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Los guantes del abuelo - por G. Sugonz

Los guantes del abuelo

Nikolás se frotó enérgicamente las manos. No sentía la punta de los dedos por culpa del frio. Había perdido sus guantes hace una semana y desde entonces le era imposible caminar con las manos fuera de los bolsillos por la tarde, después de las cuatro.

Tras quince minutos andando llegó a su destino, una pobre construcción en la que vivía con su abuelo. La vivienda era modesta. Estaba hecha con maderas y lonas, con altura justa para que quepa una persona de pie y suficientemente amplia para reunir a la pequeña familia sentada en el suelo en torno a una pequeña hoguera.

Llevaban viviendo allí seis meses. Cuando llegaron pensó que sería sólo una simple parada en el camino y tenía la esperanza de poder encontrar otro sitio para vivir, un sitio en el que dejar atrás su pasado y comenzar de nuevo.

—¿Dónde están tus guantes? —preguntó el abuelo cuando le vio entrar.

—No lo sé, los perdí hace unos días —contestó Nikolás.

—Toma— le dijo el viejo mientras le entregaba los suyos. —Te irán in poco grandes ya que mis manos son más anchas que las tuyas, pero te mantendrán caliente.

—Pero… estos son tus guantes. ¡No puedo aceptarlos! —exclamó Nikolás nervioso—. ¡Tienes que usarlos la próxima semana!

El viejo se acarició suavemente la barba blanca y se rio con una carcajada cálida.

—Sabes que es hora de que los uses. Ya estoy un poco cansado de tanto viaje. De ahora en adelante debes llevarlos tú.

Nikolás sin saber que decir, salió corriendo y se dirigió lo más rápido que pudo hacia la alambrada. Una vez allí se sentó en el suelo apoyándose sobre ella para recuperar el aliento. Un cartel de madera que colgaba de la valla se desprendió y cayó al suelo a su lado.

Más calmado, reflexionó un momento. Los guantes eran parte de la tradición de la familia. Habían pasado de abuelos a nietos, siempre saltando una generación para asegurar que la estirpe familiar pudiera extenderse más fácilmente e inculcar sus valores en todas las pares del mundo a donde viajara.

«Mi padre se libró de la maldición», pensó. «Tuvo la suerte de no heredar los guantes blancos. Cuando tenía mi edad se fue de casa para recorrer el mundo. Visitó más de veinte países, aprendió muchos idiomas y realizó numerosos trabajos hasta que descubrió lo que le apasionaba y se hizo poeta. Publicó algún que otro libro de poesía, pero prefería recitar poesía en medio de la naturaleza rodeado de gente. Así conoció a mamá.»

Recuerdos de su padre inundaron su cabeza. Uno de ellos cobró fuerza y se hizo tan claro que creyó estar viendo a su padre:

Era de noche, las luces de la casa estaban apagadas y por la ventana se colaba un ligero reflejo amarillento procedente de un poste de luz en la calle. Su padre, reclinado al lado de la cama le recitaba en voz baja un poema antes de ir a dormir. Su voz era cálida y penetrante. Su poesía sonaba como música. Su mirada, el reflejo del orgullo de un padre por su hijo.

Lágrimas rodaron por las mejillas de Nikolás. Llevaba 5 años sin su padre. Permaneció inmóvil reteniendo en su mente su presencia y recordó las palabras que le dijo la última vez que lo vio:

—La poesía, Niko, no es para mí un capricho, un trabajo ni una profesión. Es, simplemente, la única forma que conozco de repartir alegría entre la gente allá donde voy.

Se secó las lágrimas y miró a su alrededor. La débil luz del atardecer aún permitía ver la longitud de la extensa valla dentro de la cual estaban confinados. En la mayoría de las tiendas del campamento se vislumbraba el tenue resplandor de una linterna o de una pequeña hoguera. Las familias se habían juntado para cenar y compartir unas horas juntos antes de que el cansancio les obligara a dormir.

