Cuenta Atras - por JOSE MARIA MOYA

Se giró al escuchar el grito, sobresaltada, casi como si deseara no haberlo oído, sintiendo que era el final anunciado de este puñetero día de perros, o del día que nunca debió amanecer. Pero, es lo que hay. El final de todo si llegaba tarde.

Tan solo unos instantes antes, unos segundos, le había visto desaparecer por la esquina de la calle siguiente, perseguido por un desconocido. Creía haberle conocido, pero eso sería después. Ahora no. Lo sabía.

Aceleró su carrera, pensando que llegaría a tiempo de evitar el desastre, pero no sabía a ciencia cierta si su plan daría resultado. Cuando llegara el momento solo dispondría de 5 segundos para desactivar el artefacto más terrorífico que mente humana hubiese parido en sus pesadillas más brillantes, y mira que la historia es extensa en este tema.

Estaba llegando frente a ella. El monstruo. El reloj marcaba ya el plazo. En un segundo organizó su mente. Echó un vistazo y calculó las posibilidades de éxito, mientras decidía que hacer.

El mecanismo era novedoso, aunque tenía muchos elementos ya conocidos por los artificieros, y ella era de las mejores, por no decir que la mejor. Detonador de mercurio, sensores de gravedad, nada insalvable, salvo la barrera de infrarrojos que cubría la bomba, por otro lado totalmente a la vista. Su corazón, nuclear. Y eso borraría todo en unos cuantos kilómetros a la redonda.

El reloj salto al 4, siguiendo su letal cuenta atrás. Marisa extrajo el móvil de su bolsillo y se conectó por bluetooth a la bomba, fue cuestión de un eterno milisegundo, como había supuesto habían dejado activado dicha entrada para detonar a distancia la bomba, ya que por llamada móvil no sería posible, hacía tiempo que la policía usaba bloqueadores de señales de radio y móviles en las zonas donde se detectaban explosivos.

3, introdujo un troyano en el alma del monstruo. Tenía que actuar rápido para activarlo. Usó la conexión para acceder hackeando la bomba, al fin y al cabo el alma no era más que otro móvil.

Marisa, rebosaba entusiasmo y miedo por partes iguales, cuando el reloj saltó al 2. Solo dos segundos, pero suficientes. Forzó un reinicio a fábrica del móvil. Ya solo quedaba esperar. La conexión se interrumpió …

Mentalmente, contó 1, la barrera de infrarrojos cayó. La bomba se apagó. Cuando su mente llegó al 0, vio el cuerpo de su compañero detrás de la barrera, que yacía en el suelo, sobre un charco de sangre.

Simplemente lloró.