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Poeta loco - por Romina Eleonora Mc Cormack

“…autor poeta,¡qué cosa más singular!”

No tengo recuerdos fidedignos de aquella época; algunos manchones reconstruidos por los comentarios de tiempo después.
“No sabemos qué hacer con vos, te vamos a mandar a un campamento”, había amenazado la familia en reiteradas ocasiones. Hasta que, finalmente, decidieron llevarme en abril. Dejé el colegio recién comenzado, los amigos, la chica que me gustaba. ¡Un campamento de seis meses al empezar el año!
La familia tenía sus motivaciones; principalmente, el miedo a confrontar la realidad. Mis amigos trajeron golosinas, gaseosas, dulces de todo tipo para la celebración de despedida. Mi noviecita ni siquiera apareció.
Sí recuerdo bien la clase de gente diversa y hermosa que conocí en esos seis meses.
Apenas ingresé al campamento, me apadrinó Roberto. Digo “apadrinó” porque se me acercó sin hablar mucho y me guio hacia los cuartos, el jardín o hacia el taller. Roberto había intentado suicidarse dos veces y las dos había terminado ahí en el campamento, vivo y coleando. Su tristeza poseía un carácter ideológico; sin embargo, querían a toda costa cambiársela por una felicidad incongruente.
También estaba Lucas. Tenía menos de veintiún años pero ya padecía todas las adicciones, incluso al pegamento. Concluyó por hacerse también adicto al campamento. Hacía tres años que pasaba seis meses adentro y seis afuera. La obra social ya no lo cubría pero los padres tenían dinero y no querían problemas como Lucas.
A Laura le decían la “stripper”. Captaba la atención en seguida. Había perdido el don del habla pero, a cambio, había adquirido el talento para desnudarse en cualquier parte y, también, una fuerza descomunal. Cada vez que salíamos al jardín, a Laura le daba un ataque de estriptís y debían atraparla entre cuatro o cinco, para que no enloqueciera todavía más al público ya excitado. Se formaba tremenda algarabía cuando Laura pasaba al galope, bamboleando las tetas, perseguida por cuatro inoperantes barrigones para apresar su cuerpo libre.
Además estaba Orfilia, más vieja que nadie que yo haya conocido. Se maquillaba como una actriz. Y usaba unos tacones desvencijados que se doblaban hacia los costados y una polera y minifalda. Había, sin duda, mucha belleza en el patetismo de su apariencia.
A mí me mimaban y me trataban con mucho cariño, porque había cumplido recién los dieciséis años. Entre tanta locura vieja y repetida, la mía parecía un hálito de esperanza. En el jardín, todos me rodeaban, para escucharme declamar. Algunos aprovechaban para robarme los caramelos que traía mi familia; a veces, me los quitaban a la fuerza. Los habría compartido, si me los hubiesen pedido.
En el “campamento”, aprendíamos a hacer pulseras con canutillos y mostacillas. La llamaban clase de arte pero, en realidad, nos mantenía atentos a algo, excepto nuestras “debilidades”. Luego, se las regalábamos a la familia si venían de visita.
Cuando la familia vino por primera vez, vieron a Lucas y a Roberto y a otros zombies que apenas podían beber del vaso con sorbete sin volcarse encima todo el contenido. No hablábamos bien, no mirábamos a los ojos. Y se asustaron todavía más. No por el método, las pastillas o las sesiones de terapia sino porque tenían miedo de que no estuviese respondiendo bien al tratamiento.
Al pasar los seis meses, tuve mi última entrevista con el médico. Había llegado el momento de forzar al máximo mi comportamiento para que no tuviese la leve sospecha de que no estaba curado.
“¿Cómo nos sentimos?”, me preguntó pluralizando fraternalmente.
“De todos los dones humanos que los dioses han otorgado, con el don del verso me han agraciado. No entrar en razón creará un gran desconcierto, pero que aquí no hay cuerdos, como en Francia, Japón o Marruecos, es lo único cierto.”
Sé que debería haber simulado cierta normalidad que me permitiese entrar en esa categoría humana.
Pero no pude.

