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¿Alba? - por Cheche

—Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte —salió con eso de buenas a primeras un viejo amigo mío, mientras discurríamos por la avenida 9 de julio.
El pobre estaba enamorado y no podía apreciar a tantas bellas mujeres que cruzaban por la arteria principal de Buenos Aires, elegantes y distinguidas, de cinco a siete de la tarde. El urente ocaso de verano mostraba el lujo, flirt y encanto sensual por todas partes. Vio el desconcierto en mi rostro.
—¿Recuerdas a Alba? —me preguntó, sentándose en una banca con una melancolía que agujereaba, echando luego temerosas y repetidas ojeadas hacia los vitrales de los edificios.
—Claro —le repliqué al punto, encendiendo un cigarrillo.
Hizo rechinar los dientes con fuerza. Un relámpago morado se instaló desde los lóbulos de las orejas desoladas hasta la punta de la nariz. Clavó frenético ambas manos en la greña de erizo y deletreó una frase que casi me hace estallar de risa:
—Mi amada es dos.
—¿Qué quieres decir con ese enigma?
Sacudió la cabeza abatiéndose. Mi amigo deflagraba en romántica desdicha.
—No te rías —y agregó entre lamentos—: La conocí hace varios años en Cusco, esperábamos en la plaza el fin del año. La adoré desde entonces. Poco tiempo después nos mudamos a Lima con la felicidad en nuestros rostros. Hasta aquí lo corriente y racional.
Una noche calurosa, Quique, el más inteligente del grupo, me reclamó porque me vio con otra mujer.
»Fue un día que llegué al teatro con Alba, cuando en uno de los entreactos, dieron mis ojos con los de él. Me hizo señas para que saliese al foyer. Pedí perdón a mi compañera y fui a su encuentro.
—¡¿Qué haces con otra mujer?! —exclamó delante de la gente—. Estás ahora mismo con ella… ¡Y cuánto se parece a Alba!
»Repliqué que no, que él no se había fijado bien y me despedí. Volví al lado de Alba, sin darle mayor importancia. Tan inesperada como infundada acusación, en vez de suscitar mi protesta e inducirme a reiterar mi fidelidad, la tomé como un calembour de amistad. Yo nunca había estado con mujer alguna desde que conocí a Alba. La queja investía un toque asaz inquietante pero carecía de sustento.
»Desde entonces, otros me repitieron el regaño con más acritud. La acusación marchaba, afirmándose con terquedad. Llegó momento en que todos los miembros del grupo me formularon idéntica tacha a mi conducta. Y, de seguro, hasta ti llegaron estos infundios. Yo les reiteraba, uno a uno, por diferentes medios posibles mi lealtad para Alba. Vanos esfuerzos.
—Nosotros —me recriminaban— te hemos sorprendido infraganti. Nada tienes que defender. No puedes negar la realidad.
»Y en efecto. Si a cuantos me conocían yo hubiera interrogado sobre la autenticidad de este asunto, habrían testificado mis relaciones de amor con una segunda mujer para mí irreal. Y yo me quedaba aún más boquiabierto ante semejante fosfeno colectivo.
»Pero una circunstancia llamaba mi atención. Alba nunca me decía nada que diera a entender mi supuesta infidelidad. Ni un gesto, ni una espina en su alma, no obstante su carácter de borrasca. ¿Acaso sólo ella ignoraba mi culpa? Un sabor amargo me intrigaba, arrastrándome hasta el filo del abismo de un ridículo desconcierto.
»A partir de entonces, tuve la impresión de hallarme ante otra mujer que no era Alba. Hubo noches, por ejemplo, en que esta crisis de duda se reflejaban por una inusitada pesadilla de arrebol que me creaban fuertes sobresaltos, alarmas y fiebres. Me impedían dormir luego y continuaba durante el día la creciente desazón que iba a volverme loco.
»Hasta cierta mañana tibia en que nos detuvimos en la Tiendecita Blanca, a probar los nuevos postres.
—Mi Alba —murmuré desgarrado, como un naufrago que manotea a ciegas en medio del océano—. ¿Quiero preguntarte algo?
»Ella sonrió llena de ternura, mientras sus flotantes manos subieron a asentar un cabello llenos de bucles en las sienes. Y luego, sin dejarme aducir palabra fue al baño. Dejó la cartera.
»Busqué entre sus pertenencias y encontré sus documentos. El nombre de otra persona aparecía radiante.
Y mi viejo amigo sollozó inconsolable.

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4 comentarios

  1. Hola Cheche. Si entendí bien, tu relato es brillante. El remate, digo, me parece que es maravilloso. Digo, basado en el reto opcional, al cual te apuntaste, diste una historia que, compleja, tiene además un halo de misterio donde no parece haber demasiada complicación, está intrínseca.
    Como verás, me gustó muchísimo.
    ¡Felicitaciones, un enorme gusto leerte!
    Sl2

    Escrito el 17 noviembre 2016 a las 15:18
  2. 2. Patricia Redondo dice:

    Hola Cheche. Original historia sin duda. No acabé de entender muy bien: la amada tiene una gemela y se andan haciendo sustituciones? Alguién suplantó a la amada ya para siempre ?
    Muy colorido el lenguaje, lleno de giros y modos, propios, creo, del españos que se habla en sudamérica , pero, a veces, por esto mismo, hace que me resulte un poco chocante al leerlo.

    Estoy en el 175 por si te apetece leerme

    Saludos!

    Escrito el 17 noviembre 2016 a las 17:12
  3. 3. A.R.Payán dice:

    Hola Cheche.
    En mi opinión tu relato empieza bien, buenas desripciones, buen desarrollo, pero según avanza el texto se me va haciendo más confuso y chocante. En algunas frses echo en falta algo más de detalle para ambientarme en la escena.
    El uso de las comillas tipogáficas (>>) no entiendo el significado que pretendes con su uso.

    Escrito el 17 noviembre 2016 a las 22:15
  4. 4. Luis Ponce dice:

    Hola Cheche:
    El argumento me parece muy interesante y permite desarrollar un relato atractivo.
    Pero el uso de un lenguaje rebuscado me ha hecho perder el interés. Lo importante es comunicar, hacer llegar al lector la idea de la manera más sencilla posible. El uso de terminología rebuscada lo único que logra es confundir, porque más te llama la atención la palabra rara que has usado que la sencilla idea que querías comunicar.
    Si eliminas todo lo rimbombante, tendrás un trabajo digno de la lectura.
    Saludos.

    Escrito el 23 noviembre 2016 a las 00:40

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