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Experimentando para siempre - por G. Sugonz

Se giró al escuchar el grito. No sabía porque se giró, solo que tenía que girarse. Se sentía aturdido, su vista estaba nublada y no recordaba que acababa de pasar.

De lo primero que se percató fue de la propia voz del grito. Le era familiar. Sabía que se refería a él, aunque aún no sabía quién había gritado ni qué mensaje intentaba comunicar.

En una fracción de segundo su mente recuperó de su memoria todas las voces similares que había registrado: voces de mujeres de una edad incierta entre 30 y 50 años, con un tono de soprano o mezzosoprano y un timbre limpio y claro. Una larga lista en la que destacaban Ana, la señorita Meyer y Samay.

Después se percató de la emoción que transmitía la voz. Esta denotaba sorpresa mezclada con nerviosismo. Le recordó la emoción transmitida por su mujer Ana cuando descubrió en el instituto que era él quien le dejaba flores en la puerta cada mañana y no su entonces novio al que creía muy caballeroso.

Mientras se giraba su mente empezó a centrarse y el aturdimiento a disminuir. Recordaba que se había levantado pronto esta mañana para ir a trabajar. Su mujer se había levantado antes para acudir a una cita con un paciente, así que no debía de ser ella quien profirió el grito que le invitaba a girar.

Tampoco podía ser la Señorita Meyer que le había dado clase de biología en el instituto y que tanto le había inspirado con su forma de hacer preguntas para despertar la curiosidad de los alumnos. Ahora debería tener unos 70 años y su voz habría cambiado mucho.

Tampoco podía se Samay, su compañera de laboratorio. Ella nunca gritaba. Tenía esa difícil cualidad de mantener la calma incluso en las situaciones más exasperantes.

Terminó de girarse y sus ojos empezaron a ver a su alrededor. La imagen pasó de borrosa a nítida en un solo segundo. Su mirada se centró en un rostro de mujer, con una mirada inquisitiva que no dejaba escapar ni un detalle de lo que pasaba.

Escucho el grito de Ana resonar una vez más en su cabeza. Esta vez comprendió las palabras.

—¿Qué has hecho, Roberto?

En sus manos Robert sujetaba la cabeza de Samay. Sus ojos eran brillantes y de color avellana. El cabello negro y liso endurecía sus rasgos, pero no impedía comprender la dulzura de su rostro de pómulos redondos, frente lisa, labios carnosos y cejas delgadas. De repente el rostro de Samay se contrajo levemente.

Empezó a recordar. Llevaban 8 años trabajando juntos en el laboratorio. Desde el principio descubrieron que podían pasarse horas enteras hablando de su trabajo y que compartían la misma pasión por la investigación.

La noche anterior habían discutido. Ella le había confesado que tenía planes de marcharse, no por otro, sino a otro laboratorio en el que pudiera avanzar la investigación más rápido sin la burocracia de la universidad.

La mera idea de estar estar sin ella le causaba un dolor que nunca había experimentado. Sacó de dentro todo lo que tenía y pronunció las palabras más crueles y sucias que pudo imaginar. Ella no dijo nada, no intentó defenderse, solo lloró. Después, Roberto fue a su casa a las afueras del campus, abrió el mueble bar, bebió un par de vasos de whisky y se tomó las pastillas para dormir. Ana ya estaba dormida.

Por la mañana se levantó y se dirigió mecánicamente al laboratorio. Samay estaba sentada en el puesto de análisis microscópico. Su mente estaba aún nublada. Cogió la pistola de inyección con la mezcla en la que habían estado trabajando y se la inyectó. No pensó, solo actuó.

Los ojos de Samay conectaron con los de Robert y pronunció sus últimas palabras.

—Ana quiere que seas feliz, Rober, y que vengas conmigo. Estaremos juntos para siempre.

Roberto posó la pistola de inyección sobre su brazo y presionó el gatillo

—Para siempre.

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6 comentarios

  1. 1. Juan Reyes dice:

    Entonces, ¿su esposa los encontró en el laboratorio juntos? Esa parte me confundió un poco. Sin embargo, el texto en si me gusto mucho.
    Por un momento pensé que seria un asesinato, pero el hecho de que haya sido un suicidio me sorprendió.
    Muchas felicidades, y saludos desde el 68.

