Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Las cartas de Catalina - por María Madrid

Apagó la alarma rápidamente, antes de que su marido se despertara. Como cada mañana, Catalina salió sigilosamente de la habitación. Estaba amaneciendo. Se acomodó en uno de los sillones del salón y dirigió su mirada hacia la ventana. Esperó. Aquello se había convertido en un ritual. Cada lunes se sentaba allí y esperaba. Cuando el cartero aparecía al final de la calle, su corazón se aceleraba. Aquel momento le daba la vida. La pasión y la ilusión que su matrimonio le había arrebatado a lo largo de los años reaparecían en ese instante más potentes que nunca. Se apresuró a salir a la calle y recoger las cartas del buzón. Las revisó ansiosamente. Propaganda, una carta del banco, más propaganda…y entonces la encontró. Aunque Catalina sabía que estaría allí, como cada lunes, había algo que le impedía mantenerse relajada. Cogió la carta y la miró, la examinó, la olió…Se deleitó antes de abrirla. Se sintió culpable por un momento. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero no podía soportar la idea de continuar la monótona vida que tenía antes de conocerle. Por fin se decidió a abrir la carta y comenzó a leer. Como siempre, Gabriel le contaba qué es lo que había hecho durante la semana, le decía cuánto la echaba de menos y cuánto la deseaba. Le proponía aventuras increíbles que harían cuando se reunieran y le repetía una y otra vez cuánto la quería. A medida que leía la carta, Catalina debía contener las lágrimas. Llevaban ya varias semanas sin verse. Gabriel se fue de la ciudad por motivos laborales. Pero al despedirse, le prometió que todas las semanas le enviaría una carta. Y así había sido. Al terminar de leer, Catalina permaneció en el sillón, en silencio. La luz del día iluminaba ya toda la habitación. Comenzó a sonar entonces la alarma de su marido. Debía volver al mundo real. Corrió hacia la cocina y sacó de un cajón su libro de recetas. Su marido nunca lo había abierto, y ella sabía que nunca lo abriría, ni siquiera sabía de su existencia. Era el escondite perfecto. Metió la carta en el sobre y la dejó entre las páginas del cuaderno.
Catalina continuó acumulando cartas y echando de menos a Gabriel. A menudo pensaba en dejar a su marido e irse con él, pero enseguida desechaba la idea, no se sentía capaz. Sin embargo, no podía soportar seguir ocultando su secreto. Mientras ella disputaba consigo misma un conflicto de emociones y sentimientos, no se preocupaba de su marido. Jamás pensaba que podría descubrirla. Hasta que un día la casualidad, o quizá el destino, hizo una de las suyas.
Al marido de Catalina le gustaba que todo estuviera en orden, era un hombre que se alteraba con facilidad. Por eso aquel día estaba de los nervios. Llevaba días preparando la presentación que debía exponer esa misma mañana y a falta de horas, sus apuntes habían desaparecido. Estaba desesperado, dando vueltas por toda la casa. Revolvió todos los rincones del salón, de su despacho, de la habitación…Sus hojas parecían haberse evaporado. Sabía que no podían estar en la cocina, pero ya no sabía dónde buscar. Abrió los armarios y los cajones y entonces, vio el cuaderno de recetas. Lo cogió, sin esperar gran cosa de él, y pasó las páginas con un rápido movimiento. Las cartas se cayeron al suelo. Catalina había reunido muchas, casi veinte, que inundaron el suelo de la cocina. El hombre olvidó sus apuntes por un momento y recogió una carta. En cuanto la leyó, su reunión dejó de tener importancia. Todo cuanto le había preocupado antes, dejó de tener importancia. Se quedó paralizado, sin saber cómo reaccionar. Le estaba engañando. Le había estado engañando durante tanto tiempo. En su cabeza se agolpaban miles de pensamientos y ninguno a la vez. Nunca antes se había sentido así. Se quedó sentado en una silla de la cocina y esperó a que Catalina regresara del trabajo. No iría a la reunión, no le importaba. Cuando llegó su mujer, estaba exactamente en la misma posición, sentado en la cocina. No dijo nada. La miró. Y Catalina enseguida comprendió. El hombre se levantó y salió de la cocina. Se oyó la puerta principal abriéndose. Luego un portazo. No volvió. Catalina se quedó en la cocina, mirando el suelo lleno de cartas. Sin darse cuenta, empezaron a caer lágrimas por su rostro. No sabía si era tristeza, tal vez fuera solo alivio.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

4 comentarios

  1. 1. Roger/NHICAP dice:

