Cinco segundos - por maxibeau

Se giró al escuchar el grito, ella había salido del baño y ahora estaba parada delante del sofá que durante más de una semana fue su improvisada cama. Lloraba intensamente.
En medio de esa crisis, de esa resolución indeclinable y transformadora, él se detuvo a mirarla. Inmóvil, con una mano en el picaporte de la puerta que daba a la calle y la otra sujetando un bolso, dos trajes enfundados y dos perchas con camisas y corbatas enlazadas que colgando rosaban el suelo de parquet. Desde la puerta del baño llegaba un cálido vapor que se mezclaba con el olor a shampoo y crema de enjuague que habían invadido el living. Pensó lo hermosa que era cuando lloraba, tan sensible, tan necesitada y tan necesaria. No recordaba la última vez que la abrazó para calmar un llanto, tampoco recordaba el porqué de la discusión que habían tenido horas atrás, ni la de la semana anterior, ni la anterior a esa semana, ni la otra, ni la del mes pasado. No recordaba cómo habían llegado a ese punto de irreconciliable solución, de hastío, de rutina, de tanta pena. Ella tampoco. La toalla que envolvía su cabello llevaba el nombre del hotel donde se habían alojado en las primeras vacaciones que pasaron juntos, esas vacaciones de apenas cinco días en la que hicieron el amor tantas veces como lo habían hecho en estos últimos cinco meses. En un acto de injusta casualidad el random del equipo de música reproducía el tema que ella cantaba cuando entraba a la casa de regreso del gimnasio. Él no recordaba cuando fue la última vez que la escucho cantar así. Ella recordaba su cara cuando irrumpía en la cocina mientras él preparaba la cena y desafinando gritaba el estribillo de esa misma canción para asustarlo. Recordaba su sobresalto, su enojo, su risa, la de ella, la de ambos. En el sofá reposaba la guitarra que ella le había comprado y dejado en su oficina de sorpresa con un cartel que decía que lo amaba y que disfrute siempre de aquellas cosas que lo hacen feliz. Dos personas olvidadas, arrasadas de su esencia mirándose frente a frente esperando una reacción individual, un empujón al olvido definitivo, un nuevo comienzo o al mismo tiempo el final de todos.
Dicen que antes de morir las personas suelen ver como si se tratara de una película los hechos más relevantes que marcaron su vida. Los científicos explican que ello sucede porque el cerebro sigue funcionando algunos segundos después de que el flujo sanguíneo se detiene.
Cinco segundos quedaron paralizados mirándose a la cara uno al otro. En silencio, sin palabras, sin explicaciones, sin fuerzas, sin reproches. Vacíos y tan llenos de dolor. Apenas un segundo desde que escuchó el grito y giró para verla bastó para que los ojos de él se inundaran de una lágrima espesa. Un segundo tardó en pestañear y girar nuevamente para abrir la puerta y salir hacia la calle. Debajo de la luz del farol que alumbraba el hall de entrada dos lágrimas brotaron de sus ojos y en forma de gota recorrieron su mejilla, rosaron las comisuras de su boca, y en el mismo instante en el que desprendidas de su rostro explotaban contra el piso, escuchó a sus espaldas el mismo grito: su nombre.
Esta vez no giró, porque también se dice que existe vida después de la muerte.