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Destino - por L. Mor Arcadia

Web: http://lmorelatosarcadia.blogspot.mx

El autor/a de este texto es menor de edad

Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte— leía Ademir recostado sobre el césped—que el destino unirá en la naturaleza del ser…

Pensativo apartó el libro de sí y cubrió su rostro de los rayos del sol con el antebrazo. Las canchas de la escuela era su lugar favorito, espacio perfecto para dormir, pensar, leer o pasar el rato de vez en cuando con sus amigos; aunque esto último no le gustara mucho, pues detestaba el ruido de las recurrentes bromas banales de los chicos de su edad. Ademir era un chico taciturno, cuya única pasión era la tranquilidad de la lectura en silenciosa intimidad sin más compañía que el aire fresco; sus compañeros siempre interpretaron esa soledad como propia de su persona, pero nadie se percataba que su tristeza en los ojos apagaba gradualmente su luz hasta terminar en una inevitable ceguera, todos ignoraban que esa lectura compulsiva y extraño deleite de mirar el sol se trataba de un profundo goce próximo a expirar.

¿Cómo volvería a escuchar las palabras que tan fácilmente acababa de leer? ¿Quién le describiría el fulgor del sol y la manera en que sus estelas de luz se cuelan entre las nubes? ¿Quién estaría a su lado sin sentir compromiso ligado a la lástima de un joven ciego que conoció los vivos colores antes de vivir en tinieblas? ¡Quién sería capaz de disfrutar la compañía de un amargado hombre exiliado de la tierra de las luces!

Con tales pensamientos, y con puños fuertemente cerrados, las lágrimas corrieron de las cuencas culpables de sus desgracias. Pero no permitiría que le vieran así, lo mejor era ir a casa.

«…un doble en alguna parte…» meditaba mientras guardaba el libro dentro la mochila.

«¿Conoceré a mi "doble" antes de quedar ciego? Ojalá que no, sólo envidiaría su buena salud, nadie puede ser tan desgraciado aunque fuera un "doble"… o quizá también esté pasando por algo así, tal vez sabe disimular mejor que yo…»

Observó con dificultad a su alrededor, todos los adolescentes iban y venían con normalidad, sin mirar con atención el suelo o esquivar alguno que otro desnivel. Era evidente que nadie pasaba por lo mismo.

Con desánimo y lentitud se integró al gentío que se dirigía a los edificios de la escuela. Y al ver a las chicas vanidosas que iban a su lado, triviales ya ante sus ojos, no pudo evitar soltar un suspiro; «que inutilidad más absurda, ¿de qué sirve eso ante un futuro ciego incapaz de satisfacer con halagos ese intento de llamar la atención masculina?»
Cerca de ahí su atención fue robada por el ruido de chicos jugando baloncesto que decidió detenerse a mirar; había aprendido a disfrutar cada segundo aún si eso que observaba fuera algo tan simple como ver un balón rebotando, pero lo difícil era mantenerse positivo a la belleza de la cotidianidad porque al poco tiempo sus pensamientos comenzaban…

«Un partido, ¿cómo podré apoyar a mis amigos si no los puedo ver jugar en un simple y jo-di-do partido?»

Si ese doble existía, ¿dónde estaba para lamentarse juntos?

«Dicen que todos tenemos un doble en…»

—… alguna parte que el destino unirá en la naturaleza del ser; —leía en voz alta una chica completamente ajena al juego para un grupo soñoliento e indiferente de amigas más concentradas en el físico de los deportistas— esto no quiere decir que sean iguales, sólo que ambas naturalezas se corresponderán, atraerán y complementarán cuando el universo les haga colisionar…

Un repentino viento veraniego revolvió los rizos de la joven haciéndole inevitable dirigir su mirada a Ademir. Que no pudo evitar pensar…

«Benditos ojos ciegos que te llegaron a ver» mientras decía:

—¿Puedes leer para mí?— sentándose a un lado de una castaña complacida al contar con la compañía de alguien que realmente entendía.

