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Sequía - por Fernando Caporal

Web: http://ojosdelalibertad.blogspot.com.ar/

Se giró al escuchar el grito. Hasta a mí me impactó el sonido desgarrador; fue como un alarido de alguien que perdía la vida en una agonía tan breve que expiraba, con aquella exhalación, sin aceptar que se había convertido en la presa cazada. Ella estaba al otro lado del galpón, escondida detrás de los toneles de vino. Yo, que intenté que el tipo no me viera, me escurrí entre los estantes de los cajones donde se almacenaban los corchos. El tipo se detuvo al entrar en el galpón, seguro —creo— de que ni ella ni yo saldríamos de allí con vida.

El pulso hacía que mis manos temblaran. Habíamos sofocado varias veces el asedio de los matones de los viñedos, pero ésta vez tuvimos que enfrentarnos con gente que no conocíamos. El tipo que nos siguió hasta el galpón —se notaba con claridad— no era mendocino. Pensé que podría ser uno de los norteños que trabajaba en los viñedos de los Rossini, al otro lado del valle, cuya vid nunca logró ser tan buena como la nuestra. Habían intentado atacarnos en otras ocasiones; hasta quisieron quemar toda nuestra plantación, pero siempre logramos sofocar los intentos y espantar a los matones.

Apenas pudimos correr al escuchar la embestida de los intrusos irrumpiendo en la casa. No tuvimos tiempo de nada, solo pude tomar el arma que siempre llevo en la cintura, que en ese instante había dejado sobre la mesita enana, en el living, intentado relajarme. Durante los últimos seis meses, una sequía cruel sacudió a los faldeos de la cordillera de los Andes, provocando que la producción de uvas de casi todos los viñedos, se perdieran por el intenso calor y la escasez de lluvia. Solo las estancias de los Araujo y la nuestra aún conservaban algo de uva sana y floreciente. El hambre y la necesidad de supervivencia, muchas veces llevó a las familias de las estancias vitivinícolas, a cometer ciertos actos que las transformaron en una especie de mafia organizada. Nosotros, con nuestras pocas hectáreas rodeadas de sistemas de riego artificial, subsistimos bastante bien la sequía, pero a su vez nos convertimos en el objetivo de las demás estancias, ya que teníamos un tesoro floreciente que, en aquel momento, era más valioso que el oro.

Mi hija sabía lo que yo necesitaba que hiciera, no porque yo se lo hubiera dicho, sino porque nos alcanzamos a ver entre las hendijas de los estantes. Estaba asustada, pero no obstante su valentía le ayudó para tomar la decisión. Solo hizo falta mirarnos a la distancia, para comprender qué era lo que íbamos a hacer. Siempre había sido así, desde niña, ella y yo sabíamos lo que el otro pensaba y haría, casi sin hablar. Yo jamás había matado a nadie, pero tuve que empuñar mi arma muchas veces. Parapetado detrás de las cajas de corchos, sujeté con las dos manos la .357 magnum y, apoyado sobre mi espalda, tragué saliva, intenté calmar mi respiración y giré la cabeza para vigilar los pasos del matón, esperando el momento más difícil de mi vida.

El tipo caminó con lentitud, escudriñando cada rincón, buscando indicios de nuestra presencia, pero a la vez, con la certeza de que ambos estábamos allí; la paciencia de aquel hombre se transformó en nuestra ansiedad y desesperación. Fueron tan solo cuatro o cinco segundos los que transcurrieron desde que el tipo de campera de cuero negra entró al galpón, hasta que se giró al escuchar el grito. Creo que fueron los cinco segundos más eternos de toda mi vida.

Como si hubiera sido mordido por un animal, el tipo se giró de golpe sobre sí mismo en dirección a mi hija, que estaba asomada por encima de los estantes que sostenían a los toneles, aunque no muy a la vista. El maldito levantó el arma y apuntó con una celeridad incomprensible.

El estampido retumbó en todo el galpón. La sangre se desparramó saliendo a chorros, regando el suelo y mezclándose con el vino que escapaba de los toneles agujereados. Observé la escena sin poder creer todo lo que había sucedido; en tan solo cinco segundos, mi vida había cambiado para siempre.

Saltó por encima del cadáver con la cabeza agujereada; se arrojó sobre mí y ambos caímos al suelo. Me había transformado en asesino. Mi hija, abrazada a mi cuello sobre mi cuerpo tumbado, lloró desconsolada. Estaba viva, eso fue lo único que me salvó de la locura.

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5 comentarios

  1. 1. Jose Luis dice:

    Hola Fernando
    Gracias por tus opiniones acerca de mi cuento.
    Has escrito un relato muy logrado, con tensión subyacente que va subiendo en intensidad hasta justo el final. Aunque no veo el reto cumplido (es solo mi opinión), has cumplido con un relato entretenido de leer.
    Un saludo

    Escrito el 18 enero 2017 a las 17:43
  2. 2. Cynthia dice:

    ¡Muy buen relato! Es de fácil lectura y está bien pensado y narrado.
    Lo único que cambiaría es las veces que repetiste la palabra “tipo” al comienzo.
    ¡Gracias por pasarte por mi relato!

    Escrito el 18 enero 2017 a las 21:20
  3. Hola Fernando!!

    Antes que nada, gracias por tus comentarios.

    Yo tampoco tengo muy claro el reto, quizá porque las acciones se mezclan con las descripciones. En cualquier caso, has sabido plasmar un ambiente de tensión que hace que el lector permanezca atento hasta el final.

    Buen relato!!

    Un saludo!!

    Escrito el 19 enero 2017 a las 17:24
  4. 4. Noemi dice:

    Hola Fernando: Felicitaciones, muy buen cuento y sobre todo muy bien llevado el suspenso. A propósito yo quitaría el tercer párrafo porque es demasiado largo se sale de la acción inmediata cortando el el ritmo narrativo que por lo demás es estupendo.Un detalle gramatical en la oración “Habíamos sofocado…tuvimos…” hay problema de concordancia verbal(teníamos). Bueno, son opiniones y detalles que espero te sirvan y no molesten. Una muy buena lectura,si quieres encontrarme estoy en el 208. Saludos

    Escrito el 22 enero 2017 a las 19:56
  5. 5. Laura dice:

    Hola Fernando.
    Me ha gustado tu relato. Me ha chirriado el uso de la palabra tipo, y repetida me ha chirriado aún más, pero es una cuestión de gusto.
    La expresión de los “cinco segundos más eternos”, tal vez hubiese escrito ( si yo lo hubiese hecho), “cinco segundos más largos”, aunque tú has querido darle duración de eternidad.
    De todos modos, me parece muy bien logrado.
    Buen 2017

    Escrito el 30 enero 2017 a las 13:41

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