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Expiando sus culpas - por Miriam Torres

Web: https://historiasdethaisite.wordpress.com/

El anciano encontró la llave en el mismo lugar donde la había dejado, hacía cuarenta años. Enterrada en un agujero en la arena, debajo de una piedra cercana a aquella pequeña casa de piedra, que no constaba en ningún Registro de la Propiedad. Ni siquiera su familia sabía de su existencia. Era un milagro que se mantuviese en pie después de tantos años.

Cuando era un chaval, su cabeza le jugaba malas pasadas. Su familia pensaba que, como cualquier niño, tenía un amigo imaginario con quien hablaba. Lo que no podían imaginar, era que se convertiría en un peligro. Se autolesionó varias veces, infligiéndose profundos cortes y graves quemaduras en brazos y piernas, porque su amigo le decía que era divertido.

Sus padres decidieron dejar de hacerse cargo de él al ver que no podrían ser capaces de controlar su fuerza cuando fuese más mayor, y que sus “travesuras” eran cada vez más elaboradas; llegando a temer por la integridad de sus dos hijos pequeños. Pero claro, el pobre chaval no hacía nada malo. No era capaz de distinguir lo que estaba bien de lo que estaba mal. Cómo iba distinguirlo si las voces que le decían que hiciera esas cosas eran las mismas que le cantaban para dormirse por las noches…

Dejaron de ir a visitarle al hospital psiquiátrico donde le ingresaron, mientras las melodías que sonaban en su pensamiento se disipaban lentamente. Con el tiempo, se fueron tornando en vagos susurros ocasionales, y cada vez menos dañinos consigo mismo y con los demás. Sus padres hubiesen estado muy orgullosos de él, si les hubiesen localizado para ir a recogerle aquella tarde de marzo, cuando recibió el alta. Se les había tragado la tierra.

Se marchó con lo puesto, con un par de prendas que los familiares del resto de enfermos donaban al hospital, y caminó sin rumbo hasta alejarse de aquel lugar apartado del resto del mundo. Recorrió el inmenso pinar que rodeaba el que había sido su hogar por tantos años, hasta que encontró la casa de piedra, a la que ahora regresaba para poder descansar. Su refugio.

Allí no había nada, salvo soledad y algunos muebles viejos con los que el tiempo había sido piadoso. Permaneció sentado en su butacón de cuadros escoceses frente a la chimenea deslustrada y llena de cenizas; como la evolución de su memoria en los últimos meses, cuando le diagnosticaron esa enfermedad tan injusta llamada Alzheimer.

Cada vez se encontraba más cansado y apático. Apenas recordaba lo que había desayunado esa misma mañana o podía abrocharse los cordones de los zapatos. Lo que no soportaba eran las miras lastimeras de su mujer y sus hijos. Él, que siempre había sido un hombre vital, sentía que se apagaba a pasos agigantados.

Sabía que pronto no sería capaz de recordar ni el nombre de sus nietos, ni la ruta por la que saca a pasear al perro, ni el camino del salón al aseo. Es más, ni siquiera le dejarían salir a la calle solo. Y así seguiría hasta que no pudiese hacer nada por si mismo, y tuviese que depender de cualquiera hasta para comer. Su pensamiento le consumía más que la propia enfermedad. Y las voces habían regresado.

Recordó a sus padres y a sus hermanos, y se puso a llorar como el niño atormentado que fue. También, aquella noche de verano en que conoció a su mujer; y los rostros de sus hijos al nacer. En cambio, los de sus nietos eran vagas sombras difuminadas en un lienzo gris. No quería lastimarles, ni volver a ser un peligro para nadie.

Se levantó del butacón. Con caminar lento e inestable, fue a la encimera de la cocina para coger su chaqueta; y sacó un bote de pastillas. Si sus viejas manos de anciano decrépito le hubiesen permitido sujetar la escopeta que permanecía colgada en una de las paredes de la casa, no hubiese hecho falta tanta espera.

Aumentaba la ingesta del medicamento para conseguir ese dulce adormecimiento que empezaba a experimentar, para que la muerte no jugase con su vida. Tenía derecho a decidir cómo poner fin a su existencia. Y así lo hizo.

Unos días después, la policía inició la búsqueda de aquel anciano desaparecido. Su familia denunció que llevaba dos días fuera de casa, que padecía Alzheimer, y que necesitaba tomar medicación. Finalmente, le encontraron en aquella casa abandonada, tendido en el suelo y con el bote de pastillas en la mano; entre montones de restos humanos.

