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Amarga soledad - por Yolanda Tovar

El anciano encontró la llave en medio del camino, junto a las tomateras.
Había sido un duro día de trabajo y se tomaba su tiempo para volver a casa. A fin de cuentas, no tenía prisa. No le esperaba nadie importante.
Oscurecía y la tarde empezaba a refrescar pero él seguía sentado en la tumbona, acariciando la cabeza de Bufi, un labrador, y contemplando su creación. Desde que ella desapareció, se había volcado por completo en el huerto y… en las mujeres.
Disfrutaba removiendo la tierra, cavando surcos, plantando semillas, quitando hierbajos, colocando cañas y cuidando los lirios del pequeño jardín. Las flores preferidas de Ana.
El esfuerzo diario le hacía olvidar durante unas horas la tragedia en la que se había convertido su vida. Le ayudaba a aplacar el dolor que le producía la pérdida de su mujer, hacía ya cuatro años. Mientras que la compañía nocturna le permitía amortiguar la angustia de no poder acariciarla.
Durante todo ese tiempo, viviendo con la mitad de su alma, había querido morir cada mañana al despertar. Pero no podía llevar a cabo su deseo. Se lo había prometido a Ana en el lecho de muerte. Y se recordaba, una y otra vez, que tenía que ser valiente para afrontar el futuro porque, como ella solía decirle, «las cosas llegan cuando tienen que hacerlo y así debemos aceptarlo».
Desanimado, se incorporó y se dirigió hacia el coche. Sin embargo, algo le detuvo. Los últimos rayos de sol iluminaban un objeto en medio del camino. Se acercó y descubrió una llave dorada. Instintivamente se palpó el bolsillo izquierdo. No estaba, así que se agachó para recoger la llave de la barraca. «Se habrá caído mientras limpiaba las malas hierbas», pensó.
Pero al tocarla, su mano cambió. Inmediatamente dio un salto hacia atrás, asustado. Durante unos segundos se la quedó mirando decidiendo qué hacer. Finalmente, su curiosidad fue más fuerte y volvió a tocarla.
De repente, su piel era joven. Se tocó la cara y se palpó los brazos. Las arrugas habían desaparecido y los músculos estaban firmes de nuevo. Incluso volvía a tener su mata de pelo oscuro.
Muy sorprendido, miró alrededor. El huerto también había cambiado. Ahora era una gran extensión de terreno donde se alzaban árboles frutales de diferentes clases, mientras que sauces y olmos custodiaban las orillas de un arroyo. Su modesta barraca se había convertido en el cobertizo de una gran casa de paredes blancas, cuyas ventanas estaban decoradas con macetas repletas de flores.
Se fijó que en el porche alguien había preparado una mesa para dos, alrededor de un centro de lirios. ¿Qué significaba todo aquello? Y, entonces, la vio, sentada en un balancín, leyendo. Era Ana, joven otra vez, igual de hermosa que cuando la conoció. Quedó tan impactado que fue incapaz de moverse mientras las lágrimas le nublaban la vista.
La magia se rompió cuando dos niños salieron corriendo de la nada y, abrazándose a sus piernas, gritaban: «¡Abuelo!». Ella los miró y sonrió, satisfecha. Sin embargo, él sabía que algo iba mal. Ellos no tenían nietos. Por desgracia, nunca consiguieron ser padres.
La cabeza empezó a darle vueltas, sin comprender. Y, entonces, despertó.
Tenía la boca pastosa y Bufi reclamaba su atención mordisqueándole el tobillo. Poco a poco, el mundo real cayó sobre él como una losa, oprimiendo todo su ser, y haciéndole desear que la muerte le llegara pronto.
No había rastro de la chica con la que había pasado la noche, pero sí de los efectos del alcohol que había tomado para olvidar que no era Ana la que yacía a su lado.
Suspiró. Estaba solo otra vez y había vuelto a perder a su amada esposa, como tantas otras noches.

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10 comentarios

  1. 1. Ophelie dice:

    Hola Yolanda: Me ha gustado tu relato está bien ambientado. La idea es muy original. bien redactado y el final muy bien. ¡Bueno! quizás un poco triste. Pero está bien llevado. Un saludo. Si quieres comentarme algo estoy en el número 188

    Escrito el 17 junio 2016 a las 19:59
  2. 2. Ophelie dice:

    Gracias Yolanda. Tienes razón. Un saludo

    Escrito el 18 junio 2016 a las 22:41
  3. 3. Anna Trejo M dice:

    Yolanda:

    Agradezco mucho que hayas pasado a comentar.

    Me ha parecido interesante tu relato, en verdad.

    Continúa así.
    Nos leemos.

    Escrito el 19 junio 2016 a las 01:16
  4. 4. Yolanda Tovar dice:

    Gracias a las dos por comentar.

    Escrito el 20 junio 2016 a las 15:59
  5. 5. Isolina R dice:

    Hola, Yolanda Tovar:
    El texto es muy correcto. Aunque lo de recurrir al “sueño” es algo muy manido y te aconsejo que no lo uses más para tus historias. Los lectores han leído demasiados relatos ya en los que “solo era un sueño”.

