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Tras la ventana - por Henar Tejero

TRAS LA VENTANA
Mis felices días en aquel apartamento con Matías distaban mucho de ser lo que fueron en un tiempo anterior. Sentía como nuestra relación se resquebrajaba como un cristal espetado contra el suelo y reducido a mil añicos. El desvelo se llevó la quietud y la calma. Aquella acogedora habitación llena de susurros y chispeantes sueños se convirtió en un frío habitáculo. Antes, al abrir la ventana, sentía como el sol templaba nuestros cuerpos e iluminaba el lugar dando mil matices diferentes a los objetos del interior. La vida bullía con ímpetu, llena de energía.
A veces, mientras estaba sola me gustaba mirar por la ventana, recorriendo las calles con mis prismáticos. Me gustaba escudriñar los rasgos de los transeúntes que van y vienen, unos, absortos en sus preocupaciones cotidianas, otros, charlando animosamente. Mil mundos diferentes circulaban por el asfalto, cada uno a un ritmo diferente. Yo era un mero observador y ellos estaban ajenos a mi mirada.
Cuando volvía Matías yo parecía olvidarme de ese mundo exterior. Aparcaba mis prismáticos, el ojo que todo lo ve, y ambos intercambiábamos miradas de complicidad, ajenos al tiempo y al espacio, como si nada más pareciera importar. ¡Cómo añoro esos días!
Últimamente el aire parece enrarecido aquí dentro y el ramo de rosas que trajo hace unos días es como si emanara un olor a rancio que enturbia nuestros corazones. Ahora él habla poco y parece estar inmerso en otros pensamientos, mostrándose distante y sordo a mis palabras, frío a mis caricias y presuroso por marcharse…no sé, quizás buscando la presencia de otra.
Un día, no sé de dónde reuní el coraje para plantarle cara y le pregunté si había conocido a otra. Él se enfureció, como buen comediante quizás y lo negó todo.
Yo quería creerlo, como si nada hubiera pasado, como si todo fuera igual que antaño, pero no podía. Sólo me faltaba demostrar lo evidente, igual que un buen investigador.
Esta mañana subí la persiana, pero no lucía el sol. El día estaba lluvioso y las gotas de agua chocaban contra los cristales, lavándolo todo…pero la dura realidad seguía tiñendo de ocre mi corazón. Eso no lo podía arrastrar el agua que limpiaba las calles.
Matías ya se había ido y no volvería hasta por la noche.
Hoy le prepararía una cena especial,` romántica´ como se suele decir, quizás esperando un caluroso encuentro que llevara a algo más, en un afán de superar el desdén que iba creciendo en nuestro interior. Asique me puse unos vaqueros y un jersey y salí a hacer algunas compras para preparar ese menú con esmero.
La cocina nunca había sido mi especialidad y de sobra sabía que a mi amor no lo había conquistado con una suculenta comida, asique busqué el cuaderno de recetas que tenía en la estantería y que más de una vez me había salvado el pellejo como anfitriona. Ya tenía elegido algo que esperaba le gustara: cóctel de marisco y lubina al horno con verduras.
Eran las ocho y el invitado estaba a punto de llegar. La mesa ya estaba puesta con el mantel bordado que usaba en ocasiones especiales, las copas atemperando un crianza de la Ribera, y la rosa roja decorando el centro con dos velas que iluminaban la tenue luz de la habitación, produciendo un resplandor con unas notas de magia y calor.
Cuando llegó no pudo ocultar su asombro ante tal romántico ambiente que había intentado crear. Aunque creo que le agradó la sorpresa.
Cenamos alegremente, él habló más de lo habitual. Quizás fue un acto desencadenado por el aromático vino, o quizás embriagado por mi perfume Chanel, o el escotado vestido negro que me puse para la cena… o porque yo quería sentir que aún me quería como antes. Todo había salido a pedir de boca y yo me había sentido como si hubiese sido una de las primeras citas, llena de ilusión y euforia. Ni que decir tiene como acabó la noche, como unos amantes apasionados como en los primeros tiempos, manifestando deseo y ansia el uno por el otro.
Él dormía plácidamente y en la penumbra creí ver un pañuelo que sobresalía del bolsillo del pantalón que estaba tirado en la alfombra. Lo alcancé y pude ver que tenía carmín. Mi vida languideció en unos segundos. Todo se desbarató.
A la mañana siguiente Matías se despertó solo en la cama y sin saber por qué cogió los prismáticos y empezó a espiar al mundo, tras la ventana.

