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Matagatos - por Manuel Pla Martí

Web: http://plamarti.wordpress.com

Tengo treinta años y en el pueblo me llaman «matagatos», también «measancochos». Reconozco que mearse en el sancocho del patrón fue malo, y ahorcar con un bramante fino a tres de sus cinco gatos fue cruel y maligno. Yo tenía once años y mi veneración por mi madre era absoluta: hice lo que creía justo.

Llegamos al portón de la fábrica de baldosas y mi madre preguntó si no necesitaban una mujer para las faenas, lo que fuera, que ella era buena para todo y salió una mujer con porte venerable y cara triste, que le preguntó si sabía cocinar y escribir: mi madre le dijo que sí; luego salió un hombre maduro, enjuto como un mango chupado, con cara hastiada y unas llaves en la mano que le dijo que allí se trabajaba las veinticuatro horas del día y se libraba el sábado por la tarde: mi madre dijo que sí; luego salió una vieja gorda con mirada desconfiada y le dijo que caso de que le dieran trabajo, la comida y dormida serían descontadas de su sueldo: mi madre dijo que sí. «¿Y el niño?», preguntaron los tres a la vez. «El niño viene conmigo: donde yo voy, va él». Se retiraron a una sala interior y al poco rato salió el hombre, se presentó como el patrón y dijo que podía comenzar ya mismo. «Mi mujer le dará instrucciones». Luego nos condujo a una apartada habitación polvorienta.
Al día siguiente la mujer de cara triste llevó un cuaderno de recetas escrito a mano en donde estaba anotada toda la actividad de la cocina. «Es el cuaderno de bitácora», dijo muy seria. «Aquí están anotadas todas las comidas, alimentos, bebidas y gastos que durante el día se originan». «¿Ustedes necesitan una cocinera o una contable?», preguntó mi madre. «Las dos cosas», contestó la voz del patrón que acaba de entrar en la cocina.
Yo aquel año no asistí al colegio y pasaba todo el día dando vueltas por el patio, sobre la arena, sobre las bolsas de cemento, por entre las máquinas; hasta que un día el patrón le dijo a mi madre que no podía permitir que anduviera mezclado con los trabajadores a toda hora. «Les hace perder el tiempo». A partir de aquel día me limité a caminar por la cocina y a leer, acurrucado detrás de un biombo, en la habitación donde dormíamos; había descubierto en un pequeño armario una pila de novelas del oeste.
Pronto me di cuenta de que el patrón andaba muy atento con mi madre, le contaba chistes y acercaba su cara a la de ella. «¡Don Sebas!», decía ella con una sonrisa, girando los ojos hacia la puerta. Pero don Sebas seguía día tras día con el asedio y le decía, que tenía que mostrarle el cuaderno de recetas. «Aquí está». «No me refiero a ese cuaderno, hablo del que llevas entre las piernas». «Qué cosas tiene usted, don Sebas». Y mi madre miraba de reojo para ver por donde andaba yo y para ver que nadie apareciera por la puerta.
Un día, un hombre dejó una cama de tijera a la habitación, detrás del biombo, y mi madre me dijo: «A partir de esta noche vas a dormir en esa cama, ya eres un hombrecito y tienes que dormir solo». Esa noche recuerdo haberle dicho a mi madre que me hablara de mi padre. «Algún día sabrás todo», me dijo, y apagó la luz.
No recuerdo cuantos días pasaron, pero una noche me desperté y escuché un susurro y ruidos al otro lado del biombo, en la cama grande. Mi madre no estaba sola, hablaba en voz queda pero no escuché ninguna otra voz. Sí sentí el olor del patrón, de su colonia, del humo de sus cigarrillos, de su sudor; y esta noche tras recordar las acciones de mis héroes invisibles en las novelas del oeste, elaboré mi venganza.

Arrastro mi culpabilidad con resignación, no por las meadas en el sancocho, que casi se pueden tomar a risa, pero sí por los gatos —a veces veo sus hermosas caras— que siendo los más débiles y los más ajenos a los hechos pagaron con su vida el que fueran los preferidos de su amo. Yo lo consideré en aquellos lejanos momentos un acto de justicia; en las novelas los villanos pagaban con la horca; claro, yo no podía ahorcar al patrón, pero sí tuve fuerzas para colgar a tres de sus gatos.

