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A QUIEN CORRESPONDA - por Vagabundo DeMente

Gracias por recoger este papel arrugado. En verdad necesito tu ayuda. No lo digo por drama, lo digo en serio. Por favor, sigue leyendo. Disculpa la pésima letra, pero tengo prisa.

Se trata de mi hija, Laura. Ella realmente quería verme para estas fechas, y yo realmente quería complacerla. Es que, sabes, la he decepcionado muchas veces. Por favor, no rompas otra promesa, me decía. Y yo lo hice, repetidamente, lo confieso. Y cada vez que lo hice, lo hice porque creí que tenía que hacerlo.

Laura no lo sabe, y creo que nunca lo sabrá, pero sin ella no habría familia. Típico revolcón de una noche que derivó en espera de nueve meses y un grillete para el resto de mi vida. El padre de mi ahora esposa no tuvo que sacar la escopeta: mi propio padre lo hizo por él. Afortunadamente, no acabé tan mal. Si de mujeres hablamos, las hay peores que la mía. Las discusiones, cuando se dan, se resuelven con tres horas de gritos que podrían reventar ventanas, seguidos de nueve horas de cruda moral. Lo natural, no nos engañemos. Toda pareja que no discute va que vuela derechito al precipicio. Nosotros queremos que funcione, y funcionamos, con tropezones y todo.

Pero volviendo al tema, lo decidimos desde el principio, sin mediar palabra: ella se quedaría en casa a cuidar del retoño, y yo me encargaría de traer el pan. Por eso firmé ese contrato cuando me lo pusieron enfrente. Me dijeron que ganaría más dinero en una semana que un ejecutivo de telemarketing en tres meses. Eso me hizo tragar el anzuelo, lo confieso. Creo que ellos ya sabían que yo había trabajado en telemarketing, tenían que saberlo. Tenían que saber cómo sufrí en ese trabajo. No pude soportarlo mucho tiempo, lo solté al cabo de varios meses de acabar hecho pedazos cada día por hablar con gente iracunda y grosera. Me esforcé como nadie, eso sí. Trabajé hora extra sobre hora extra, todo para que ellas tuvieran techo y comida, y luego escuela. Y mientras tanto, mi pobre hija veía mi silla vacía en la mesa del comedor, en las gradas del gimnasio, en las bancas del auditorio…

Sé que parece que desvarío, pero tenme paciencia. No puedo detenerme a revisar lo que escribo. No quiero pensar lo que me harán si descubren que me colé en la oficina. Te bastará saber que me sentí presionado y creí que este trabajo haría la diferencia. Tuve razón, pero no como quería.

El campamento pareció agradable sólo al principio. Pronto, demasiado pronto, se nos revelaron las verdaderas condiciones del lugar. La comunicación al exterior no existía, “porque nos encontramos muy adentro en tierra de nadie” y había hombres de uniforme con grandes rifles en bandolera. Para protegerlos, nos decían. Pero bien poco duró el engaño. Prisioneros atados con cadena intangible, rodeados por una cerca que no es sino árboles y más árboles, nuestra productividad siguió creciendo mientras nuestro ánimo se derrumbaba. Eso cambió, al menos un poco, cuando llegó Matías.

Matías el jovenzuelo, el soñador, pronto tomó su lugar como el poeta del grupo. Se las arreglaba para grabar madera virgen a martillazos, y con letra torpe y resbaladiza componía sonetos y estribillos como para que los cantaran los ángeles. Todas las noches nos reuníamos a charlar y convivir alrededor de una hoguera, uno de los escasos placeres que nuestros jefes se dignaban permitirnos. Antes de marcharnos a dormir, nuestro entrañable trovador lo lanzaba todo al fuego para no dejar rastros, y de los poemas no quedaban sino cenizas y recuerdos. Pobre Matías, ni eso lo salvó. Se lo llevaron a rastras una noche, y a partir de entonces se acabaron las reuniones junto al fuego.

Y creo que desde esa noche empecé a sentir diferente. Matías, tan joven, la esperanza hecha hombre, ha desaparecido para siempre y quizá su familia jamás sepa lo que le pasó. Y yo, heme aquí, padre por casualidad pero padre al fin, y mi hija que me espera sin saber…

Yo no puedo irme de aquí, todavía no. Me resulta físicamente imposible. Por eso te necesito, a ti que me lees. Necesito que le lleves mi mensaje a mi hija. Dile que realmente quiero cumplir mi promesa esta vez, y ruégale que no pierda la fe en mí.