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5 comentarios

  1. 1. M.L.Plaza dice:

    Hola.
    Soy M.L.Plaza, del 46
    Me ha parecido un relato muy original.
    En cuanto al estilo, me parece que sobran muchos adjetivos y muchas comas. Yo las sustituiría por puntos, y acabaría el relato en Benditos ojos…
    Saludos

    Escrito el 17 noviembre 2016 a las 20:27
  2. 2. Gabriela dice:

    Hola!
    Yo pondría …en la silenciosa intimidad…
    me suena mejor.El relato me ha gustado.

    Soy Gabriela el 33 sí quieres pasar a leer él mío.
    Saludos

    Escrito el 20 noviembre 2016 a las 16:06
  3. 3. PedroAntonio dice:

    Muy bien estructurado, muy gráfico y con mucho sentimiento, genera una gran empatía por el personaje principal.
    El relato me parece muy bueno. Se nota el trabajo que sustenta a ese talento que tienes, ha sido un placer leerlo.
    La única mejora que te puedo indicar, es la tilde de la palabra “aún”, que en este caso creo que no debería haber llevado, pero que eso sea la única pega también es signo de lo que me ha gustado.

    Escrito el 21 noviembre 2016 a las 10:14
  4. Hola, L. Mor Arcadia
    He llegado hasta tu relato porque he visto que tienes pocos comentarios, te soy sincero en eso, pero al acabar de leer el segundo párrafo me he dicho: aquí hay calidad y he seguido leyendo con mucho interés y con mucho agrado. Me ha gustado tu relato y cuando luego he visto que se trata del relato de un autor o autora menor de edad, más meritorio me ha parecido.
    Vamos a ver, desde el punto de vista de forma he de decir que no me fijo mucho en los vericuetos ortográficos, pero lo cierto es que no he visto nada raro y la cadencia, el ritmo y esa lectura suave y entendible que va entrando en el cerebro con una musicalidad íntima me cautivado. Es agradable encontrarte con textos que destilan humanidad, frente a lo mucho que parece gustar la violencia y los tipos duros. Pues no, tu texto es pura sensibilidad. Un joven que sabe que va a quedar ciego y apura con afán todo lo que sus ojos son capaces de captar. El recurso de la lectura de un mismo libro, y de un mismo párrafo, para unir el sentimiento de dos personas creo que es una casualidad lo suficientemente válida para sustentar una trama que se basa en el deseo de la búsqueda. Trama un poco frágil, el conflicto es la ceguera inminente, que todavía no ha aparecido, pero delicada, llevadera. Es el texto referente a una persona joven que todavía no ha sufrido desengaños. Excelente.
    El último párrafo, “ —¿Puedes leer para mí?— sentándose a un lado de una castaña complacida al contar con la compañía de alguien que realmente entendía.”, fatal. Por favor bórralo y que nadie sepa de su existencia. Sobra de todas a primeras. Es un desliz. Lo de castaña suena a desaire, a peyorativo. Hubiera quedado mejor el texto acabándolo con la frase, «Benditos ojos ciegos que te llegaron a ver», hubiera resultado más al estilo de los amores profundos de Gustavo Adolfo Béquer.
    Sea como sea, un gran y sentido texto. Felicidades y te animo a continuar.

    Escrito el 22 noviembre 2016 a las 11:49
  5. 5. Laura dice:

    Hola L.Mor Arcadia.
    All igual que Manuel Pla Martí, me detuve en tu relato al ver que tenías pocos comentarios. No me doy cuenta si hay calidad, como mi antecesor. Lo que sí sé es que me ha gustado.
    Hermosa idea del doble en el plano espiritual.
    Y es verdad, puedes eliminar la última frase, pero no importa.
    Sigue escribiendo. Lo haces muy bien

    Escrito el 28 noviembre 2016 a las 14:04

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