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Receta de liberación. - por L. Mor Arcadia

Web: http://lmorelatosarcadia.blogspot.mx

El autor/a de este texto es menor de edad

Verónica estaba aún a las doce del día hundida en sus sábanas, mirando indiferente la luz que se colaba entre las cortinas de la ventana. Ni el «big big» del despertador seguido de la sintonización de la radio, en su estación favorita, logró motivarla a iniciar con su día. Densas lágrimas llenaron sus ojos de neblina al escuchar la alegre melodía y descorazonada ocultó la cara hacia la almohada y la pared.

«No puedes permitir que te afecte así». Se repetía como una mantra.

De un impulso que electrificó todo su cuerpo se animó a correr a la regadera para ducharse con agua fría aún con la pijama puesta; quería despertar, y creyó que de alguna manera la dureza del frío le obligaría a enfrentar las adversidades de la vida. Peinó su cabello castaño y se maquilló como de costumbre, pero antes de salir se contempló unos minutos en el espejo de la estancia.

—Verónica, ¿de qué te sirve fingir? ¿De qué sirve engañar al mundo?—reclamó a su reflejo—Eres una charlatana más… me das asco.

Las lágrimas volvieron como dagas filosas que desgarraban el rímel de sus ojos y sus dientes dejaban blancos sus labios que, momentos antes, estaban rojos. Con un nuevo impulso, ahora de rabia, desabrochó a rasguños su reloj, pulseras y zapatos de tacón, últimos que arrojó a un rincón. Se dirigió a la nevera de la cocina, sacó un galón de helado de vainilla y con una fuerza desmedida tiró todo el contenido de un cajón de la alacena, del cual un cuaderno de recetas cayó en su pie y que no dudó en pisotear como si de un insecto se tratara. Sus ojos escudriñaron feroces el suelo hasta encontrar un cucharón y una vez conseguido se sentó en una esquina de su sillón a tragar el congelante manjar, cuyo dolor de cabeza la aturdió lo suficiente y en el momento justo para no escuchar el crujido de la cerradura de la puerta.

—Vero, ¿estás aquí?—escuchó la voz de Raúl, su mejor amigo.
Llena de vergüenza corrió por las escaleras y se encerró en su habitación.

«¿Por qué está Raúl aquí?», no dejaba de preguntarse.

Tiempo atrás, cuando estudiaban juntos en la facultad, le había dado un duplicado de la llave para que él pudiera guardar sus planos e ilustraciones de camino al trabajo de medio tiempo… La universidad, ¿cómo olvidar eso? Su casa, que sus padres compraron para ella, había sido lugar de alojamiento de muchos amigos, un lugar donde todos podían ser familia, donde todos se apoyaban entre sí. Entonces, ¿por qué se sentía tan sola? Tal vez nunca fueron lo suficientemente amigos y había sido un error confiar en ellos.

Sin embargo a Raúl le tenía una gran estima pero esa impertinencia ya era demasiado. En otras circunstancias le hubiera cuestionado su presencia, y después de invitarlo a comer, sutilmente le hubiera pedido de regreso la llave. Pero el caso no era así, era un pésimo día y estaba en condiciones deplorables, condiciones en las que sólo ella podía verse. Así que trató de calmar sus emociones para evitar actuar de manera impulsiva y grosera ante su amigo. Pero del otro lado de la puerta escuchaba ruido y después de varios minutos voces incomprensibles, voces que le dieron un fuerte sentimiento de desconfianza. Armándose de verdadero valor, por primera vez en todo el día, giró la perilla de la puerta y salió del cuarto.

Con forme bajaba sigilosa por las escaleras sintió que sus rodillas templaban y no daba crédito a lo que veía. Su casa estaba radiante, el cajón de la alacena estaba de nuevo en su lugar y sus zapatos ya no estaban arrumbados en una esquina; alrededor de la mesa, encabezada por un pastel, se encontraban sus amigos, que en torno a Raúl, contemplaban el cuaderno de recetas que antes había despreciado y olvidado que todos habían contribuido a su creación cuando eran una familia. También había olvidado que era su cumpleaños. Todos la miraron sorprendidos, confundidos, preocupados. Con voz entre contada salieron de Verónica todas sus angustias como una niña pequeña cual se queja con su madre del rechazo de los otros niños en el jardín. Finas lágrimas cayeron de sus mejillas, había ignorado que tenía amigos, y con seguridad se dejó llevar por ese impulso de liberación, de sanación… y por un momento los problemas desaparecieron.

Ese día no olvidó escribir en el cuaderno de recetas:

«Ante una pena incurable agregar dos tazas de amistad».

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6 comentarios

  1. Todos intentamos dar lo mejor en nuestros relatos. A veces, al repasarlos, nos damos cuenta que hemos repetido palabras, colocado comas a destiempo, e incluso, cuando nos comprimen el espacio de escritura y ya no hay remedio, apreciamos que lo mejor de la idea, se nos ha quedado en el tintero.

