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El doble - por Tecnorot

Web: http://letraxmundanas.blogspot.com.co/

Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte, una fuerza opuesta que, en ocasiones, emerge de lo más profundo de nuestro ser para alterar ese equilibrio cósmico existente entre el bien y el mal. Sabemos que la compensación de ambas fuerzas es lo que mantiene al mundo en movimiento, como también que el desequilibrio es nuestro pasaporte a la perdición. Anoche, por ejemplo, Alfonso terminó en la ‘olla’, otra vez, y yo —esta mañana— tuve que pagar los platos rotos, como siempre.

Todo empezó ayer en la mañana, mientras cebaba la yerba mate. Acostumbrado a desayunar fruta fresca, huevos y café, decidió cambiar su dieta, descompensando alguno de los elementos que se hallan en su interior, y que lo hacen ir al trabajo y cumplir con sus obligaciones diarias, en vez de inmolarse en la plaza pública, por ejemplo.

Rumbo a la oficina, manejaba más rápido que de costumbre. Zigzagueaba por la avenida principal, al ritmo frenético de Raining Blood de Slayer, incapaz de identificar que todo había dejado de importar, salvo su gigantesco ‘Yo’ y sus necesidades reprimidas, que a estas alturas acaparaban el 100% de sus pensamientos. Así somos todos, supongo. Una gigantesca corriente de agua contenida por un insignificante dique.

Ya en la oficina, sus niveles de tolerancia entraron rápidamente en vías de extinción. No soportaba el teclear de Magaly (la secretaria), mucho menos el murmullo incesante de los compañeros de trabajo. El repicar de los teléfonos lo tenían al borde de la demencia. De haber tenido una metralleta en ese momento, le habría hecho un favor al mundo acabando con esas vulgares existencias. Sobre las diez de la mañana ya se había tomado ocho tintos, en vez de los dos con los que suele comenzar el día, y reemplazado su rutina matutina de Yoga con una prolongada y acalorada discusión que sostuvo con varios de sus compañeros acerca del fin del mundo y de las señales que anunciarán el “Apocalipsis”.

Apenas era martes, pero la búsqueda de cosas sublimes en lugares equivocados ya no tenía marcha atrás. Por eso lo primero que hizo al terminar su jornada laboral, fue dejar las llaves del carro a su secretaria, tomar un bus hacia el barrio San Bernardo, uno de los más peligrosos del centro de la ciudad, y localizar a un ‘jíbaro’ conocido. Allí, se abastecería con cinco gramos de marihuana, una roca de cocaína y diez papeletas de basuco, para mantener la euforia que le permitiera continuar su tediosa vida el resto de semana. Y así hubiera sido, de no ser porque después de fumarse el primer diablito (cigarrillo de marihuana y cocaína) sus prioridades cambiaron, así como sus principios y amistades. Todo se lo consumió allí, en compañía de una jauría de adictos, ladrones y prostitutas —que fascinados por el inusual visitante de corbata— lo habrían escoltado en una especie de sevicia morbosa, probablemente hasta que se gastara todo su dinero.

Descendiendo de la loma, sin un peso en los bolsillos, trataba de entender la razón cósmica de esta nueva recaída que, en esta ocasión, me costó dos millones de pesos y un nuevo llamado de atención en el trabajo.

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4 comentarios

  1. 1. Borja Franco Guembe dice:

    Hola tecnorot,

    Muy buena historia y creo que también está muy bien escrita. Me ha enganchado desde el principio y creo que no sobra nada.

    En cuanto a puntuación, no soy ningún espertó, pero creo que esta fenomenal.

    Gracias por hacerme pasar un buen rato leyendo tu texto.

    Un saludo

    Escrito el 18 noviembre 2016 a las 15:47
  2. 2. David Rubio dice:

    Hola Tecnorot,
    Suelo comentar sobre el texto conforme voy leyendo para mostrar lo que percibo con la primera lectura. Al final te dejo los puntos que más me han llamado la atención.

