<< Volver a la lista de textos
Cincuenta porciento - por Amanda Quintana
Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte… Si es así o no, no lo sé, lo cierto es que creí que había enloquecido.
Era una tarde del día en que el año llega a la mitad. Los shoppings tenían ofertas del 50%, por ser el 50% del año. Ese día coincidió con el cumpleaños número siete de mi hijo. Paseamos buscando su regalo. El gentío hacía que fuera difícil caminar; el shopping estaba atestado de gente. La multitud se aglutinaba en cada vidriera, como también en los corredores. Intentábamos encontrar la juguetería, cuando tuve la primera señal de que estaba enloqueciendo. En el mismo pasillo pero en sentido contrario, una mujer igual a mí, vestida con la misma pollera, la misma blusa, las mismas sandalias y la misma cartera, con el mismo color y largo de cabello, pasó caminando a mi lado.
Asombrada, no pude dejar de observarla. Ella me miró con tristeza; jamás olvidé la expresión de sus ojos. Pasamos caminando una al lado de la otra y nos miramos hasta que la gente no nos permitió seguir viéndonos. En ese momento me di cuenta de que mi hijo ya no tomaba mi mano. Me di vuelta para ver donde estaba, pero no lo vi. Lo busqué entre la gente, en dirección a la juguetería. Lo llamé pero no pude verlo. Sentí que los nervios se fueron apoderando de mí poco a poco; lo llamé a los gritos, pero mi hijo no apareció. Comencé a desesperarme. Me encontré dando vueltas sobre mí misma en medio de la gente, gritando como loca el nombre de mi pequeño hijito, sin que su carita apareciera. La gente comenzó a acercarse para preguntarme qué me sucedía. Muchos comenzaron a buscarlo por todo el shopping, hasta inclusive lo bocearon por los altavoces, pero no lo encontraron. Esa tarde fue la última vez que vi a mi hijo.
No he vuelto a tener paz ni cordura. La policía tampoco pudo hallarlo. Sentí que mi cabeza iba a explotar; asistí a consultas psiquiátricas, pero no me sirvieron ni consolaron. Sé que mi marido me odió por lo que pasó ese día y no lo culpo, yo hubiera sentido lo mismo si se le hubiera perdido a él. Ya no podía con mi demencia; supe que además de haber perdido a mi hijo, también perdí la razón y la alegría.
Hoy, el día de su cumpleaños, me levanté y fui a su cuarto; quizá Dios se habría apiadado de mí y todo lo vivido desde el año pasado habría sido un mal sueño. Pero mi hijo no estaba allí. La triste realidad me golpeó de nuevo el corazón.
Decidí volver al shopping; sentí que si lo hacía, de alguna manera estaría con él, quizá él recordara la última vez que nos vimos y hasta lo encontraría. Antes de salir, recorté mi cabello unos centímetros, me puse la misma pollera, las mismas sandalias, la misma blusa y llevé la misma cartera.
Entré al shopping a la misma hora. La gente atestaba el lugar, como siempre en el día del 50% de descuento. Me dirigí hacia la puerta principal. Era difícil caminar en medio de todos, pero igualmente lo hice, hasta que algo sucedió. Aquella mujer que había visto un año antes, caminaba de nuevo hacia mí pero en sentido inverso. Nos miramos; en sus ojos había asombro. La miré con tristeza; llevaba a su hijo de la mano. El chico se soltó y corrió a la vidriera de los juguetes, en el otro extremo del pasillo. La mujer siguió observándome sin darse cuenta de que su hijo se había ido, hasta que nos perdimos en la multitud y no pudimos seguir mirándonos.
Llegué a la juguetería, tomé de la mano al pequeño y lo reté —No vuelvas a escaparte, podrías perderte entre la gente—. —Sí mamá, perdóname— Me dijo. Salimos del shopping a paso acelerado, ente el gentío que se había alborotado, creo que porque una mujer había extraviado a su hijo. Por suerte el mío estaba conmigo, estaba segura de que no se me perdería.
A la noche, luego de que sopló las siete velitas de la torta, lo abracé y lloré. Mi marido me pasó la mano por la cintura y me dio un beso. No sabía por qué lloraba, quizá me habría unido en sentimiento con aquella pobre mujer del shopping, tan parecida a mí. Ojala encuentre a su hijo, pensé y, esa noche, recé por ella.
Comentarios (10):
Romina Eleonora Mc Cormack
17/11/2016 a las 19:41
Me gustó mucho, el pánico y la desesperación. Y, finalmente, el alivio, eso que sentimos cuando las desgracias les suceden a otros.
Encuentro algo extraño con el uso del tiempo de la narración, pero no puedo definir cuál. Creo que también se podría decir algo con respecto al uso del guion de diálogo.
Pero, la corrección del texto es el último aspecto.
Saludos,
Nos leemos.
Vespasiano
17/11/2016 a las 20:15
Hola Amanda:
Creo que es la primera vez que te leo y por lo tanto que te comento.
Tu historia me ha parecido creíble, porque con esto de la globalización todos vestimos ropas fabricadas en Taiwán o Dios sabe dónde, y la reparten por todo el mundo a precio de alta costura y al final vestimos todos iguales.
Bueno, poniéndonos serio, tu historia la he entendido no como un rapto o secuestro, sino como una desafortunada coyuntura que propició que el niño se agarrase a la mano de la mujer y se confundiera. La mujer quizá falta de cariño se agarra al crio y se lo lleva. Un año después se arrepiente, probablemente pensando en el sufrimiento de la madre, y decide reencontrarse con ella y devolverlo.