    Hola María,
    Es la primera vez que leo algo tuyo.
    Al final del relato he sonreído por tu delicadeza: el marido despechado, huye. Es que en mi relato, un marido engañado se carga al amante.
    Tu relato está bien construido, describiendo de manera sencilla una historia de la vida real. Y lo haces bien, describiendo con delicadeza los sentimientos de Catalina. Me gustó pero voy hacerte un comentario: los sentimientos del personaje debe sentirlos el lector, y lo consigues a medias.
    A la narración le venía bien un cambio brusco, como que el marido entrase de repente en la cocina y pillase a la mujer leyendo la carta. Guau!
    No sé si lo has hecho a propósito pero el texto tiene solo dos párrafos y, de entrada, asusta porque anuncia que será una narración lenta. Después al utilizar frases cortas, logras que no resulte demasiado lento.
    Se hecha de menos, el recurso a descripciones de personajes, por ejemplo al marido, o ambientes, y alguna metáfora que ayude a mejorar la calidad del texto. Tanta frase corta, y sin puntos y a parte, hacen la lectura algo monótona.
    Sugiero equilibrar el texto con frases largas y cortas,y con oraciones que muestren más que describan.
    El relato esta muy bien en cuanto al lenguaje, fácil, comprensible, y buena gramática.
    Espero que mi opinión, tómala como tal, te sea útil pero solo es una visión subjetiva, desde otra óptica y con ánimo de colaborar.
    Con todo, buen trabajo y hasta la próxima María.
    Un abrazo.

    Escrito el 17 octubre 2016 a las 19:43
  2. 2. Ales dice:

    ¡Hola!
    Soy Ales, tu “vecino” de arriba.
    Acabo de leer tu relato y la verdad es que me ha gustado mucho. Algo curioso, porque al principio, cuando descubrí el tema que trataba, pensé que no iba a gustarme. Pero como ha dicho Roger, el relato está narrado con cierta ternura y, lo que al proncipio parece una narración extensa se convierte en un relato ameno, intrigante y con un buen final.
    ¡Enhorabuena y sigue escribiendo!

    Escrito el 18 octubre 2016 a las 07:21
  3. 3. Menta dice:

    Hola María Madrid:

    Tu escrito me ha gustado mucho por la sencillez con la que describes el mal de amores de Catalina. Es una escena muy real de la vida misma. ¡Gracias a dios! Se ha arreglado todo muy pacificamente.

    Solo decirte dos cosas: El cuadro de texto donde copiamos nuestra escena tiene la caracteristica de comerse los espacios entre párrafos. Para que aparezcan debes separarlos a mano, porque si no queda todo el relato como un bloque. La otra es que algunas palabras las repites muchas veces, por ejemplo: marido unas 6 veces, carta y cartas unas 11 veces. Catalina, 9 y en el último párrafo dices importancia dos veces muy cerca una de otra y enseguida, importaba. Es conveniente que repases lo que escribes porque así puedes cambiar algunas de estas palabras por sinónimos.
    Espero que te hayan ayudado un poco mis observaciones y te animo a que sigas contando cosas… Muchas gracias por compartir con todos nosotros. Un saludo Menta

    Escrito el 20 octubre 2016 a las 16:19
  4. 4. David Rubio dice:

    Hola María,
    Un relato que se lee de manera agradable, y eso que la ausencia de puntos y a parte no anima. Creo que la razón de su falta es para mostrar las tres partes en tres párrafos: uno con el punto de vista de ella; otro a modo de transición y un tercero desde el punto de vista del marido. Podrías diferenciar los dos puntos de vista mediante asteriscos colocando puntos y a parte donde tocan.
    A parte de ello he detectado dos cosillas:

    A nivel de trama: El relato inicia con ella esperando al cartero. Es decir, ya ha ido recibiendo cartas. Pero esa es la primera que guarda en el libro de recetas. ¿Dónde guardó las anteriores?

    A nivel narrativo: Creo que se abusa demasiado de la descripción del ánimo del personaje. Fíjate en este extracto:

    “En cuanto la leyó, su reunión dejó de tener importancia. Todo cuanto le había preocupado antes, dejó de tener importancia. Se quedó paralizado, sin saber cómo reaccionar. Le estaba engañando. Le había estado engañando durante tanto tiempo. En su cabeza se agolpaban miles de pensamientos y ninguno a la vez. Nunca antes se había sentido así. Se quedó sentado en una silla de la cocina y esperó a que Catalina regresara del trabajo.”

    Todo ello ya lo percibe el lector solo con la primera frase, con la situación que se ha contado antes. No es necesario explicar que se quedó paralizado, que no supo cómo reaccionar, que le había engañado, que le vinieron pensamientos, que no se había sentido así… todo ello ya está concentrado y percibido por el lector.
    Mira cómo queda eliminando todo eso:
    “En cuanto la leyó, su reunión dejó de tener importancia. Cerró el libro y sentó.
    Esperándola.”
    El lector no necesita más, dejando al lector visualizando a ese marido y el mundo que se le viene abajo.

    En cuanto a forma coincido con todas las anotaciones de los compañeros.
    Espero haberte sido útil.
    ¡Saludos!

    Escrito el 21 octubre 2016 a las 00:33

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.