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Día de muertos - por Hilda G.M.

Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte, pero yo no lo creía hasta que me morí.
Al año siguiente esperaba encontrar mi retrato rodeado de ceras y flores, con una ofrenda de flautas enchiladas y gallina en mole verde, que es lo que más me gustaba en los días de fiesta. Curiosamente, en el zaguán me topé con un arco decorado con hojas de palma y flores de cempasúchil y del que pendían frutas; pegada al arco, sobre una mesa con un mantel bordado, había una ofrenda de chocolate, atole, calaveras de dulce y nueces y cacahuates. Sobre la mesa habían puesto a un santo que no supe quién era y el retrato de un abuelo reinando solo sobre el altar. Pensé que seguramente me había extraviado. No en vano era mi primera visita de Día de muertos. Haciendo memoria, recordé que en mi casa ya teníamos otros muertitos a los que les poníamos altar año con año, así que me pregunté por qué había un solo retrato y por qué ese tipo de altar no encajaba con la región donde yo había vivido… y me había muerto, claro está. «¿Qué andaba haciendo yo en la Huasteca, si había vivido en la región de Aguascalientes, donde celebran el Día de muertos al estilo mestizo y no el xantolo indígena?» —esa y otras preguntas me hacía mientras inspeccionaba todo a mi alrededor. No solamente el zaguán, el resto de la casa también se parecía a la que había sido mía, pero había pequeños detalles que la hacían diferente. Por ejemplo, una bicicleta muy usada que estaba en un rincón del patio y que se cayó al querer tocarla. Escuché voces alegres en la cocina que decían: «Ya llegó mi abuelito». No me acordaba de haber tenido nietos; según yo, me morí antes de que mi hija se casara. Decidí pasar a la cocina y desengañarme de una vez, a lo mejor aún me daba tiempo de llegar a mi pueblo, entre Aguascalientes y Zacatecas, aunque no sabía con qué velocidad podíamos movernos los difuntos. Ahí estaba mi esposa, o alguien muy parecido a ella, y mi hija también. Las dos se veían un poquito más viejas de lo que yo las había dejado. Sentado entre ellas estaba también un hombre que debía ser mi yerno (en caso de que yo fuera el difunto del altar) y padre de dos niñas que jugaban a asustarse con dos títeres, dos esqueletos, por supuesto. Mientras yo los observaba, ellos comentaron que hasta en la muerte extrañaba yo mi bicicleta, así que no es raro que haya hecho ruido en el patio tratando de subirme a ella. Yo les hubiera dicho que nunca supe andar en bicicleta, pero no podemos hablar con los vivos, incluso en ese día, solamente estar a su lado. Al poco tiempo llegaron unos señores disfrazados y se pusieron a bailar frente al altar. Luego «mi señora» los invitó a comer chocolate caliente con pan de muerto; entonces me enteré que yo había sido caporal de su cuadrilla y que todos los años recorríamos el pueblo bailando. Me sentí orgulloso porque la verdad es que en vida siempre me había llamado la atención el grupo de matachines de mi pueblo, me hubiera gustado danzar con ellos, pero mis padres pensaban que eso era cosa de «indios» y me quedé con las ganas. Cuando «mi yerno» se levantó para perfumar con el copal el zaguán, decidí seguirlo y tomé la foto del altar. No cabía duda, éramos muy parecidos, aunque el del retrato tenía algunos años más que yo. Me daba pena irme, me sentía tan bien con ellos que decidí quedarme y representar a su muertito en ese día de fiesta con la esperanza de que él hiciera lo mismo en mi pueblo.
A ver si este año doy con el camino correcto.

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14 comentarios

  1. 1. Ocitore dice:

    Hola, Hilda, me ha gustado mucho tu cuento porque realza esa gran tradición que celebramos en México cada año y, ahora, complementamos con un desfile del Día de los muertos con lo que dejó el director de la película del agente 007 “El espectro”. Me pareció fantástica la idea de hablar a través del alma o ánima de un difuntito que se encuentra con su doble. No lo sabía en vida y después de la muerte se fue a enterar, lástima que no lo encontrara antes, en el mundo de los muertos, para ahorrarse la equivocación. De cualquier forma , te animo a que escribas una variante de la historia con una cantidad de dobles clonados buscando con desesperación su altar correspondiente.
    Sigo sin entender si las flautas van con chile y, por eso, son flautas enchiladas o si eran flautas, enchiladas.
    Bueno, nos leemos ,después. Un abrazo.