    El final, es positivo. Nunca desmayes.

    Escrito el 17 octubre 2016 a las 19:58
  2. 2. CARMELILLA dice:

    HOLA L Mor Arcadia:
    Me gusta tu trabajo, me gusta el contenido: “reconocer el valor que tiene la amistad”. Me gusta mucho el final y la frase que elegiste para acabar.
    Bien usada la raya del diálogo y las comillas latinas.
    Quizá te hace falta un poco de repaso para mejorar la redacción de algunas frases.
    ¡Bien hecho! Seguimos participando y mejorando.
    Saluditos.

    Escrito el 19 octubre 2016 a las 16:41
  3. 3. Caritobel (Bs.As. - Argentina) dice:

    Hola, L. mor Arcadia.

    Bueno, aquí estoy porque estoy comentando los tres textos que le siguen al mio.

    Sos menor de edad, y me alegra saber que te interese escribir. Yo también soy joven (y cuando empecé a escribir lo era mucho más, je,je) así que sé cómo se siente escribir y animarse a que otros te lean y te juzguen (para bien o para mal).

    Creo que vas bien con la gramática y puntuación, y eso es un punto a tu favor. Además me gusta como estructuraste el texto. Todo esto que hace a la forma es importante, y complementario a la misma vez.

    Sin embargo encuentro que tu manera de expresarte es algo rebuscada en algunos momentos. En partes adjetivás mucho, y hacés que algo simple suene complejo. Ante la duda, siempre es mejor simplificar, ojo, que con esto no digo que todo tiene que ser chato y lineal; nada de eso. Pero si que no se vea forzado. Y es eso lo que parece por momentos.

    Otra cosa que noto es que en algún momento se pierde qué es lo que sucede con la protagonista, cuál es su problema, y por qué está como está, y la manera en como lo resolvés pareciera casi mágica, muy apresurada, de tal manera que uno no se da cuenta de qué allí pasó algo. ¿Me entendés?
    No son grandes dificultades, pero son para tener en cuenta.

    No te desanimes, son cuestiones que se resuelven con la práctica.
    Te animo a que sigas con el trabajo.
    Te mando besos.

    Escrito el 19 octubre 2016 a las 22:20
  4. 4. Caritobel (Bs.As. - Argentina) dice:

    Te hice un comentario, pero no veo que se vea reflejado. ¿Lo ves?

    Escrito el 19 octubre 2016 a las 22:24
  5. 5. L. Mor Arcadia dice:

    Muchas gracias a todos por sus comentarios.(Sí, Caritobel. Puedo ver el comentario 🙂 )

    Tienen razón en todas sus recomendaciones. Siempre, desde que participo por aquí, he tenido problemas con la puntuación y la extención que le doy a mis enunciados. Trataré de hacer que otras personas lo lean en voz alta y así escuchar cuando algo no cuadra.

    En cuanto a la observación de Caritobel, no dije el problema del que sufría la protagonista porque traté sólo capturar la tristeza de manera en que más personas se sintieran identificadas. ¿Creen que lo logré? ¿Cómo hubiera sido mejor? ¿Cómo lo hubieran hecho ustedes?

    Gracias por sus cometarios, continuaré esforzándome.

    Escrito el 22 octubre 2016 a las 04:22
  6. 6. Alonso García-Risso dice:

    Saludos L. Mor Arcadia:

    Tu historia se inscribe dentro del conjunto de las escenas que caracterizan a la adolescencia. “Ante nuestros ojos —aún inmaduros—, se abre todo un espectro de posibilidades (no las percibimos todas, a veces sólo algunas, otras ninguna) que dan por llamar ‘los adultos’ mundo”, muchas veces durante mi juventud temprana enfrenté la situación que narras. Celebro que tu protagonista haya concluido de su estado de postración que, ‘la amistad es un bien preciado’.
    Tal vez, el momento fue ‘propicio’ para dicho hallazgo; pues por su etapa de vida (viene arribando a este universo), no ha sido aún contaminada severamente con la decadencia humana que nos rige.
    Después de tantos años, no te sorprenda el concepto de mundo que te doy; pues por el contrario guardo —en lo más profundo—, Fe en un futuro mejor…
    Como referencia te dejo un Tango: “Cambalache”, Letra y música de Enrique Santos Discepolo (1935). Lo interpretó magistralmente Carlos Gardel y es un claro espejo de la humanidad actual.
    Comentario al margen: Creo que podemos hacer algo para mejor, y torcer el timón. Tal vez en ese amor que florece de la amistad, se encuentre la clave para un mundo mejor. Así lo creo y lo sostengo.

    PD: Adelante que lo estas haciendo muy bien.

    Escrito el 23 octubre 2016 a las 01:33

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