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10 comentarios

  1. Manuel, que alegría volver a leer tu buena literatura. Es una historia hermosa con sabor antiguo. Me hace pensar en las historias del caciquismo que hubo en lugares como Andalucía. Yo viví en un pueblito de las Alpujarras y al médico que era descendiente de caciques aún le llamaba “don” agachando la cabeza. En tu relato encuentro el sabor de la autenticidad, de lo profundamente humano… Como siempre buena literatura. Estoy cansada y lo dejo aquí por hoy pero volveré. Bienvenido de nuevo al taller. ¡Este curso también nos vamos a divertir!

    Escrito el 18 octubre 2016 a las 22:39
  2. Entretenido, sí. Creo es lo mejor que se puede decir de un relato.

    Escrito el 18 octubre 2016 a las 22:47
  3. 3. Amadeo dice:

    Interesante el relato de lo que piensa/siente un chico de 11 años. Al leer me “chocó / molestó” tantos / demasiados “mi” y “me”. Si se eliminaran / reemplazaran, varios, se leería más fluidamente.
    Amadeo

    Escrito el 19 octubre 2016 a las 01:15
  4. Gracias María por tus comentarios. La literatura se puede enfocar desde numerosos puntos de vista, y posiblemente todos sean válidos, para mí el tratar de mostrar las debilidades humanas es fundamental. El día a día, eso que pasa por delante de nuestros ojos, y que muchas veces se nos escapa, es lo importante. Recrearlo de manera real o ficticia es lo que siempre pretendo. A veces no lo consigo, pero al menos lo intento. Gracias de nuevo y nos leemos

    Escrito el 19 octubre 2016 a las 13:27
  5. Gracias Amílcar. Me alegro de que te haya resultado entretenido mi relato.

    Escrito el 19 octubre 2016 a las 13:29
  6. Gracias Amadeo. El que te hayan parecido excesivos los “mi” y los “me”, hasta el punto de quitarle fluidez al relato, es una cuestión a tener en cuenta. Agradezco tus palabras.

    Escrito el 19 octubre 2016 a las 13:33
  7. 7. beba dice:

    Hola, Manuel:
    ¡Qué bueno tu relato! ¡Qué bien creada la atmósfera en la que se van desatando tantas cosas injustas para un niño; y en donde eclosiona, toda la violencia en actos de maldad ingenua!
    Por supuesto, todo pulcro y correcto en la escritura. Un saludo, amigo.
    beba- 141

    Escrito el 20 octubre 2016 a las 02:04
  8. Gracias, Beba. Como siempre, tus comentarios son un estímulo. Vamos a ver como nos va en ese curso.
    Un saludo y me voy hacia el puesto 141.

    Escrito el 20 octubre 2016 a las 13:03
  9. Hola, estoy de vuelta. El realismo con el que describes las escenas nos introduce en la experiencia de los personajes que se vuelve vívida para nosotros lectores. Nos haces franquear la frontera entre ser espectador y ser partícipe. No sé como lo haces . Tendré que observarte más para descubrirlo. Cuando escribiste el monólogo del fiambre en el ascensor era más evidente pues un monólogo te introduce derecho en el interior de la persona. Claro que aquí la historia la cuenta el chico con su mirada de chico de 11 años. No, realmente la cuenta el hombre de 30 con sus recuerdos de niño de 11. Hilaste fino esta vez. La introducción enuncia el futuro, para luego retroceder al pasado… Como hacía García Marquez. ¡Te pillé!

    Escrito el 20 octubre 2016 a las 21:43
  10. Gracias María por tus comentarios.
    Me he retrasado un poco pero agradezco tus comentarios. Es cierto que soy un admirador de la obra de García Márquez y ojalá alcanzara un pequeño grado de su maestría, pero en este caso concreto, si aparece algún nexo con su manera de escribir es por pura coincidencia, a no ser que de manera involuntaria me traicione el subconsciente, que también puede ser.
    Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 24 octubre 2016 a las 12:11

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