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Tierra helada - por Maurice Nipapaian

Tierra helada
El viento frío raspó mi cara al asomar la cabeza aquella madrugada de junio; a diferencia de mis recuerdos, el aire gélido no resultó sorpresivo. Volví la mirada hacia mi compañero de división, yacente en la tierra húmeda, somnoliento, tiritando, en un shock de espanto e hipotermia. Me pareció que la noche no acabaría jamás, sostenida por el ruido y el centelleo del fuego cruzado. No lograba apartar las imágenes terroríficas de los “gurkas” recorriendo sigilosamente el campo escarchado, sorprendiendo a mis compañeros apostados en las trincheras, vigilantes del fuego enemigo, sin imaginar el final a manos de mercenarios.
Bajé al “pozo de zorro”, chapoteando en el barro, en un intento por regresar a mi amigo a la realidad. El fuego se había apagado y una extraña serenidad inundaba el espacio. La noche patagónica comenzaba a quebrarse, la aurora asomaba tímida dándonos la oportunidad de alcanzar el campamento de “los Ingenieros”, a corta distancia de Puerto Argentino. Después del combate, anoche, no estaba seguro si la capital de las islas aún conservaba este nombre restituido el 2 de abril pasado, cuando desembarcamos en Fox después de cien años de usurpación.
-Vamos Damián –susurré- el ataque terminó. Debemos irnos.
Habíamos sobrevivido a la artillería británica y al sadismo de los gurkas, pero la helada húmeda que endurecía nuestras ropas, acabaría en muy poco tiempo con las escasas reservas calóricas. Ningún obús o descarga de metralla nos había alcanzado; sin embargo, debíamos atravesar un campo de un par de kilómetros para encontrarnos con el resto de la unidad. Después de ello, el destino dependía de la resistencia opuesta en Puerto Argentino, o Stanley, quien sabe.
Llevábamos seis meses de conscripción, cuando Argentina, bajo gobierno militar, resolvió recuperar las islas del Atlántico Sur. La pasión por la literatura y una visión sencilla de la vida nos había unido, entonces, en una amistad singular, no buscada. Sin embargo, en un régimen de entrenamiento físico sin contemplaciones y cumplimiento de órdenes casi permanente, no cabían espacios espirituales. Además, la “aptitud intelectual” no se veía adecuada en años de persecución ideológica; menos dentro de un cuartel dirigido por cerebros adormecidos tras años de verticalismo. Nos llamábamos mutuamente “poeta de casco” y despuntábamos nuestro vicio casi a escondidas, comentando diferentes lecturas durante las horas de los ligeros almuerzos.
Jamás imaginé combatir en una guerra; para la mayoría, el servicio militar no era más que formalidad civil, una ley incomprendida dispuesta en la Constitución desde los albores de la patria para afianzar la defensa nacional, y que hoy justificaban ampliamente los usurpadores del poder. Sin embargo, la palabra “soberanía” tenía para mí una consistencia abstracta y lejana, tan distante como las Malvinas en el confín de la tierra.
Traté de cargar a mi compañero cruzando su brazo por detrás de mi hombro. Por suerte, la movilización y actitud decidida a no quedarme en el pozo de zorro, lo sacaron de la inmovilidad; el frío exterior completo el trabajo. Temblorosos, fuimos ascendiendo hasta la superficie, mirando alrededor, con el recuerdo de los gurkas punzando nuestra imaginación. Existía una extraña calma ambiental que no condecía con la locura de la noche anterior, presagio del final. Con el FAL 762 sostenido en nuestras manos, contra el pecho, avanzamos a trote lento, como pretendiendo no delatar nuestras posiciones con las pisadas rompiendo escarchas. Faltaban cerca de doscientos metros para alcanzar la altura desde la cual, confiaba, divisar las tiendas de la Compañía de Ingenieros, o quizá solo de los sobrevivientes del combate nocturno.
Con nuestros cuerpos inclinados hacia adelante movilizándonos a la par, intentando vencer la gravedad y la fuerza del viento, estábamos arribando a la cima de la pequeña colina. Pero el asombro asoló nuevamente nuestro casi derrotado ánimo. Cinco marines británicos dispuestos en semicírculo apuntaban sus MK Sterling directamente a nuestras cabezas. Sus gestos anunciaban, con el movimiento de fusiles, la orden de arrojar armas y arrodillarnos con las manos en la nuca, posición de vencidos.