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7 comentarios

  1. 1. SBMontero dice:

    Una de las mejores novelas que he leído ha sido “Los Renglones Torcidos de Dios“, de Torcuato Luca de Tena. Es buena porque es complicado dar el punto de vista de un cuerdo>/i> de lo que se podía ver en un manicomio en 1979 y si, encima, eres hombre escribiendo desde el punto de vista de una mujer y está bien escrito la cosa puede ser impresionante. Este relato me lo ha recordado y me ha gustado mucho.

    Sigue escribiendo.

    Un saludo.

    Escrito el 17 diciembre 2016 a las 20:21
  2. 2. Romina Eleonora Mc Cormack dice:

    Gracias, SBMontero. Sé que te tomas el tiempo para comentar la mayor parte de los textos que participan del taller. Es un honor ser comentada por alguien que siempre es tan perspicaz, punzante y sincero.
    Gracias.
    Saludos.

    Escrito el 18 diciembre 2016 a las 00:23
  3. 3. Jean Ives Tibauth dice:

    Hola Romina.

    Muchas gracias por pasarte por mi relato. Me alegro que te haya gustado.

    El tuyo me ha gustado y no sabría explicar por qué. Quizá sea porque los personajes que describes tienen mucha fuerza o porque sin darte cuenta te dejas arrastrar por una prosa fluida y amena. Además hay un trasfondo muy interesante sobre la actitud de la familia hacia esos “problemas” que me parece muy interesante. Aquello que puede remover la conciencia del lector.

    Intuyó que cada personaje tiene una historia y, francamente, me gustaría conocerlas todas.

    Enhorabuena.

    Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 18 diciembre 2016 a las 13:03
  4. 4. Tavi oyarce dice:

    Hola Romina.
    Me ha encantado como manejaste la historia. Un estilo ágil y para mi innovador. Me gusta cuando no tengo que leer largas descripciones. Cuando Laura pasaba al galope… lo encontré genial.
    Te felicito.

    Solo unos alcances, si hubieses agregado un adjetivo para saber qué tipo de campamento describías; habrías ayudado a hacerlo más claro aún.

    El plural de zombi es zombis y el verbo “guio” está en un contexto de pasado, por lo que la expresión verbal sería” guió”. Eso

    Feliz fin de año Romina y un abrazo

    Escrito el 18 diciembre 2016 a las 23:55
  5. 5. Romina Eleonora Mc Cormack dice:

    Gracias Jean y Tavi por los comentarios y aportes, que me resultan muy útiles. Tengo entendido que el verbo “guio” cuando la vocal tónica es la “o” no debe tildarse ya que es un monosílabo. Con lo de zombis concuerdo, debería haber utilizado muertos vivos. Gracias!

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 00:08
  6. 6. Xerchio dice:

    Hola

    Interesante relato, coincido con SBMontero en que me ha recordado al libro “Los Renglones Torcidos de Dios”, es genial, por cierto.

    Sin embargo, creo que algo se me escapa, ¿cual es su problema o enfermedad, para entrar en el campamento? ¿que es poeta? ¿que habla en verso?
    Seré yo, pero no me ha quedado claro.

    Saludos

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 17:44
  7. 7. Esteban LR dice:

    ¡Hola Romina!

    Soy nuevo por aquí y este es mi primer comentario sobre un texto del taller. Como los anteriores compañeros, tengo que decir que desde que comencé a leer las historias de tus personajes me trasladé rápido a las páginas de “Los renglones torcidos de Dios”. Un libro que me encantó. También comparto lo comentarios anteriores sobre la calidad de tu relato. No me ha resultado complicado leerlo y me gustó como encajaste muchas historias en la del protagonista sin que se perdiera el hilo principal. Te buscaré en el próximo taller. Saludos.

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 20:04

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