    Escrito el 17 noviembre 2016 a las 10:06
  2. 2. Beverly Matos dice:

    Hola Hilda G M
    Tu relato me ha gustado creo que el punto de vista de un muerto es muy original, y ya de paso aprendo de otras culturas que nunca viene mal.
    En la corrección solo un par de detalles, como donde pones:
    « de día de los muertos» pondría « del día de todos los muertos» al igual que en « de altar» cambia el “de” por ” del”
    Y por último detrás de «por ejemplo» pon dos puntos (por ejemplo: una bicicleta)
    Por lo demás, creo que está bien escrito y se lee bien.
    Por si te quieres pasar, soy tu vecina de arriba el número 55.

    Escrito el 17 noviembre 2016 a las 17:43
  3. 3. Merlín jr. dice:

    Comienza afirmando que no creyó que tuviera un doble hasta que murió. Todo el texto –en un solo párrafo- lo dedica a irnos mostrando progresivamente cómo se va dando cuenta de ello, hasta que al final en: “No cabía duda, éramos muy parecidos, aunque el del retrato tenía algunos años más que yo”, llega a esa conclusión.

    Es recalcar positivamente como eficacia narrativa la breve conclusión en la que no aparece la palabra doble, porque enlaza con la primera frase de la escena. Su brevedad contrasta con la abundancia de detalles concretos –y documentados- que se encuentran en el cuerpo del relato. Este contraste de “cantidades” actúa como un recurso literario intensificando el efecto de la conclusión: el descubrimiento de su doble.

    Todo el discurso está generado –y esto es una virtud- por el eje sobre el que basculan, a un lado y a otro, los dos lugares, Aguascalientes y Huasteca; dos casas; dos familias; dos costumbres, el Día de Muerto y el Xatolo. Son las extrañezas y las reflexiones del narrador-protagonista quien cuenta y da forma al relato. Por esto podría comprenderse la forma utilizada en un solo párrafo, porque en realidad es un monologo, y un monologo de un muerto.

    Otros compañeros ya han señalado el acierto de situar la escena del doble una vez muertos, y elegir –añado yo- en el Día de Muerto para permitir, con credibilidad, que puedan visitar los lugares de los vivos.

    No obstante, valorar la posibilidad de más párrafos porque ayudan a una mayor claridad y, por tanto, mejor comprensión de los textos. Ahora bien, es cierto que no tenemos ni idea de cómo perciben, piensan, cuentan y escriben los muertos de Aguascalientes.

    Escrito el 18 noviembre 2016 a las 16:08
  4. 4. M.L.Plaza dice:

    Hola,
    soy M.L.Plaza, del relato 46.
    Tu texto me ha encantado. El tema me ha parecido precioso y creo que está estupendamente escrito.
    La única cosa que veo, por aquello de las críticas constructivas, es que en las primeras frases el narrador da a entender que lleva varios años muerto “Al año siguiente esperaba encontrar mi retrato…”. Eso me parece que se contradice con la última frase del cuento, que está en presente: “A ver si este año doy con el camino correcto.”
    Espero que sigas escribiendo para poder ir leyéndote.
    Saludos

    Escrito el 19 noviembre 2016 a las 03:49
  5. 5. Hilda G.M. dice:

    Hola, Ocitore. Perdón por no responder antes a tu comentario, pero estaba muy ocupada con el trabajo. Te agradezco que te hayas tomado la molestia de leer mi texto y dejarme tus impresiones. Por cierto, parece que has adivinado mi pensamiento, una de las cosas que me intriga es precisamente la de qué les pasaría a nuestros difuntos el Día de Muertos en una época en la que la clonación se convirtiera en algo común y masivo. En cuanto a la comida, tienes razón: “eran flautas, enchiladas…”, aunque ya sabes que cada quien tiene sus gustos y bien podrían haberle gustado en vida las flautas enchiladas. Saludos y trataré de pasar a leer tu texto hoy mismo, aprovechando que tengo un día libre 🙂

    Escrito el 19 noviembre 2016 a las 10:35
  6. 6. Hilda G.M. dice:

