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Kilómetro 85 - por Jorge Lozano

Se giró al escuchar el grito, ni siquiera se percató del chirrido de las llantas de la camioneta detrás de él. Todo se redujo en ese último instante al grito de Jimena, un grito que salió desde lo hondo de sus tripas. Un grito de esos que salen cuando te arrancan una parte de tu cuerpo.

O más que una parte de tu cuerpo, una parte de tu alma.

Eso fue lo que perdió Jimena en esos pocos segundos. No fue su propia vida, pero se sintió como si así hubiera sido.

Las señalizaciones que colocó Carlos para indicar que el auto estaba parado a un lado del camino y que estaba en reparaciones de poco sirvieron para evitar la tragedia.

Una a una estas señalizaciones cayeron y fueron destruidas por las musculosas llantas de la 4×4 negra que perdía el control sobre el asfalto mojado de la carretera a Matamoros.

El conductor de la camioneta frenó apenas se percató de la primera señalización. En realidad no podemos culpar a este pobre hombre de haber actuado con dolo o de manera imprudente. Sólo fue uno de esos casos en el que la mala suerte se adueña de la situación. La mala suerte de la combinación del pavimento mojado con unos frenos que no respondieron como se esperaba. Vamos, ni siquiera iba a exceso de velocidad, pero un armatoste de casi 2 toneladas y media poco puede pelear contra las leyes de la física a 85 kilómetros por hora sobre el pavimento mojado.

Carlos en cuclillas trataba de desatornillar el último birlo de la llanta trasera de su auto, “este cabroncito se resiste a salir” pensaba mientras daba el último golpe con su mano a la llave de cruz atorada en el perno.

“Usa tu peso para aflojar los que están muy apretados” recordaba la voz de su papá la vez que le enseñó cómo cambiar una llanta ponchada.

“No aflojes un birlo a la vez, tienes que dar medio giro de tuerca en el primero, luego pasa al siguiente y luego al siguiente y así” le decía la voz imaginaria de su padre.

Pero Carlos nunca le hizo caso a sus consejos. Él le gustaba hacerlo a su modo, aflojar uno a la vez.

Tan concentrado estaba Carlos en ese último birlo que no advirtió en el parpadeo de las luces de la camioneta que le apuntaban directamente ni el claxon que le advertía sobre el peligro.

Pero Jimena sí que se dio cuenta. Casi instantáneamente, al escuchar el rechinido de las llantas tratando de frenar, la lámpara de LEDs que recién había tomado en sus manos se escabullía. Ante la sorpresa de ver la camioneta abalanzándose hacia el auto estacionado, sus ojos se abrieron más allá del límite y sintió cómo su corazón era aprisionado por una mano fantasma que le avisaba de la calamidad que estaba a punto de ocurrir.

El pie del conductor presionaba a fondo el pedal del freno, como un pistón que peleaba contra los otros pistones metálicos dentro de la máquina que la impulsaba al terrible desenlace.

Pero nada puede hacer el pobre conductor, un pequeño defecto en los discos de freno delanteros de la camioneta provocan que las llantas derrapen en vez de frenar en pausas de microsegundos. El volante deja de responder y la camioneta se lanza hacia la deriva. O más específicamente, se lanza en dirección de Carlos que sigue peleando con ese mentado birlo.

Jimena, la única testigo, grita despavorida cuando la camioneta está a unos metros de arrollar a Carlos.

“Carlos, noooo!” fue lo único que pudo sacar a Carlos de su ensimismamiento. Carlos voltea hacia su derecha sólo para ser inundado por una luz cegadora. Es una lástima que nunca pueda descubrir si esa luz era la de los faros de la camioneta que le apuntaban y la luz que todos dicen que vemos cuando nos vamos al más allá.

Kilómetro 85 de la carretera a Matamoros, a tan sólo 200 metros después de la curva que los lugareños llaman “La Patrona”. Un mal sitio para cambiar la llanta de un auto, sin duda.

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5 comentarios

  1. 1. K.Marce dice:

    Saludos, es la primera vez que te leo. Y me ha llamado la atención el nombre del relato. Aunque todo es ya un aviso que una tragedia ha de acontecer.
    Has marcado el reto, y te confieso que aunque yo también lo he marcado, me limitaré a no comentar, porque creo que las interpretaciones son muy variadas. Eso sí, los segundos se vuelven eternos y parece que se puede recordar la vida entera en ese escaso tiempo.