Por favor, apiádate de un extraño a quien jamás verás. Ayúdame a conseguir una oportunidad después de la última. Sólo tienes que ir a la calle–

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4 comentarios

  1. 1. Abigail dice:

    Hola. Sólo decirte que fue un gusto leer tu relato.
    Hubieron muchas partes que me gustaron, como describiste la naturaleza de su familia, su matrimonio en sí y la relación con su hija. Tu forma de narrar en general.
    Lamento no poder dar una buena valoración en lo que respecta ortografía y gramática, estoy aquí para aprender todo eso, pero no hay ningún error notable.
    Y como crítica personal lo único que te diría es que como nota escrita de urgencia (que es como yo lo entiendo) se explaya demasiado, entiendo que es la forma en que das a conocer la historia, pero sería más loable hacerlo como una hoja de diario suelta o algo así. Pero en sí me gustó mucho.
    Es la primera vez que participo en el taller, estoy en el 59,justo arriba de ti, por si quieres pasarte, cosa que agradecería mucho, seguro que hay mucho que corregir por ahí.
    Saludos!

    Escrito el 18 diciembre 2016 a las 02:56
  2. Misiva curiosa.

    He entrado al relato al ver tan solo un comentario. Y la verdad es que no puedo quejarme de lo que he encontrado. Felicidades.

    Coincido con Abigail sobre la extensión, pero es una cosa nimia. Lo que si me ha descolocado a sido el guión que cierra la carta. Por lo demás, un relato muy bueno. Nos leemos.

    Escrito el 21 diciembre 2016 a las 10:52
  3. 3. Mihail Rojas-Prieto dice:

    Hola,

    Estoy doblemente sorprendido con este relato, primero por la calidad y por eso mismo, también me sorprende que no haya merecido más comentarios. Me gusta mucho la presentación, una misiva desesperada del personaje en una situación límite. Considero que la extensión podría ser un poco más corta pero no lo encuentro tan grave. Tu texto desarrolla muy bien la historia, desde la presentación se advierte que tu personaje está en una situación desesperada y luego muestras cómo ha llegado a verse en semejante situación. La tensión dramática que dejas entrever al principio se reafirma al final, mue parece que eso le confiere ritmo al relato.

    Lo único que encuentro en tu entrada es que la anécdota referente al poeta del grupo me parece un poco forzada. Dadas las circunstancias en que el personaje escribe su nota no me parece muy pertinente esa alusión a un personaje casual y efímero. Esa, una impresión personal pero no obsta para que tu relato me parezca magnífico, muy bien. Ojalá más participantes lo lean un gran aporte a este taller.

    Escrito el 21 diciembre 2016 a las 13:32
  4. 4. Oliveira dice:

    Mi mas sincera enhorabuena Vagabundo DeMente.

    Sinceramente, ¡Me ha encantado!

    La forma en la que interaccionas con el lector me ha parecido sublime. Una buena forma de engancharlo, haciéndole creer que debe hacer algo y esperando todo el relato a saber la misión que se le encomienda.

    La historia también parece muy buena. A pesar de su ficción, parece perfectamente verosímil, como si nos pudiera haber pasado a cualquiera que anduviera desprevenido.

    La forma con que has jugado con los gatillos creativos tiene un toque fantástico. Yo creo que has sabido exprimirlas perfectamente. El poeta, Matías, muy bien construido a través de tus palabras. Casi se siente su pérdida.

    Por ponerte una pega, (Constructiva, siempre hay que seguir mejorando) tal vez hay poca urgencia para ser una nota que se escribe deprisa y corriendo. Usando frases más cortas y sencillas a lo mejor podrías haber conseguido ese efecto.

    Espero que mis comentarios te sen útiles y estoy deseando conocer tu siguiente historia.

    Si quieres, yo también participo en el taller con el relato “La vida salvaje” (Posición 57) por si quieres echarle una lectura rápida y darme tu opinión.

    Lo dicho, ¡Un abrazo!

    Escrito el 21 diciembre 2016 a las 16:17

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