En cuanto a la desesperación de la progenitora, muy bien narrado.
En el libro del taller publicado este año, o en mi blog, puedes leer un relato escrito por mí, titulado “Angustia”, donde describo un episodio de extravío de un niño que jugaba con su padre.
A nivel formal, te señalo una cosa que me ha parecido extraña:
“Aquella mujer que había visto un año antes, caminaba de nuevo hacia mí pero en sentido inverso”. Esta oración no me cuadra, me parece difícil andar en una dirección y en sentido contrario al mismo tiempo. Bastaría con decir: “Aquella mujer que había visto un año antes, caminaba de nuevo hacia mí.”
Por lo demás decirte que me ha gustado tu historia, sobre todo por el final feliz.
Felicidades y nos seguiremos leyendo.
Santi Leonard
18/11/2016 a las 07:55
Hola Amanda,
Muy buen relato. Tengo la sensación de que el bucle entre las dos mujeres será infinito. Consigues describir una situación compleja, fantasiosa y dura y haces que parezca totalmente creíble. Enhorabuena.
Los dialogos quizá deberían estar mejor puntuados y señalizados. Pero como hay muy pocos apenas tiene importancia
Saludos
Santi
Claudia E.
18/11/2016 a las 17:07
Hola Amanda:
Me gusta mucho cómo has enfocado tu relato. ¿Era una doble real o el reflejo de un espejo?. Me da la impresión de que se tratase de un encuentro entre dos mundos paralelos gracias a un espejo. Aunque también podría ser sólo el hecho de que la protagonista tuviese en realidad un problema psiquiátrico, tal como se insinúa en el texto.
Premisa inquietante y genial.
Un saludo!
Tatei Jautze
18/11/2016 a las 19:51
Hola Amanda Quintana:
He leído tu texto y me has transmitido en algo la desesperación que se ha de sentir el extraviar a un hijo.
Eso de: “caminaba de nuevo hacia mí pero en sentido inverso.” Yo lo entiendo como si hace un año iba hacía un sentido, y ahora este año venía de aquella dirección. No entiendo yo que viniera caminando de espaldas o nada por el estilo pero hay que ser muy claros en lo que estamos escribiendo para no dejar lugar a dudas.
Aunque hay algunos puntos que no alcanzo a resolver. Por ejemplo:
-La segunda mujer también tendría que haber perdido a su hijo.
-Un niño de siete años sabe muy bien en dónde vive. Y sabría que hay algo raro en su “segunda” mamá.
También hay algunos errores en el uso de los acentos.
Yo soy Tatei Jautze, te invito a pasar por el texto #96 y a que dejes un comentario.
Gracias.
Cris
18/11/2016 a las 20:12
Miedo desesperación, luego calma. Me mantuvo en el escenario todo el tiempo. No tengo nada mas que agregar, me encantó muchísimo. felicidades
Amanda Quintana
18/11/2016 a las 20:46
Hola a todos, muchisimas gracias por los amables comentarios… 😀
Explico un poco de qué se trataba mi idea, lo cual no tiene que ser coincidente con la libre interpretación de cada lector, ya que eso es personal.
Mi relato pretende ser del género realismo mágico; la chica que va, es la misma que vuelve en dos planos distintos que se juntan en ese lugar; es como que se ven a si mismas por haber entrado por una especie de portal, de ahí que el chico se pierde a los siete años y que al año siguiente, festeja el cumple número siete; para el niño no hubo tiempo sin su madre. Acerca de lo de ir caminando en sentido inverso, era el desdoblamiento de ella isma en la otra, era como una imagen etérea entre dos mundos, dos realidades paralelas que se juntaron en ese mismo sitio en esa misma hora.
Espero haber aclarado dudas, pero repito, es mucho más valiosa la libre interpretación de cada lector a la intención mía al escribirlo.
Gracias de nuevo.
SBMontero
20/11/2016 a las 00:10
Me ha gustado. Es un texto simple, sencillo y limpio, y trasmite perfectamente la angustia de la madre, su determinación… aunque bajo mi punto de vista le falta algo, no sabría decirte el qué, pero le falta algo.
Sigue escribiendo.
Un saludo.
LUIS
21/11/2016 a las 19:28
Hola Amanda Quintana, soy luis (150) . Un emotivo relato que casi vuelve loca a la protagonista y a los que seguimos su infortunio. Perder un hijo es inimaginable. Bien llevada la trama hasta el final, que además acaba bien. Felicidades.
Un abrazo.
Noemi
01/12/2016 a las 02:07
Hola Amanda, gracias por tu comentario. Te devuelvo la visita con mucho gusto, tu cuento está muy bien desarrollado, más que al realismo mágico me pareció estar relacionado con la literatura fantástica que se practica en el Río de la Plata, Bioy Casares,Silvina Ocampo, Filisberto Hernández etc.donde es la misma realidad la que da un golpe de tuerca sin que intervenga nada exótico, sobrenatural o mágico.Creo que has desarrollado muy bien el tema con una estructura muy bien ensamblada de modo que las rupturas de los niveles de realidad se dan casi “naturalmente” en la repetición del cumpleaños del niño, lo que provoca el éxito de tu historia.Ha sido un placer leerte y espero que sigamos encontrándonos en el futuro.