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Alzhéimer - por L. Daniel Caballero

El anciano encontró la llave en el suelo de una habitación abierta. Supo que la llave había sido utilizada para abrirla. Recogió la llave y cerró el cuarto. Ya había perdido la esperanza de quién —o qué—, que con anterioridad se encontraba encerrado, pudiera volver y quedar atrapado de nuevo, porque él no sabía de qué se trataba, pero sí de lo que La Cosa es capaz de causar.
“Nadie entra ni sale de mi si no es por la llave” rezaba una inscripción en la puerta. El anciano suspiró y se dio la vuelta. No tenía nada más qué hacer que no fuera resignarse y lamentarse por haberla perdido y dejar que la cosa escapara.
Escuchó un centenar de veces el cómo sus compañeros de asilo la perdieron. Todos y cada uno de ellos contaban lo que pasa si olvidaba la llave, porque decían que era lo único imposible de recordar si no se llevaba encima. Y en ese momento de descuido “algo” la cogía y corría hasta la puerta, abriéndola, y dejando escapar a un ser indescriptible, la pesadilla de todo viejo, que esperaba agazapado para lanzarse a la cabeza y chupar todos los recuerdos.
Olvidó la llave en una caja. Cuándo recordó fue demasiado tarde: la llave no estaba y la habitación abierta, sin nadie adentro.
El anciano tenía memoria desde hasta el más mínimo detalle de su vida, porque en ese mundo de ensueños, en el que cada noche viajaba, podía recordar y revivir todos esos segundos que le marcaron la vida. Y la idea de olvidar todo aquello que de antaño le parecieron los momentos perfectos es una tortura, una maldición de la cual prefiere morir antes de vivirlo.
Fue entonces cuando un extraño ruido a su espalda, una especie de bufido, se hizo escuchar causándole un tremendo escalofrío.
“¿Empezaré a olvidar ya?”. El anciano se giró y entre la oscura esquina pútrida de la casa distinguió dos ojos amarillentos y un cuerpo sin forma.
“Eres tú, ¿verdad?” aunque no supo cómo, sintió que la bestia sonreía.
Poco a poco empezó a retroceder hasta su habitación, donde se resguardaría bajo una serie de candados. Algo que sería inútil, ya que esa bestia es antinatural, tanto como su propio mundo onírico.
Así que se encerró. Se sentó a una mesa, pensando de nuevo en todo.
¿Qué pasaría si regresa a su otra dimensión, al real? Muchos lo hicieron, luego no recordaban ni sus propios nombres. Lo sabía porque en su asilo siempre vagaban por allí viejos sin saber nada.
La angustia se apoderó de su cuerpo, achicándole el corazón. Temblaba de pies a cabeza. No quería terminar como esos de allá. Quería recordar siempre. ¡No, no, y un rotundo NO! Y tuvo una idea al instante.
Escribiría su vida.
Puso manos a la obra, buscando la montaña de papel y su infinito lápiz. No le importaría si llega a pasarse las horas dormido en su mundo real, quiere escribir y encontrará la manera de poder sacar esas páginas del viaje onírico. Porque se puede y ya lo han hecho, pero de una manera que nadie ha querido contarle, no los que tienen la cordura intacta, diciéndole que era él quien debía descubrirlo, que todo cambia dependiendo de la persona.
Así pasó el tiempo, durante varios días contando la historia, comenzando con el día en el que vio una extraña luz después de haber estado flotando en una completa oscuridad mientras escuchaba la voz de una mujer, hasta llegar a la pregunta que todos se hacen: ¿Por qué un hombre quería visitar ese mundo tan solitario de ensueños? Y su respuesta: “¿Quién ha dicho que estamos solos?”
Dejó de escribir. Paseó la vida por cada página. Mentalizó cada una de ellas, y abrió los ojos en su otra dimensión, abriendo una brecha entre ambos mundos, y empujó todas las hojas, uniéndolas como un libro. Quedando guardada en un lugar seguro.
Sonrió con satisfacción al girar su silla y ver un monstruo oscuro sin forma. Estaba cerca, podía sentir la respiración en su cara.
Dejó la llave en la mesa. Nada es peor que olvidar.
—Puedes hacer lo que quieras—le dijo el anciano. La cosa sonrió sin tener boca. Y se lanzó a la cabeza del viejo. Clavando sus dientes.
Recordó las últimas páginas donde escribió la frase de uno de sus compañeros: “Todos hemos olvidado nuestra vida, y quienes somos, pero jamás olvidaremos el cómo perdimos la llave, y eso quedará grabado para siempre”

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6 comentarios

  1. 1. Ales dice:

    Curioso. Una muy interesante metáfora para representar el proceso de deterioro en un enfermo de Alzheimer y un bonito ejemplo de lucha contra la enfermedad. Lo único que tendría que objetar es la forma en la que describes la acción, porque hay veces que no llega a entenderse del todo bien.
    En general un trabajo estupendo, sigue así.

    Escrito el 17 junio 2016 a las 21:02
  2. 2. Dante Tenet dice:

    Muy buena historia, es una poética forma de ver desde el protagonista algo tan terrible como es el Alzheimer.
    Lo acabo de vivir con mi padre y me ha llegado fuerte.

    Nos seguimos leyendo, estoy en el 67.

    Escrito el 18 junio 2016 a las 02:20
  3. 3. Laura dice:

    Hola L. Daniel Caballero.
    Historia fuerte de la lucha contra el Alzheimer, creo que es uno de los grandes miedos que podemos llegar a tener.
    Me enredé en algunos momentos, donde hay una bestia y un “algo” que permite que la cosa salga, todos partes del mundo de los sueños donde puede sentirse relativamente a salvo, pero también expuesto a ella.Y en la realidad no se siente seguro ya que allí es su presa, y ve a sus víctimas.
    De todos modos, me gustó mucho tu relato.
    Sigue escribiendo

    Escrito el 18 junio 2016 a las 22:11
  4. 4. Shira M. Collins dice:

    Hola, una gran historia sobre el Alzheimer.
    Me ha gustado mucho lo de escribir su vida.
    Saludos.

    Escrito el 22 junio 2016 a las 15:55
  5. 5. L. Daniel Caballero dice:

    Muchas gracias por sus comentarios… 😀 es un gusto que los hayan leido, y me siento satisfecho con que hayan dedicado parte de su tiempo para leerme x3
    Son grandiosos :3
    Y gracias pornsus observaciones 😀 cosad que se nos escapan xD x3 pero cosas que mejoraré 😀 x3…

    Gracias, de nuevo :3

    Escrito el 23 junio 2016 a las 05:29
  6. Hola Daniel,

    Has escrito una bonita metáfora sobre el Alzheimer, suena poética y suena bien, pero la verdad es que he andado “perdida” en casi todo el relato.

    En mi opinión, aunque sea una metáfora y sea un relato poético, me ha faltado entenderlo más, llamar un poco más por su nombre a algunas cosas para no ir tan “despistada” a lo largo de la lectura.

    No obstante, me gusta como escribes.

    Felicidades por tu relato.

    Nos leemos.

    Aina Pons Triay – Menorca, España
    ainaponstriay.wordpress.com
    Mi relato este mes: nº 49 – DESTINO https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-36/5891

    Escrito el 24 junio 2016 a las 15:13

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