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12 comentarios

  1. 1. DIASPORA dice:

    Hola, Miriam Torres.
    He leído tu relato “Expiando sus culpas”.
    Te felicito por tu fértil imaginación. Es una historia que tiene sus bemoles. El contenido es evidente. El anciano acaba con su vida cansado ya de tanta enfermedad mental. No determino si era esquizofrenia, voces demoníacas o fantasmas inventados. El caso es que el hombre fue poseído por fuerzas superiores a él.

    Ahora bien, te decía que la historia tiene sus bemoles. Seré sincero.
    Al terminar la lectura quedé mareado. Hubo algunas cosas que no me calzaron. O faltó dar más detalles. Me disculpas si estoy equivocado:

    1- Regresa en secreto a una casa abandonada. Luego aparece de la nada que tenía mujer e hijos.
    2- ¿Podría funcionar una escopeta que tiene 40 años de estar colgada?
    3- La familia que lo había abandonado resulta denunciando su desaparición, etc.

    En mi despreciable opinión, estas cosas rompen un poco la lógica.

    Miriam, ayúdame a comprender esto para no terminar como tu protagonista, atormentado por sus fantasmas.

    Escrito el 18 junio 2016 a las 07:40
  2. 2. Miriam Torres dice:

    Hola Diáspora.

    1. El principio de la historia es un punto de partida. El anciano regresa a un lugar “querido” para él. Lugar que conoció cuando era joven, al salir de su internamiento. Como todo en la vida, el personaje evoluciona y crea su propia familia con el paso de los años.

    2. Es evidente que un arma no funciona por si sola. El detalle es que dentro de la casa tiene una escopeta que utiliza para poner fin a su vida.

    3. La familia que denuncia su desaparición no es la que lo abandona cuando es un niño, sino su mujer y sus hijos. No es posible que un anciano tenga padres (por cuestión de edad, simplemente) y aunque sus hermanos eran pequeños, no sabe si están vivos o muertos porque no tiene idea de su paradero.

    Me alegra que hayas terminado “mareado” al final. Ese era mi objetivo. Pero te invito a que lo leas de nuevo con estas aclaraciones.

    Gracias

    Escrito el 18 junio 2016 a las 10:33
  3. 3. Miriam Torres dice:

    *corrección*

    Lapsus de autora.

    La idea inicial era que se quitase la vida con el arma, pero como sus condiciones físicas no eran óptimas para ello, optó por los medicamentos.

    Escrito el 18 junio 2016 a las 11:14
  4. 4. Yoli dice:

    Hola Miriam.
    Las dos hemos tenido la idea del anciano con Alzheimer y de la idea del suicidio. Me ha gustado el relato, está bien escrito la angustia del personaje y el horror del olvido, se le coge cariño al pobre anciano. Saludos.
    Si quieres leerme soy el 104.

    Escrito el 18 junio 2016 a las 12:09
  5. 5. DIASPORA dice:

    Gracias, Miriam, por tomarte el tiempo para responder a mis inquietudes. Con estas aclaraciones vuelvo al cause poco a poco. Quizá haya lectores que nos cuesta leer el subtexto de un relato.
    Muy noble de tu parte por aliviarme el mareo.

    Escrito el 18 junio 2016 a las 14:13
  6. 6. Nuria GR dice:

    Hola Miriam, veo que el tema del suicidio ha dado mucho de sí en esta edición. Es una buena historia, pero coincido con algún compañero en que es un poco difícil de seguir en la primera lectura.
    En lo que respecta a la forma he visto un par de detalles, por ejemplo, la frase “Pero claro, el pobre chaval no hacía nada malo”, no me parece que encaje bien, no parece una frase propia del narrador. Estl es una mera cuestión de gusto personal.
    “Iba distinguirlo” te ha faltado la “a”, supongo que sea un lapsus, al igual que “las miras” en lugar de “miradas”.
    ¿Entiendo por el final que años antes se había dedicado a matar a personas y dejado sus cuerpos ahí? No sé si lo he entendido bien, pero me ha gustado ese giro del final, ha conseguido sorprenderme.
    Buen trabajo. Un saludo.
    Soy el texto 20 por si te apetece pasarte a dejar tus comentarios, ¡serán más que bienvenidos!

    Escrito el 18 junio 2016 a las 23:26
  7. 7. Miriam Torres dice:

    Hola Nuria.

    Gracias por tus observaciones. Siempre se escapa algún detalle a la hora de transcribir el texto.

    Ese comentario tuyo peca mucho de spoiler, pero es exactamente lo que quería haceros pensar.

    Me pasaré por tu texto.

