Clónicas de una revolución crónica - por Andrés Scribani

—“Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte…”. —Sus facciones transmiten la desesperanza que yace en su ser—. Ese era un dicho popular de cuando yo era mucho más joven —continuó Gustav en voz alta mientras observaba el titular del periódico que se encontraba leyendo un transeúnte—. ¿Quién se hubiese imaginado en esa época que nuestro doble tendría un doble más allá de nosotros y que este a su vez tendría otro?

En la primera plana del diario del 22 de abril de 2158 se mostraba un titular que hacía referencia al evento más controversial del momento: “El mundo entero celebra el primer matrimonio entre un humano natural y un humano clónico”.

«¿En qué desgracia nos hemos sumido? Nunca antes en la historia humana habíamos sido tan cretinos y desventurados al mismo tiempo». Los pensamientos de Gustav se hicieron cada vez más desdeñosos hacia su propia especie. Solo podía contemplar cómo la fuente de sus pesadillas durante muchos años se hacía más y más real; la visión de un hombre totalmente desnaturalizado, uno que abandera y acentúa la separación con sus ancestros, haciendo que su futuro y objetivos sean cada vez más inciertos.

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Gustav llevaba una muy buena vida antes de que empezaran los problemas con los clónicos. Poco más de cien años atrás, aun estando joven, se inició en el mundo laboral, sus estudios en transferencia nuclear celular le habían permitido optar por un puesto en la recientemente creada Comisión de Desarrollo Experimental Humano, comúnmente conocida como ‘La Comisión’. El mundo, apenas entonces, accedió a clonar humanos para utilizar estos clones en experimentos que le dieran un empujón al desarrollo de la medicina.

La información que se le permitía a las masas era muy reducida, sin embargo algunos individuos conseguían filtrar documentos que demostraban las condiciones inhumanas bajo las que mantenían a los clones. Gustav, como uno de los ingenieros de las instalaciones de La Comisión, compartía la opinión de que eran condiciones necesarias para evitar verlos como a nosotros mismos; él afirmaba que eran seres antinaturales, concebidos por máquinas, hijos de estas, y que debían ser tratados como artefactos desechables, pues su función primordial era la de sernos útiles en los laboratorios.

Los clones no recibían educación, vestido, y mucho menos libertad. Eventualmente se formaron grupos de personas que demandaban tratar a los clónicos como humanos corrientes, respetarlos. Muchas protestas se llevaron a cabo. Con el pasar de los años, el descontento popular ocasionó que, uno a uno, los países fueran incluyendo el derecho clónico en sus ordenamientos jurídicos.

Las prácticas descritas aun no estaban ilegalizadas, pero trabajos como los que ejercía Gustav eran rechazados por el público en general. Poco a poco se fue desvaneciendo el privilegio que en un principio significaba ejercer un cargo en La Comisión, y así fue como el odio hacia los clónicos se fue arraigando en el interior de Gustav.

Era el año 2130, hubo un fallo en el sistema de seguridad de las instalaciones de La Comisión que favoreció una fuga masiva de clones. A los oídos de Gustav llegan las opiniones de otros… se dice que fue un sabotaje por parte de los activistas de derechos clónicos. Una vez los clones estuvieron libres, el gran dilema en el mundo era ¿devolverlos a la prisión científica o integrarlos a la sociedad? La fuga del 30 fue el evento que le dio forma al mundo en el que se vive actualmente.

Las instalaciones de La Comisión fueron clausuradas, todos sus empleados terminaron en la calle. Gustav se convirtió en la cara y el líder de las posteriores protestas contra los clónicos, pero para desgracia de este, las protestas no lograron nada, excepto convertir a sus miembros en unos parias.

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—“El mundo entero celebra el matrimonio…” ¡Ja!, solo los idiotas estarán celebrando el fin de la humanidad… Ya verá ese fulano… su boda será un fiasco. Si una máquina no puede amar, tampoco lo hará uno de sus descendientes —refunfuñó Gustav para sí mismo mientras continuaba removiendo la basura en busca de su desayuno.