    Escrito el 17 enero 2017 a las 23:16
  2. 2. Lamarsalada dice:

    Hola, me ha gustado la trama, me he liado igual que el compi de arriba. El amor está muy loco.Nos vemos en el 67.

    Escrito el 19 enero 2017 a las 09:17
  3. 3. G. Sugonz dice:

    Juan Reyes, Lamarsalada, muchas gracias por vuestros comentarios!!

    Veo que parte del experimento ha funcionado: La historia está pensada para que se puedan entender cosas diferentes según el enfoque del lector. Uno de los aspectos sujetos a la imaginación es el asesinato vs suicidio.

    Saludos,
    G. Sugonz

    Escrito el 23 enero 2017 a las 11:05
  4. 4. Leonardo Ossa (Medellín - Antioquia) dice:

    Hola G. Sugonz, me llama la atención de tu texto la trama que nos presentas donde mezclas ciencia, amores e intrigas. Interesante tu propuesta ya que cautiva al lector que busca el desenlace de la historia.
    En cuanto al escrito te sugiero cambiar “No sabía porque se giró,” reescribiendo “No sabía por qué se giró,”
    Hay un enlace de Literautas que nos explica sobre los distintos usos del “porque”. Lo puedes visualizar en el siguiente enlace: https://www.literautas.com/es/blog/post-11229/cual-es-la-diferencia-entre-porque-por-que-porque-y-por-que/
    G. Sugonz, muchas gracias por haber pasado por mi participación y haber dejado allí tu amable comentario, espero que nos sigamos leyendo. Un abrazo.

    Escrito el 23 enero 2017 a las 20:11
  5. 5. Tatei Jautze dice:

    Hola G. Sugonz, soy Tatei Jautze y he leído y releído tu cuento, y honestamente estoy muy perdido.

    Me parece que no alcanzaste a transmitirnos la idea que tenías en mente.

    También hay algunos errores de puntuación.

    ¿Qué quisiste decir con: “En sus manos Robert sujetaba la cabeza de Samay.”?

    No creo que tu cuento cumpla con el reto de “que todo lo que ocurra en el texto tenga lugar en tan solo cinco segundos de tiempo real.”

    Quiero agradecerte tu visita al texto #71, “En tu mirada me sigues”. Y sobre tu opinión donde dices: “Mi única sugerencia aquí es si no debería ser Yer Oknalb, por eso de tener dos bandos”, tengo que decirte que me dio mucha alegría encontrar a alguien que lograra encontrar este pequeño juego, y creo que tienes muchas razón. Mi historia fue inspirada en una partida de ajedrez.

    Escrito el 24 enero 2017 a las 01:01
  6. 6. G. Sugonz dice:

    Leonardo Ossa, Tatei Jautze, gracias por vuestros comentarios.

    @ Leonardo Ossa: Tienes razón se me ha escapado un “porque” mal. En este escrito he realizado algún que otro experimento y uno de ellos es escribir el texto de una vez (después de haberlo pensado) sin realizar ningún tipo de edición. Creo que ese ¨porque¨ que se escapó demuestra que hay algo de los diferentes porque que no tengo del todo interiorizado, así que el link me viene de maravilla.

    @ Tatei Jautze: He visto muchos comentarios respecto a qué significa el reto y parece que hay muchas formas de interpretarlo. En mi forma de verlos los 5 segundos son los que comprenden las siguientes acciones:
    • Robert se gira, mientras intenta dar sentido al grito.
    • Se da cuenta de que es Ana quién gritó y recuerda cómo ha llegado a la situación actual.
    • Escucha las últimas palabras de Samay.
    • Se inyecta y dice sus últimas palabras.
    Todo lo que Robert recuerda no pasa en esos 5 segundos, el recordarlo, sí. Pero esta es sólo la forma en que interpreté el reto 
    Lo que más me preocupa es la confusión causada. El texto tiene varias formas de ver la historia (por lo menos esa era mi intención). No estoy seguro de si el hecho de que estés perdido se debe a que has podido ver las diferentes versiones de la historia (en ese caso, el experimento funcionó) o por no haber podido ver una historia (lo cual sin duda quiere decir que queda trabajo por hacer). Si tienes tiempo, aclárame cual es la situación de tu confusión.
    Gracias por los comentatios.Nos leemos.

    Escrito el 24 enero 2017 a las 09:57

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