    Saludos 🙂

    Escrito el 20 junio 2016 a las 19:27
  8. Hola, Miriam Torres
    Parece que el anciano resultó ser un asesino en serie.
    Desde un principio dejas claro que se trata de un muchacho complicado con el que sus padres no podían. Escuchaba voces, hablaba solo y no era precisamente por causa de ningún amigo imaginario. Tenía brotes psicóticos, fijación autodestructiva y constituía un peligro, para él y para los demás. Lo internan en un manicomio, hoy día esa palabra suena mal, y se desentienden de él.
    A partir del momento en que le dan el alta, logra formar una familia y entiendo yo que lleva dos vidas, la una familiar con mujer e hijos, aparentemente integrado a la sociedad y la otra como asesino depredador que lleva a sus víctimas hasta la casa de piedra. Cuando se le declara el Alzheimer y avanza la enfermedad, quiere suicidarse, pero no puede con la escopeta, por lo que decide suicidarse con pastillas y coge el camino de la casa de piedra, para morir finalmente sobre el montón de restos humanos de sus antiguas víctimas, lugar en donde lo encuentra la policía tras buscarlo a consecuencia de la denuncia de la familia.
    El texto consta de 12 párrafos. El 1,6,10,11,12 corresponden al tiempo presente. El 2,3,4,5 corresponde a su juventud y niñez. El 7,8,9 corresponden a un tiempo intermedio con su mujer y sus hijos, antes de irse hacia la casa de piedra por última vez.
    Tal vez esos saltos temporales pueden confundir al lector. Sobre todo el párrafo 5, en el que hablas de su salida del hospital y encuentra la casa de piedra, y a continuación, en el mismo párrafo dices: , a la que ahora regresaba para poder descansar. Su refugio. Hay que releerlo para no perderte.
    Por otro lado esa superposición de tiempos es muy común, yo la uso mucho, y me consta que en algún momento no se me entiende, o no se acaba de entender hasta que se completa el relato.
    Eso es lo que he entendido.
    El argumento o trama está bien, es lo suficiente truculenta como para llamar la atención, pero claro, le das a la historia unos cortes que hacen que el lector se pueda perder con facilidad. Hay cosas que no se explican y aparecen, comprendo lo de la falta de espacio. A veces, sobre todo al principio, cambias el punto de vista del narrador y eso puede despistar un poco. Pero el relato en general está bien logrado.
    Considero que has querido incursionar en un estilo diferente al que nos tienes acostumbrados y eso está muy bien. Por supuesto que se pueden mejorar las cosas, seguramente el relato se presta para ser más desgarrador. Pero bueno de una manera bastante suave en la forma, te metes en una historia que puede ser muy feroz y dramática.
    Te felicito por atreverte con ese tipo de relato, no es fácil, del que has sabido salir bien parada.
    Saludos y nos seguimos leyendo.

    Escrito el 22 junio 2016 a las 17:00
  9. 9. Rafelo dice:

    Hola Miriam, un gran relato. Es normal que la idea de un anciano con alzheimer se nos halla ocurrido a muchos. Es una realidad que puede afectar a cualquiera. En mi opinión tu historia está bien conseguida, y aunque coincido con la mayoría de opiniones arriba mostradas, en cuanto a que la primera lectura te deja en ascuas, al final a base de esfuerzo termina por comprenderse el relato. He podido ver algunos fallos que cometes, pero nada de gran relevancia. Saludos y sigue así. Nos leemos.

    Escrito el 26 junio 2016 a las 01:04
  10. 10. Miriam Torres dice:

    Muchas gracias, Manuel y Rafelo, por vuestros comentarios.

    La verdad es que en esta ocasión me apetecía “hacer pensar” al lector y que se sorprendiese, de ahí ese giro inesperado.

    Es cierto que hay información velada, pero forma parte de la estructura del texto.

    Escrito el 29 junio 2016 a las 20:01
  11. 11. KMarce dice:

    Saludos Miriam:

    Muchas gracias por leer mi relato del mes de junio, al fin ya tengo un poco de tiempo para sentarme a leer y comentar a quienes me faltaban.

    Coincido con lo que ha manifestado Demetrio, los saltos de tiempo son dificiles de llevar si no eres tan detallista y no los captas a la primera. Sin embargo, es un recurso que a mi me gusta mucho, pero del cual trato de hacer una buena separación entre la realidad y el flashback, para no confundir al lector.
    Ha sido un buen ensayo, porque una escena es sólo eso, no debe contener todo un libro en si, y lo revelado y lo que no, está bien a mi parecer.

    Espero que tengas tu relato para el recopilatorio, sino será esperarte hasta la próxima entrega. ¡Nos leemos!

    Escrito el 30 julio 2016 a las 01:35
  12. 12. KMarce dice:

    Perdón, me quede estacionada en Demetrio (en un relato anterior)… Manuel. A ese comentario me referia

    Escrito el 30 julio 2016 a las 01:36

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