es la esperanza que le queda,es el vínculo afectivo que da sentido a su vida.En él deposita su confianza y le entrega el mentado frasco de arena,que no es más que un símbolo.Camilo es el único que lo merece porque lo quiere y se lo demuestra.A su vez el abuelo siente que es quien le cree y no se burla, ni se ríe de su historia.
    Es la vida que pasa inexorablemente y renace y vuelve girando en la eterna rueda…
    Los diálogos me parecen muy buenos con las observaciones que ya te hicieron más arriba sobre las comas y los vocativos.
    Por lo demás mijo es un apócope de mi hijo.Lo conozco de la literatura gauchesca rioplatense(“Mijo el dotor”, de Florencio Sánchez, es un buen ejemplo)
    Son vocablos que quedaron en el uso popular;abue ya es de estos tiempos.
    Saludos. Nos leemos.
    Maritel 65

    Escrito el 29 mayo 2016 a las 17:10
  5. 5. Darkos dice:

    Muchas gracias a todos por sus comentarios. Con respecto a la entrada de drow_jack debo agradecerte de manera especial el tiempo que te has tomado en la corrección. Efectivamente soy de Colombia, país en donde mijo, como bien anota María Esther, es de uso muy corriente. Gracias también por la anotación de los vocativos. Agua lluvia es también una forma de hablar muy popular en mi cultura en lugar de la forma tradicional agua de lluvia.

    Escrito el 30 mayo 2016 a las 05:03

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