Cogió el cartel de madera. Aún podía adivinarse parte del nombre del campamento escrito en la madera: Idome. Soló la n y la i final estaban completamente borradas. Se incorporó y lo colgó en la valla donde estaba. Después se puso por primera vez los guantes blancos de su abuelo, le quedaban grandes. Sonrió y se dirigió sin prisa hacia la tienda de su abuelo. En una semana repartiría alegría a todo el mundo, incluidos sus vecinos de campamento. En una semana sería por primera vez en su vida Papá Noel.

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5 comentarios

  1. 1. Noemi dice:

    Hola G. Sugonz,muy hermosa y original tu idea. El tono con que la cuentas es muy tierno, el ritmo suave, adecuado a un cuento que parece realista y termina siendo de hadas. Por más que lo cuento para adelante y para atrás no encuentro el sentido del cartel ¿Tiene algún significado especial esa palabra? Si es así se me escapa, si no es mejor que la quites porque está demás. Hay una tendencia a las redundancias en el texto que creo que podrías pulir por ejemplo;al principio “por culpa del frío” es obvio,”por la tarde, después de las cuatro” queda mejor con una sola, “una pobre construcción La vivienda era modesta” estás repitiendo lo mismo y en seguida pasas a describir la casa.Un exceso de detalles que no aportan nada consiguen que la lectura se vuelva pesada. (“procedente de un poste de luz en la calle” es una aclaración innecesaria en el momento en que vas a introducir lo más bello del relato que son las palabras del padre.Bueno es una simple opinión espero que te sea útil.Por lo demás el relato es muy bello y Papá Noel que estará muy contento al leerlo con toda seguridad va a premiarte. Muchas Felicidades y si tienes ganas te espero en el 177.

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 00:57
  2. 2. Marikiya dice:

    Hola G. Sugonz:
    Te devuelvo la visita que has realizado a mi relato.
    Me ha parecido una historia profunda, tierna y amena.
    Con las descripiones has conseguido que me ubique en el campamento y el final me ha resultado fascinante. Supongo que las fechas en las que estamos hacen que estemos más sensibles 😉
    En general me ha gustado mucho y la forma en que está escrito, gramaticalmente hablando, la encuentro bastante completa y correcta.
    Un saludo.

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 07:43
  3. 3. G. Sugonz dice:

    ¡Felices fiestas y muchas gracias por vuestros comentarios!

    @Noemi: Gracias por los comentarios. Idome+ni= Idomeni es el nombre de uno de los principales campamentos de refugiados en Grecia.

    @Marikiya: Me alegra que te haya gustado. Estoy contigo en que las fechas invitan a escribir una historia que apele a la sensibilidad que, por otro lado, deberíamos intentar mantener no solo durante unos días, sino todo el año.

    Nos leemos en 2017!!

    Escrito el 21 diciembre 2016 a las 19:58
  4. 4. Jorge Luis Acosta Torres dice:

    Hola G. Sugonz, tu historia me parece estupenda.

    No sé, si te has enterado pero estoy haciendo una novela coral, llamada “crónicas de la guerra interminable”, que en este momento toca diferentes problematicas derivadas de la guerra y tú relato del hombre disfrazado de papá noel visitando al campamento de refugiados ofrece un contrapunto perfecto ante tantas historias triste que he ido recopilando.

    Obviamente si aceptas tu historia sería ampliada para dar más detalles pero sería bajo tu supervisión y en consonancia con el resto de las historias.

    Si estas de acuerdo, escribeme un comentario al respecto en el relato 33.

    Escrito el 22 diciembre 2016 a las 06:43
  5. 5. beba dice:

    Hola, G Sugonz:
    Una historia muy original y bien escrita. Aunque no se ve muy claro cómo es que PN y su nieto viven como refugiados,es emotivo.
    Golpea por la realidad actual de los refugiados; pero algunos tienen tanto para extrañar en estas Fiestas de Paz y Renovación… No sé si PN podría remediar algo con su presencia.

    Bueno. Es ficción. Todo vale. Repito: está bien escrito.
    Felicidades para vos.
    beba- 219

    Escrito el 30 diciembre 2016 a las 21:54

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