    Escribes bastante bien.

    Te señalaré lo poco que he visto:

    En: “No le esperaba nadie importante”, yo quitaría “importante”.

    En: “Oscurecía y la tarde empezaba a refrescar pero él seguía sentado en la tumbona”, pondría punto y coma antes de “pero”.

    “Se fijó en que”.

    Nos seguiremos leyéndonos tras las vacaciones.

    Espero que mis sugerencias te sirvan.

    Saludos.

    Escrito el 20 junio 2016 a las 22:55
  6. 6. Yoli dice:

    Hola, Yolanda.
    Ha estado bien tu relato. Has hecho una buena descripción del lugar y has plasmado bien la tristeza del personaje y la decepción de que fuera un sueño.
    Si quieres leer el mio soy el 104.

    Escrito el 22 junio 2016 a las 11:24
  7. Hola, Yolanda. Estoy de acuerdo en las correcciones que te ha hecho Isolina. Puede que recurrir a los sueños esté algo manido, pero debo reconocer que a mí me ha gustado mucho el relato y la forma en la que lo has escrito. También he de decirte que me he llevado un chasco al final; esperaba que la llave, del alguna manera, cumpliera los deseos del protagonista. Y me lo he ido creyendo hasta que a partir de ver a los nietos, me he ido decepcionando hasta darme el batacazo al igual que el anciano. No todas las historias tiene finales felices. Me ha gustado mucho la construcción del personaje del anciano. La tristeza que siente cuatro años después de perder a su mujer, el darse a la bebida, el no poder dormir solo por las noches, y las pesadillas, que no sueños, porque al final despierta y es como si en un segundo perdiera todo lo que acababa de ver. Felicidades.

    Escrito el 23 junio 2016 a las 00:04
  8. 8. Patricia Redondo-Madrid-España dice:

    Hola Yolanda! un relato bien armado aunque como dice Isolina sorprende poco por lo usado del recurso de los sueños.Tienes sensibilidad y buena expresión asi que estoy segura que eres capaz de hacer cosas mas originales y que nos toquen mucho más

    Te agradezco tus comentarios a mi relato. No dejes de escribir , te busco en el siguiente taller.

    Un abrazo!

    Escrito el 23 junio 2016 a las 18:38
  9. 9. Demetrio Vert dice:

    Hola Yolanda. Aquí estoy, como prometí.

    Si has leído comentarios míos sabrás que no suelo entrar en el aspecto gramatical. Voy a la estructura delo relato. Al conflicto, y a la voz narrativa.

    Yo no acabo de ver en qué momento empieza el anciano a soñar. ¿Es cuando “Desanimado se levantó…?” Porque al final ¿dónde se despierta? ¿En la tumbona? ¿Con resaca? Acaba de venir del huerto.

    ¿Cuál es entonces la estructura? Se presenta al anciano trabajador y mujeriego, y a su perro. El desarrollo nos dice las cuitas del anciano y que se duerme para soñar sus deseos. Ahí es dónde no acbo de ver cuándo está en loa realidad y cuando se duerme. Al final se despierta y aparece el desenlace en el que queda angustiado. No hay rastros de la chica pero está ebrio. ¿Cómo ha sido eso? Se había tumbado en la hamaca después del trabajo. ¿Cuándo ha bebido?
    Esa chica que no está y esa resaca no me cuadran con la presentación y el desarrollo.

    En cuanto a la voz narrativa, veo un fallito. En “¿Qué significaba todo aquello?” cambias de narrador sin marcarlo. En todo el relato utilizas un narrador omnisciente y el estilo directo. Esa pregunta, que se la hace el protagonista a si mismo, debería ir entre comillas, tal y como haces después con “¡Abuelo!”

    Me ha gustado el relato, aunque sigo perdido en cuanto al inicio del sueño.

    Saludos.

    Escrito el 5 julio 2016 a las 18:38
  10. 10. Menta dice:

    Hola Yolanda Tovar: Me gusta tu forma de escribir, eres muy clara. Debes seguir escribiendo porque redactas muy bien.

    Tu escrito me ha producido un lío, no sabía cuando empezaba el sueño y cuando la realidad. No entendía en que parte del día encontraba la llave. ¿Cuándo había estado con la chica?
    Al final, y tras varias lecturas, he entendido el último párrafo, él se despierta con resaca, la chica con la que ha estado se ha ido y él sigue tan triste como siempre porque no está con él su fallecida esposa.
    La estructura temporal del sueño es difícil de entender ¿cuándo encuentra la llave? Antes de tumbarse en la tumbona o después cuando va hacia el coche. Creo que debes cambiar el orden en que escribes el sueño para que resulte claro.
    He leido los comentarios de Demetrio Vert y veo que le ha pasado más o menos lo mismo que a mí.
    Muchas gracias por compartir tu realto, te buscaré para leer el de septiembre. Menta

    Escrito el 16 agosto 2016 a las 13:52

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