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A la sombra del guayabo - por Denis Enamorado

A LA SOMBRA DEL GUAYABO.
Sentadas a la sombra del retorcido guayabo doña Cándida y doña Rosa, las dos viejas comadres se aprestaban a repetir la habitual y estéril conversación vespertina, la fuerza de la costumbre era lo único que mantenía vigente aquel encuentro cotidiano; aquel día, sin embargo, algo era diferente en doña Rosa, la vecina visitante venía desprovista de su amnesia anterógrada y disociativa que desde mucho tiempo le acompañaba, se le veía alegre y jovial como tocada por alguna Providencial virtud adolescente y recordaba muchas cosas de su pasado reciente y anterior, como el campamento de verano que organizaban cada año sus esposos a la orilla del rio con el pretexto de pescar, aquella actitud dejó a doña Cándida sin la posibilidad de humillarla con los comentarios despreciativos sobre su difunto esposo, del que acostumbraba a decir “era un hombre demasiado sencillo y acartonado, como poeta en desgracia”, con el transcurso del tiempo la anfitriona había desarrollado un odio silencioso y disfrutaba cada vez que podía arañar viejas heridas cubiertas por el manto del olvido, pero esa tarde era diferente, la comadre no paro de hablar desde que se sentó, de cosas vanas igual pero distintas a las de cada tarde.
— ¿Y es que usted comió loro comadre? — La interrumpió doña Cándida.
— No comadre estoy contenta, me escribió mi hijo Raulito y me dice que llegara en diez días. —Le dijo sacando de la bolsa de su delantal una hoja de papel doblada.
— Mire, lo dice en esta carta que encontré esta mañana.
Doña Cándida le quito la carta y lanzo una sonora carcajada para después mostrarle la fecha y rematar sin ningún tipo de piedad.
— Esa carta es de hace catorce años, de cuando regreso del mar, a los dos meses lo mataron en la feria de Corralitos por andar detrás de faldas ajenas.
Estaba tan acostumbrada a hacer ese tipo de comentarios acerca del compadre, que le pareció normal hacerlo con el difunto hijo de su única vecina, pero a doña Rosa aquel comentario la hirió tan profundo que le hizo recordar porque abandonó el mundo de los recuerdos, por un largo rato se quedó impávida sin mostrar ningún tipo de reacción, después continuo como si lo escuchado no hubiera tenido importancia.
— ¿El compadre Lázaro aun en Canadá?
— No él está en Houston con su hijo Roberto.
— Pero usted me dijo que se fue para Canadá.
— Yo nunca le dije eso, la memoria le ha de haber venido en gotero.
— ¿Bueno no importa y siempre le manda dinero?
— Si, me manda mis centavos para los frijoles.
El tono de aquellas preguntas llevaba un mensaje subyacente que inquietaba a doña Cándida pero quería saber de qué se trataba.
— Yo pensé que vivía de la venta de las conservas y mermelada de guayaba.
— Ya le dije que él me mantiene, eso lo hago para mantenerme ocupada.
— ¿Porque solo la sombra de este guayabo escoge para descansar por la tarde?
Doña Cándida no contesto, los ojos incisivos de doña Rosa estaban inyectados de sangre
— Recuerdo que le daba mala vida, la golpeaba muy fuerte el compadre y de pronto un día sin avisar desapareció y ni yo que paso vigiando todo lo que pasa en el pueblo desde mi balcón lo vi salir.
— Ahh mi compadre Lázaro, si resucitara nos caeríamos de estas sillas.
— Mire Rosita usted ya esta vieja para andar con indirectas.
— Es que me alegra mucho recuperar la cordura… y la memoria.
Ya la oscuridad estaba venciendo la luz del día y los últimos rayos del sol agonizaban en el horizonte, doña Rosita aun con el recuerdo de su hijo quemándole el alma quiso aprovechar aquella efímera ventana de cordura y memoria y antes de irse pregunto de nuevo.
— ¿No me contestó porque este es su árbol favorito?
— ¡A la puta! Ahora los curas usan delantal, es porque yo misma sembré la semilla de este guayabo hace diecisiete años.
Doña Rosa se levantó y se dirigió al portón de salida pero antes de cruzar se despidió de su vecina con un movimiento de manos y mascullando entre dientes “Si, una semilla de más de doscientas libras”¬; a lo que su vecina respondió de la misma forma “cállese Rosita que aún me falta un árbol de papayas”
— ¿Decía algo comadre? — Preguntó doña Rosa.
— Nada Rosita, que mañana la espero.