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7 comentarios

  1. 1. Edu S.C. dice:

    Buenas noches Hernan, soy tu vecino de arriba y aquí estoy, encantado de leerte y de tratar de aportar lo que se pueda.

    Me ha gustado mucho la forma en la que está escrita la historia. Creo que tienes un excelente manejo del lenguaje y que, en general, eres capaz de encontrar las palabras exactas para darle un ambiente romántico, algo melancólico, que casa muy bien con la historia. Has conseguido que me sumergiera en ella y el uso de bastantes adjetivos no me ha parecido para nada recargado, como ocurre en ocasiones.

    En cuanto a la historia tengo que decirte que, a pesar de que me ha gustado, tenía la sensación de que iba a ocurrir algo al final más drástico, un giro final más impactante, pero vaya, es algo bastante personal.

    Cositas que te puedo apuntar que yo creo que se pueden pulir:

    – En: “ mientras estaba sola me gustaba mirar por la ventana, recorriendo las calles con mis prismáticos. Me gustaba escudriñar los rasgos de los transeúntes”, repites gustaba.
    – “el ramo de rosas que trajo hace unos días es como si emanara un olor a rancio que enturbia nuestros corazones”, ese “es como si” tal vez se podría sustituir por un “parece emanar”, no sé, me suena mejor.
    – “Él se enfureció, como buen comediante quizás y lo negó todo.
    Yo quería creerlo, como si nada hubiera pasado, como si todo fuera igual que antaño” aquí hay 3 “como” demasiado seguidos.

    Alguna palabra se te ha pegado, pero vaya, son cosas sin importancia. Sólo me queda felicitarte por la historia.

    Edu SC

    Escrito el 17 octubre 2016 a las 22:31
  2. 2. gaia dice:

    Henar: me ha encantado tu historia! Estoy en el #50

    Escrito el 19 octubre 2016 a las 20:41
  3. 3. M.M.Ariel dice:

    Hola Henar,

    Interesante tu historia. Debo decir que la lectura estuvo clara y fluida, aunque esperaba también algo mas drástico para el final.

    Un par de cosillas: “Asique” es una palabra que no existe. Debes escribir: así que, separado, o quizás escribir algo como “por lo tanto”. La frase: “Ni que decir tiene como acabó la noche”, parece ser un regionalismo ¿de donde eres?, a mi me suena rarísima. “¿Y ni hablar de como terminó la noche?”

    Éxitos Henar, espero haberte ayudado.

    Escrito el 20 octubre 2016 a las 18:40
  4. 4. cesar velasco dice:

    Muy Clara y bastante terrenal la historia, me gustó sobre todo el final.

    Cesar. Veedor

    Escrito el 20 octubre 2016 a las 19:06
  5. 5. SBMontero dice:

    Tienes una forma de escribir impresionante. Es complicado escribir así, que te salga de las tripas, por eso incluso una historia banal de desencanto es como un nudo detrás de la garganta. No todo el mundo es capaz de hacerlo de forma que me llegue, también tengo que decírtelo, así que recuerde a bote pronto Pedro Juan Gutiérrez, Adolfo Vergara Trujillo, Iban Zaldua y, por supuesto, Zoé Valdés.

    Te felicito, de verdad.

    Un saludo.

    Escrito el 22 octubre 2016 a las 00:09
  6. 6. Otilia dice:

    Hola Henar,
    Gracias por el comentario tan agradable.
    Tu relato tiene una lectura fluida y reflejas muy bien la vida de esa mujer cuyo centro es su hombre.
    El final es lo más flojo, solo es mi opinión.
    Cuidado con las repeticiones. Buen trabajo.
    Saludos

    Escrito el 22 octubre 2016 a las 12:36
  7. 7. Henar Tejero dice:

    Hola a todos:
    Gracias por vuestros comentarios. Siempre se aprende algo de ellos.
    M.M. Ariel, he de decirte que soy de Valladolid y la frase `ni que decir tiene`es muy frecuente por aquí. Quizás sea un regionalismo, no lo sé.
    Espero seguiros leyendo próximamente.
    Saludos

    Escrito el 27 octubre 2016 a las 06:58

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