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El creador de almas - por Cecil Bol de Fabes

El vetusto libro descansaba sus raídas y descoloridas tapas sobre sus compañeros de estantería, uno, un volumen de psicología sobre males espirituales y sus posibles derivaciones en la vida sentimental y otro, un impoluto tratado sobre magia blanca para la vida diaria que hacia años nadie consultaba. Sinceramente, y pese a que en el pasado eran contadas las veces en que tenía que buscar el libro para rellenar una nueva página, en los últimos tiempos eran cada vez más frecuentes las visitas a aquella vieja sección de su biblioteca en busca de aquel tomo. El caso es que si no fuese por sus gruesas tapas parduzcas y sus hojas apergaminadas, el volumen pasaría desapercibido en aquella balda apolillada.
Con extremo cuidado, extrajo aquel códice milenario de su ubicación y lo colocó con delicadeza sobre la mesa de madera que ocupaba el centro de la sala. Pese a la suavidad de la maniobra, pudo comprobar como una ligera nube de polvo ascendía lentamente hacia el techo de la pequeña sala a través de los haces de luz que se colaban por los pequeños tragaluces situados de forma estratégica para dotar a la habitación de una iluminación natural. Asió el respaldo de la pesada silla de roble macizo y la arrastró hacia atrás, dejando unos surcos rectos en la suciedad acumulada bajo la misma. Se acomodó lo mejor que pudo en aquel duro trono de lectura, comprobó que el viejo tintero aún continuaba lleno y que la plumilla no se había secado y se dispuso a acometer la tarea para la que había ido a aquella estancia.
Observó con curiosidad renovada las letras de la portada, marcadas en relieve sobre la gastada tapa, y pasó su dedo índice sobre cada una de ellas, recorriendo el título en toda su extensión a la par que lo leía mentalmente – “Recetario de Almas”. Se tomó su tiempo antes de abrir el pesado volumen, dando buena muestra de lo tediosa y poco apetecible que le parecía la misión que tenía. Se decidió al fin y las ajadas páginas empezaron a deslizarse entre sus dedos emitiendo pequeños crujidos.
Las recetas pasaban ante sus ojos una detrás de otra, pero no pudo evitar pararse en algunas que le traían agradables memorias de su juventud, cuando el ser humano aún dignificaba su nombre y desconocía casi por completo cualquier forma de mal. Allí estaba la receta para un alma libre; un poco de voluntad, tres cucharadas de curiosidad y media medida de decisión, cóctel cuyos resultados eran todo un éxito y siempre dejaban con ganas de más. También la receta para el alma aventurera; un cuarto de osadía, media de inquietud y otro cuarto de humildad, la mezcla era inmejorable y quien probaba jamás dejaba de percibir el mundo a través de unos ojos y una mente abierta a más no poder. Paso otra página más y se encontró con una de sus preferidas, el alma soñadora. Que fórmula más sencilla y eficaz para vivir la vida desde una perspectiva apasionante; media medida de entusiasmo y otra media de imaginación. Todas aquellas composiciones formaban parte ya de la tradición aunque no convenía olvidar ni mezclar ingredientes por lo que pudiese acontecer.
Página a página, con los dedos resecos a causa de las diminutas motas de polvo acumuladas entre líneas, llegó a la sección que buscaba – “Almas negras”- mientras un ligero escalofrío recorría toda su médula espinal de abajo arriba. No quiso pararse en exceso en ninguna de las páginas ya escritas y frente a sus ojos pasaron como una exhalación las almas oscuras, viejas y condenadas, hasta que llegó a la página en blanco donde anotaría su última creación. Los últimos experimentos no habían tenido los resultados esperados y por ello se veía ahora en semejante tesitura. Los intentos de crear un alma evocadora que jamás se olvidase de los momentos vividos, habían producido un alma que, en efecto, jamas olvidaba nada, ni lo bueno ni lo malo. Con pulso tembloroso y arrepentido, pues los efectos no podrían revertirse ya, comenzó a rotular la página donde anotaría la última de sus creaciones, el alma vengativa…

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4 comentarios

  1. 1. Ocitore dice:

    Me ha costado un poco llegar al final. La entrada me parece un poco incompleta porque haces una enumeración de libros y sólo le pones verbo al último:
    un impoluto tratado sobre magia blanca para la vida diaria que hacia años nadie consultaba.
    ¿Y los otros?
    Me parece que te embrollas un poco con descripciones que podrían ser mejores.

    Página a página, con los dedos ya resecos por el polvo, llegó a la sección que buscaba: “Almas negras”. Al pronunciar el título en voz baja sintió que un ligero escalofrío le recorría toda la espalda, como si la médula fuera de hielo.

    Escrito el 17 octubre 2016 a las 21:27
  2. 2. gaia dice:

    Estoy de acuerdo com Ocitore, pero—el final lo encontré muy bien. Me puedes leer en el #50.

    Escrito el 18 octubre 2016 a las 00:06
  3. 3. M.M.Ariel dice:

    Hola Cecil,

    Leí tu relato dos veces para poder entenderlo. No está fácil de leer. Quizá deberías reemplazar algunas comas por puntos para alivianar un poco la lectura. En efecto, acudes mucho a descripciones que te ayudan a formar una atmósfera, pero que a veces no son tan necesarios. Tal vez dentro de la misma acción se pueden ir nombrando este o aquel detalle.

    El relato me parece interesante, lleno de imaginación. El autor es un misterio, puede ser Dios, un brujo o un extraterrestre. El final no me impactó tanto debido a que la vengativa era una mas de las tantas que ya había escrito en su sección de almas negras.

    Para adelante Cecil.

    Escrito el 20 octubre 2016 a las 18:17
  4. 4. Noemi dice:

    Hola Cecil, me gusta mucho tu relato.La idea central de las recetas de almas me resulta muy original y poética, el final es precioso. Creo que el cuento mejora a medida que avanza. Lo que quisiera señalarte es el abuso de adjetivos, espreferible uno a dos y mejor aún el sustantivo fuerte que se afirma por sí solo. A veces repites la misma idea, o repites lo que antes dijiste con otras palabras sobre todo en las descripciones.Es una sugerencia, espero que te aproveche.Si quieres visitarme estoy en el 11.

    Escrito el 28 octubre 2016 a las 22:13

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