El último sueño de la humanidad - por MariaJoséVB

El autor/a de este texto es menor de edad

El anciano encontró la llave en el lugar menos esperado, en el lugar más esperado, en el bolsillo izquierdo de su camisa blanca. Con un suspiro de resignación, la balanceaba entre sus dedo al tiempo que levantó la vista hacia el transparente horizonte. Había llegado el momento. Seguida de una sonrisa fugaz, su mano se elevó con firmeza y su pulgar trazó una línea horizontal, tras el magnífico ventanal, una bandada de gaviotas cruzó el paisaje que el anciano observaba, con cierta melancolía.

Desde allí arriba todo era tan diminuto…, tan frágil, tan mortal…Allí arriba, su infinita guarida era su preciado cielo, y él había visto pasar los siglos en una torre de piedra abrazada por el musgo.

Se dio la vuelta, encarando la gran habitación en la que se encontraba, y los brillantes rayos de sol enmarcaron su sombra en la alfombra roja que cubría el suelo. Se detuvo solo un unos segundos a mirarla, repitiéndose mentalmente que eran tantas las veces que lo había hecho que ya no sabía cuántas. Pensó que el efecto que producía el color de los cristales ante la luz era hermoso, a través de ellos contemplaba el reflejo del mundo, teñido de brillantes colores.

Cerró los ojos y se dio el tiempo para respirar profundamente, el ritual requería práctica, y también hielo. Hielo en la sangre que corría en sus venas. Hielo en un corazón de piedra, que mucho antes la fugacidad de la creación había detenido.
Sus puños se cerraron con la fuerza de murallas inquebrantables y volvieron a abrirse de la misma manera. Sus pensamientos se hallaban encerrados en la prisión de la humanidad, junto a sus hijos e hijas, atravesando cada rincón de la jaula de cristal que era el mundo inferior, su amado mundo ya había envejecido. Podía visualizarlo desde allí arriba, podía oler el silencio del caos, reencontrarse con el familiar sentimiento de culpa. Lo recordó entonces, esa era la número 2017. Esa vez, se había repetido exactamente igual que todas las otras hasta el momento, pero también la eternidad tiene sueño, era su deber dejarla descansar por fin.

Él había sido nombrado de muchas maneras: el creador, el tiempo, la muerte, el dios, el inmortal…, sin embargo él era solamente una cosa.

Él era la eternidad.

La eternidad abrió los ojos un instante para saborear por vez primera la despedida, la oscuridad inminente que venía acompañada de las almas de sus hijos, para dormir junto a su padre. En ese preciso instante el hielo en su cuerpo se convirtió en cenizas ardientes, sus ojos dorados resplandecieron, encadenando toda existencia con la delicadeza de una pluma. Su querido horizonte se tornó gris. El vidrio se quebró y sus colores se fundieron con la negrura. Sus párpados cubrieron suavemente su visión, y experimentó la fuerza de su propio poder, que engullía la energía. Las tinieblas lo mecieron hasta sumergirlo en el sueño del ocaso.

El anciano encontró la llave de la vida el día en que la humanidad la perdió para siempre.