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8 comentarios

  1. 1. Otus dice:

    Cuesta un poco leer el texto, deberías repasar los signos de puntuación. Y cuesta también entender el argumento.
    Me gusta como usas las frases.

    Escrito el 16 diciembre 2016 a las 20:00
  2. 2. Servio Flores dice:

    Hola Denis, Bienvenido a literautas.
    El relato me ha gustado. La historia, llevada en buena parte por los diálogos lo vuelve dinamico y a la vez entretenido.
    Otus menciona algo interesante, lo cual comparto; el uso de las frases, hay mucha naturalidad en ello.
    Ese final es exquisito, grandioso.
    Como todo, claro que puede mejorarse y tambien fuera de este contexto puede ampliarse.
    Felicidades, muy buena historia.
    Nos leemos.

    Escrito el 18 diciembre 2016 a las 06:08
  3. 3. tyess dice:

    Ese final está tremendo. Ya se me olvidó lo que iba a decir antes….

    En general me gusta la situación, muy triste y realista, y el detalle más serio que van revelando al final. Sobre la forma, lo único que vi fue que se dificulta la lectura del diálogo cuando la anfitriona empieza a guardar silencio… es como si no señalaras cada vez que calla… pero a lo mejor es sólo que no me fijé.

    Está muy buena la historia.

    ¡Felices fiestas!

    Escrito el 18 diciembre 2016 a las 14:51
  4. 4. Maximo Donaldo Enamorado dice:

    Excelente historia, no se entiende a la primera o la segunda, para algunos, ni a las siguientes, pero esta muy buena la historia. Felicidaes Denis.

    Escrito el 21 diciembre 2016 a las 22:39
  5. 5. Elgorriontestarudo dice:

    Hola Denis, la historia engancha, muy flida y de facil lectura, los dialogos son crudos como la vida de esas dos comadres, lo mejor es el final.
    Enhorabuena!

    Escrito el 28 diciembre 2016 a las 18:53
  6. 6. Denis Enamorado dice:

    Muchas gracias a todos por dedicar un espacio de su valioso tiempo para leer el relato, de sus comentarios espero sacar el mayor provecho para seguir aprendiendo de este hermoso oficio.
    Saludos.

    Escrito el 3 enero 2017 a las 00:38
  7. 7. María Esther dice:

    Hola Denis llegué un poco tarde a leer tu relato, pero me ha gustado mucho.Se lee bien y los diálogos lo hacen muy dinámico. Es interesante la conversación de las dos mujeres, cargada de sarcasmo,usando un lenguaje popular directo, que trasmite a la vez escondidas segundas intenciones, que ambas aceptan y hacen rebotar con naturalidad como niños jugando a la pelota.
    Las dos se “tiran con flores” pero como ya es costumbre cotidiana es mejor seguir así que remover el pasado.
    Felicitaciones, te seguiré leyendo.
    Maritel en el 101

    Escrito el 4 enero 2017 a las 02:22
  8. 8. Marcelo Kisi dice:

    Hola Denis!
    Mil gracias por tu visita a mi relato y tu comentario.
    Me gustó el ambiente de tu relato, y cómo dibujas a los personajes. Es cierto que se me hizo un poco lioso el argumento y la verdad es que yo el final no lo entendí, será por un tema cultural o algo así. Pero disfruté la lectura.
    Nos leemos!

    Escrito el 9 enero 2017 a las 15:51

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