Luego vino el resto: desencanto, tristeza, dolor…, humillación, diferentes rostros de la derrota. Marchamos en fila india por las calles de Puerto Argentino, ahora nuevamente en manos británicas. Echando la mirada atrás, hallaba cuerpos mutilados, inertes, tierra regada por sangre joven, derramada por el sueño de la soberanía malograda. Atrás quedaba la musa, confundida entre poemas de gloria y de horror. También miraba adelante, viendo un camino de ilusiones a recorrer, vida por festejar, amistad para compartir con mi amigo, el poeta de casco.

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5 comentarios

  1. 1. GAIA dice:

    Maurice, te felicito por tu cuento, es triste pero hermoso! Y cumpliste con el reto.
    Soy tu vecina en el #107, te invito a leerme

    Escrito el 17 diciembre 2016 a las 15:54
  2. 2. Bea dice:

    Hola Maurice:

    Tu relato me ha encantado. Me ha parecido muy elaborado, enormemente descriptivo y sumamente imaginativo. Te felicito porque me parece que tiene detrás un trabajo importante.
    El único pero que le e encontrado es que en algunas ocasiones me e perdido un poco ante la extrema elaboración de algunas frases.

    Si te apetece pasarte estoy en el 88.

    ¡Felicidades, nos leemos!

    Escrito el 19 diciembre 2016 a las 21:54
  3. 3. Jorge Luis Acosta Torres dice:

    Hola Maurice, me ha parecido interesante tu relato.

    No si te lo han comentado pero estoy buscando relatos belicos para hacer una novela coral nombrada provisionalmente “crónicas de la guerra interminable” por lo que dedidí leer los textos de este taller y conseguí cinco autores que aceptaron integrar sus historias al proyecto.

    ¿Te gustaria integrar tu historia dentro del proyecto?

    Si te interesa participar escribeme un comentario en el relato 33.

    Hasta luego y feliz navidad.

    Nota: Si quieres conocer los detalles del proyecto como Amaya visita los comentarios de su relato que es el 109. La explicación un poco larga.

    Escrito el 21 diciembre 2016 a las 17:34
  4. 4. Maria JP Plaza dice:

    Hola Maurice:
    Felicidades por tu historia. Se nota que sabes lo que haces! Me ha parecido una historia muy bonita y muy bien escrita. El final dramático es genial y muy conseguido
    Eso sí a mi también me ha resultado el lenguaje un poco difícil y demasiado rebuscado, en algunos momentos, lo que unido a las frases largas a veces pone difícil no perder el hilo. He tenido que leer el texto dos veces para apreciar toda su belleza.
    También es verdad que vivo en España y no tengo idea de historia de Argentina lo que también ha supuesto una dificultad añadida.
    Espero seguir leyéndote para aprender de ti y te invito a que leas mi texto en el 103 aunque esté muy por debajo de tu nivel. Espero algún buen consejo.
    Gracias anticipadas. Felices fiesta y Hasta el año que viene!

    Escrito el 21 diciembre 2016 a las 19:20
  5. 5. Cryssta dice:

    Hola Maurice, muchas gracias por pasarte por mi relato y comentar.

    Por falta de tiempo no he podido revisar el tuyo como me hubiera gustado pero sí he querido devolverte al menos la visita. Tu relato me ha gustado y espero poder leerte en otras ocasiones.

    Un abrazo.

    Escrito el 3 enero 2017 a las 14:22

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