    En cuanto a lo formal, hay algunas comas necesarias que estan ausentes. Te recomiendo leer en voz alta y haciendo las pausas correspondientes. O mucho mejor, hacer uso de un lector electrónico. Otro asunto es el uso de números, a excepción de 85 kilómetros que sí se permite, 2 toneladas y 200 metros no. Estas deben escribirse en letras.
    Se acepta el uso de números en direcciones *221 Baker Street*, fechas *17 de enero, 2017*, numeros difíciles de escribir * tiene una deuda de 148675.23 euros* y los que no aceptan letras *101 Dalmatas, 25°C, página 12, 65kms por hora, etc*

    Estoy leyendo en el celular, y sin lentes, así que si hay otras mejoras, es seguro alguien más te lo dirá.

    Un relato entretenido, trágico como estoy segura que encontraremos en esta recopilación, y es que un grito, parece ser siempre una alerta.
    ¡Nos leemos!

    Escrito el 17 enero 2017 a las 19:43
  2. 2. Lolín Dengra dice:

    Hola Jorge. Soy Lolín, tu vecina del 142.

    No soy ninguna experta, pero intentaré darte mi humilde opinión sobre tu relato.

    En conjunto me ha gustado. Es una historia bien descrita aunque no ha logrado sorprenderme. Imagino que es porque me cuentas el final sólo empezar; cómo si fuera una crónica o una noticia con su titular y posterior explicación.
    Tal vez se deba a la repetición de algunas palabras como mala suerte, conductor o camioneta. Creo que usando algún sinónimo hubiera quedado más “literario”. No sé si me explico.

    Me ha gustado mucho esa evocación que Carlos hace de su padre y que justifica su ensimismamiento y distracción (así lo interpreto yo), así como esa última frase que cierra perfectamente la historia.

    Sólo añadir que la reflexión sobre la culpabilidad del conductor podría quedar mejor una vez relatados los hechos.

    ¡Ah! Y creo que el reto está perfectamente logrado.

    Bueno, no hagas mucho caso de mis comentarios. Soy una auténtica novata en esto y mis textos seguro que tienen mil veces más fallos.

    Un fuerte abrazo y te sigo leyendo.

    Escrito el 18 enero 2017 a las 12:32
  3. 3. Thelma Gardom dice:

    Hola Jorge,

    Encantada de leerte. Es la primera vez que participo en un taller de escritura y soy principiante así que no sé si voy a poder aportar mucho en los comentarios pero bueno,lo intentaré.

    En general me ha gustado tu relato, es verdad como dicen los compañeros, que muestras lo que va a pasar desde el principio, sin embargo, me ha gustado mucho la aproximación al personaje de Carlos, permites que el lector entre en su mente y conozca sus últimos pensamientos antes de morir, creo que de este modo has despertado empatía y cierta ternura hacia él, al menos eso es lo que yo he sentido. Sin embargo la empatía que has querido crear hacia el conductor del 4×4 con el adjetivo “pobre” me ha parecido algo forzada, creo que podría expresarse de otro modo.

    Por otro lado hay un cambio de tiempo verbal de pasado a presente hacia el final del texto desde “Pero nada puede hacer el pobre conductor…” que me ha desconcertado un poco.

    Pero como he dicho antes, tu relato me has gustado. Espero volver a leerte en los próximos meses. Te invito a leer el mío, es el 143, justo encima de ti.

    Abrazos y hasta el próximo relato. Thelma.

    Escrito el 18 enero 2017 a las 16:11
  4. 4. juanjohigadillo dice:

    Buenas tardes, Jorge. Tengo que felicitarte por haber cumplido con el reto de esta mes.En cuanto al aspecto formal, aparte de lo que ya te han dicho los anteriores comentaristas, sólo que gustaría añadir que cuando vi la palabra “dolo” en tu relato me pareció más propia de un lenguaje jurídico que literario, y que convertía un buen relato en una narración fría, neutra, carente de emoción. Enhorabuena de nuevo.
    Saludos desde Pucela.

    Escrito el 19 enero 2017 a las 17:20
  5. 5. Doralú dice:

    Hola Jorge Lozano
    Me gustó tu relato, sobre todo cuando Carlos está concentrado en sus recuerdos paternos que no advierte el peligro.
    Un abrazo

    Escrito el 29 enero 2017 a las 22:55

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