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La venganza de Abel - por MaríaR.

El autor/a de este texto es menor de edad

Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte, a veces se encuentran escondidos en lugares lejanos, perdidos en selvas y desiertos, otros se encuentran a un océano, otros a un país, y otros como en mi caso, están a dos metros de distancia. Caín tiene el pelo negro, con los ojos oscuros como el carbón y una nariz demasiado grande para su cara, mirarle a él es como mirar un espejo, es por eso supongo, que somos tan distintos. Nací con una sombra que se entremezclaba con la mía, a veces la falsa tapaba la mía, otras era mi sombra la que ocultaba la de mi hermano, y esa lucha de constantes hizo que yo ansiara borrar todo aquello que me hacia ser él, que nos hacía ser uno. Eso explica que yo me dedicara a leer cuando él quería jugar al fútbol, que me gustara la carne y Caín la odiara, que me gustara la lluvia y a él el sol, que me gustara callar mientras él prefería hablar.
Ya entrado en edad he intentado buscar un resquicio de aquel lazo que borré tan esmeradamente, un resto de ese amor o de respeto, pero lo único que oigo es el viento golpeando contra la ventana y el crujido de la madera al ser pisada. No siento nada, solo a la luna tocando mi cara y eso no me basta, necesito reír como mi hermano, necesito su suerte y necesito sus amistades, ¡somos iguales y sin embargo tan diferentes!
Todo empezó cuando Caín decidió escribir un libro, al principio no le di ninguna importancia, pero el día que recibió una llamada de una editorial fue la gota que colmó el vaso. No solo iba a cumplir mi sueño, el ser escritor, sino que además estaba recibiendo elogios y ganando fama por ello. Deje de dormir y de comer, hasta el punto que lo único que se alumbraba en mis ojos era la envidia, comencé a vivir por y para mi hermano, observaba sus costumbres y el porcentaje de veces que se las saltaba, sus gustos y su comportamiento. Así descubrí por ejemplo que sujetaba la cartera siempre que caminaba por la calle, que le gustaba el café a las ocho de la tarde, y que daba el cambio al vagabundo situado en el edificio de en frente. Que luego iba a su apartamento donde le esperaba su mujer y sus hijos, para más tarde ir a un bar a las afueras de la ciudad, del que no regresaba hasta las cinco de la mañana.
He estado planeando su asesinato por un tiempo, sé que está mal y que iré a la cárcel, pero solo en pensar en que él haya vuelto a mezclar sus sueños con los míos me llena de rabia, he mirado miles de libros sobre venenos, aunque siempre puedo recurrir a la pistola que guarda mi padre, no lo sé, eso lo decidiré esta noche cuando le haga una visita. Ayer quemé mi casa, hoy será el día que mate a mi hermano.
Serán las cuatro de la mañana cuando me presente en el bar, él estará borracho apoyándose en la barra del bar, sus amigos se habrán ido hace rato pero Caín estará un rato más, postergando todo lo posible su vuelta a casa, donde le espera su mujer que le gritará por ser un borracho, despertará al niño y los vecinos levantaran levemente la cortina, y mirarán con desprecio a su familia. Entonces apareceré yo y le diré:
—¿Qué tal el libro que estás escribiendo?— observaré su cara que estará difuminada por el humo del cigarro, el dará un último trago a su bebida, y me mirará con esos ojos negros llenos de confianza.
—Marchando, es una pena que tu historia no llegase a ser publicada, era muy buena— Yo reiré por lo bajo y observando mi reflejo por última vez, dispararé.

Comentarios (5):

Dante Tenet

17/11/2016 a las 19:40

Maria:

Original la historia al invertir los roles de los protagonistas bìblicos.

Por momentos es lenta para leerla.

Me gusto, como para hacer de ella un relato mas largo.

Nos seguimos leyendo – Estoy en el 158

Leonor Cuevas Martín

18/11/2016 a las 16:26

Hola, María:
Me ha gustado la historia que has escrito, pero se me ha hecho un poco liosa, porque en principio dice que es su sombra y da la idea como si fueran siameses y después parece que son dos hermanos donde uno le tenga envidia al otro como en tantas familias. Quizá no lo he comprendido yo bien.
Por otro lado, dices que “en este sitio o a aquel sitio”, al principio. Yo creo que siempre suena mejor decir “en un país, en un océano”. No sé es mi opinión.
Cuando dices me presenté en el bar, puedes ahorrarte repetir la palabra bar cuando nombras la barra.

Po lo demás, escribes muy bien y con buena ortografía.

Un saludo

Sira

18/11/2016 a las 17:20

Hola María, me gustó tu relato, entendí a la sombra como el estorbo que representaba su hermano para el y que en esa medida lo empañaba por completo?, no sé si estoy en lo correcto.
Me gustó la trama, aunque faltó el final, lo mató?, se arrepintió?..
Reflejas claramente la lucha interna que tiene Caín que lo hace decidir entre la envidia que él mismo sentía y el lazo fraterno que guardaba con su hermano.

Nos seguimos leyendo.
Si es de tu interés yo estoy en el 160

Saludos
Sira

gaia

18/11/2016 a las 20:47

Muy bien escrito, muy original

Cris

26/11/2016 a las 15:02

Me encantó, solo felicitarte por la manera de enganchar al lector.
sería genial un libro con este material que empleaste.

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