    Hola, Beverly Matos. También me disculpo por no haber respondido antes, pero el trabajo no me deja mucho tiempo libre. Te agradezco tu comentario y revisaré los detalles que me dices. Solo con respecto a lo de “Día de todos los muertos”, que tú propones, te cuento que en México la fiesta se llama así: “Día de muertos”, aunque obviamente se celebra a todos los difuntos. Pasaré a leer tu relato. Saludos 🙂

    Escrito el 19 noviembre 2016 a las 10:43
  7. 7. Hilda G.M. dice:

    Muchas gracias, Merlin jr., por tu comentario tan positivo. Me alegra que te haya gustado y que me hayas dejado un comentario tan detallado. En cuanto a la idea de algunos párrafos más que pudieran dar una mayor claridad al texto, la verdad es que el hecho de tener un límite de palabras nos obliga a controlar el deseo de explayarnos. Tal vez en una versión más extensa lo hubiera escrito de otra forma. Pasaré a leer el tuyo en cuanto tenga un momento libre. Saludos

    Escrito el 19 noviembre 2016 a las 10:50
  8. 8. Hilda G.M. dice:

    Hola, M.L.Plaza. Muchas gracias por tu comentario. En cuanto a la expresión “al año siguiente”, yo me refería al año inmediato después de su muerte. Dentro de la imaginería popular mexicana lo vemos como nuestra primera fiesta después de muertos 😉 Quizás debería haberlo redactado de otra forma. Saludos y pasaré a leer el tuyo 🙂

    Escrito el 19 noviembre 2016 a las 10:54
  9. 9. MAVI dice:

    Hola Hilda, me gustó tu relato es interesante y original. Sólo me quedó una duda, cuando se encuentra con sus familiares dice:”Ahí estaba mi esposa, o alguien muy parecido a ella, y mi hija también. Las dos se veían un poquito más viejas de lo que yo las había dejado” ¿Esto significa que los familiares de ese muerto eran dobles de sus familiares? Además el narrador protagonista parece afirmar que se trata de su hija. También en el final dice: “decidí quedarme y representar a su muertito en ese día de fiesta” esto se contradice con la última frase:” A ver si este año doy con el camino correcto.” Si este año decidió quedarse allí, en la frase final debería decir: “A ver si el año próximo doy con el camino correcto.” Mi relato es el 53. Saludos.

    Escrito el 19 noviembre 2016 a las 23:57
  10. 10. Lucas Trevisiol dice:

    Hola Hilda, soy tu compañero del relato 12, un gusto!
    Al igual que a todos, me encantó no solo la temático sino también la forma de escribirlo.
    Lo único que me pasó—y no sé si fui el único— es que al principio contás que estuvo un año muerto, pero en algunas partes del relato me parece que en realidad lleva más tiempo en el “otro lado”
    Saludos

    Escrito el 21 noviembre 2016 a las 01:27
  11. 11. Menta dice:

    Hola Hilda: ¡Qué gusto leerte! Has escrito tan bien tu relato que me parecía estar oyéndote con tu acento mejicano esas palabras tan bonitas y desconocidas para mí. Muchas gracias, me has hecho pasar un rato buenísimo.
    Tu muertito es tan lindo y está tan confundido que me encanta.
    Espero leerte el próximo mes. Te estoy muy agradecida por haberlo compartido con todos nosotros. Menta

    Escrito el 21 noviembre 2016 a las 20:01
  12. 12. Hilda G.M. dice:

    Muchas gracias, Mavi, por tu comentario. No me había puesto a pensar en que pareciera que las mujeres también tuvieran dobles, más bien quería mostrar que él tenía tantas ganas de dar con su altar que intentaba encontrarles algún parecido. De todas formas, gracias por ponerme a pensar en las contradicciones. Pasaré a leer tu relato. Saludos

    Escrito el 21 noviembre 2016 a las 21:17
  13. 13. Hilda G.M. dice:

    Muchas gracias, Lucas Trevisiol, por haberlo leído y dejar tu comentario. Pasaré a leer el tuyo. Saludos

    Escrito el 21 noviembre 2016 a las 21:19
  14. 14. Hilda G.M. dice:

    Muchas gracias, Menta, por tu comentario. Me alegra que te haya divertido “mi muertito”. Yo también espero leerte el próximo mes. Saludos 🙂

    Escrito el 21 noviembre 2016 a las 21:22

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