    Dicen que todos tenemos un doble en alguna parte, una fuerza opuesta que, en ocasiones, emerge de lo más profundo de nuestro ser para alterar ese equilibrio cósmico existente entre el bien y el mal. Sabemos que la compensación de ambas fuerzas es lo que mantiene al mundo en movimiento, como también que el desequilibrio es nuestro pasaporte a la perdición. (Un inicio demasiado reflexivo, el lector quiere ver desde ya la escena. Vigila ese “Sabemos” cuando alguien quiere leer una historia quiere solo eso. Con ese sabemos parece que el texto quiere adoctrinar al lector, para eso lee un libro de filosofía) Anoche, por ejemplo, Alfonso terminó en la ‘olla’ (¿Qué significa?), otra vez, y yo —esta mañana— tuve que pagar los platos rotos, como siempre.
    Todo empezó ayer en la mañana (Ves, inicias ahora la historia. Si eliminas el párrafo anterior el lector no lo echaría en falta), mientras cebaba la yerba mate. Acostumbrado a desayunar fruta fresca, huevos y café, decidió cambiar su dieta, descompensando alguno de los elementos que se hallan en su interior, y que lo hacen ir al trabajo y cumplir con sus obligaciones diarias, en vez de inmolarse en la plaza pública, por ejemplo.(No lo entiendo. ¿Descompensa elementos de la dieta o de su personalidad? ¿Qué se pretende decir con lo de inmolarse en la plaza pública?)
    Rumbo a la oficina, manejaba más rápido que de costumbre. Zigzagueaba por la avenida principal, al ritmo frenético de Raining Blood de Slayer, incapaz de identificar que todo había dejado de importar, salvo su gigantesco ‘Yo’ y sus necesidades reprimidas, que a estas alturas acaparaban el 100% de sus pensamientos. Así somos todos, supongo. Una gigantesca corriente de agua contenida por un insignificante dique. (Lo que he comentado antes. No es bueno que el autor diga al lector lo que es la vida. El lector puede tener otras ideas. Lo que quiere es leer una historia donde a un personaje le pase algo. El texto está avanzado y todavía no sabemos si el protagonista es Alfonso o ese yo del final del primer párrafo.)
    Ya en la oficina, sus niveles de tolerancia entraron rápidamente en vías de extinción. No soportaba el teclear de Magaly (la secretaria), mucho menos el murmullo incesante de los compañeros de trabajo. El repicar de los teléfonos lo tenían al borde de la demencia. De haber tenido una metralleta en ese momento, le habría hecho un favor al mundo acabando con esas vulgares existencias. Sobre las diez de la mañana ya se había tomado ocho tintos, en vez de los dos con los que suele comenzar el día (si lo normal es tomarse dos, ¿por qué ese día en concreto se tomó ocho? ¿qué le pasó fuera de lo normal para que tengo esos pensamientos tan exagerados?), y reemplazado su rutina matutina de Yoga con una prolongada y acalorada discusión que sostuvo con varios de sus compañeros acerca del fin del mundo y de las señales que anunciarán el “Apocalipsis”.
    Apenas era martes, pero la búsqueda de cosas sublimes en lugares equivocados ya no tenía marcha atrás (sé más concreto ¿qué cosas sublimes y lugares equivocados?). Por eso lo primero que hizo al terminar su jornada laboral, fue dejar las llaves del carro a su secretaria, tomar un bus hacia el barrio San Bernardo, uno de los más peligrosos del centro de la ciudad, y localizar a un ‘jíbaro’ conocido. Allí, se abastecería con cinco gramos de marihuana, una roca de cocaína y diez papeletas de basuco, para mantener la euforia que le permitiera continuar su tediosa vida el resto de semana. Y así hubiera sido, de no ser porque después de fumarse el primer diablito (en cursiva) (cigarrillo de marihuana y cocaína) sus prioridades cambiaron, así como sus principios y amistades. Todo se lo consumió allí, en compañía de una jauría de adictos, ladrones y prostitutas —que fascinados por el inusual visitante de corbata (pero esto ya lo había hecho antes y seguro que era conocido ¿o es la primera vez?)— lo habrían escoltado en una especie de sevicia morbosa, probablemente hasta que se gastara todo su dinero.
    Descendiendo de la loma, sin un peso en los bolsillos, trataba de entender la razón cósmica de esta nueva recaída que, en esta ocasión, me costó dos millones de pesos y un nuevo llamado de atención en el trabajo.(¿Cómo puede saber el narrador si Alfonso descendía la loma intentando entender la razón cósmica?)

    A tener en cuenta:

    1. Huye de decir al lector lo que debe pensar, cómo es la vida, qué debe sentir… El lector quiere leer una historia, no que le adoctrinen.
    2. Evita generalidades como búsqueda de cosas sublimes, etc… El lector quiere visualizar al protagonista haciendo cosas, inmerso en una historia, desenvolviéndose y actuando en ella.
    3. Si ocurre algo distinto ese día, muéstralo. Si sentir aversión por la rutina es lo normal cada día, ¿por qué este día en concreto decide drogarse y ayer no?

    Espero que alguna de estas observaciones te sea de utilidad.

    Saludos!

    Escrito el 18 noviembre 2016 a las 21:31
  3. 3. Oda a la cebolla dice:

    ¡Hola, Tecnorot!
    Interesa tu relato, te mantiene enganchado. En cuanto a la forma, destacaría que hay párrafos demasiado largos, como el inicial; debes cambiar comas por puntos o puntos y comas. Las aclaraciones entre paréntesis y entre guiones explicativos tampoco son acertadas ni bien estructuradas, y la numeración debería ir mejor con letra. Aún así, te felicito. Saludos y ¡hasta la próxima!

    Escrito el 20 noviembre 2016 a las 13:04
  4. 4. Tamara dice:

    Hola
    Pues la verdad es que salvando algunas expresiones que por cultura y geografía no he entendido bien me ha gustada. Me ha entretenido y he sabido leer entre líneas cosas que das a entender pero no aclaras, y es algo que me gusta por que cada lector es un mundo y se toma las frases como quiere y se lleva la historia a donde quiere.
    Por eso no estoy de acuerdo con lo que dicen por ahí arriba de que el lector quiere o no quiere, porque nadie sabe lo que yo como lectora quiero, no lo sé ni yo jaja
    En fin que me ha gustado mucho. ¡Enhorabuena!

    Un saludo

    Escrito el 21 noviembre 2016 a las 20:51

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