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Vorágine - por Angeru

Se giró al escuchar el grito, pero no hizo ademán de despegarse de mí. Permanecimos abrazados en medio de la pista de baile. Yo también me giré y busqué sin éxito el origen de ese desgarrador grito. Solo un segundo después, se escuchó un fuerte repiqueteo como el de una enorme carraca. Provenía, como el grito, de la zona de entrada de la discoteca. Otro segundo más y este volvió a repetirse con idéntica cadencia. Fue entonces cuando todos comprendimos el origen de tan terrible matraca. Eran disparos, sin duda de un arma automática, que percutía y lanzaba con saña su mortífera carga por doquier en aquel recinto hasta entonces tan frecuentado por jóvenes y no tan jóvenes, pero que coincidían en sus querencias muy del estilo occidental. La música, una balada lenta de los ochenta que sonaba de fondo, acabó por ahogarse hasta desaparecer en un mar de pavorosos gritos, estruendos de mesas y sillas que estallaban hechas añicos en medio de la estampida general. Solo hubo que esperar otro instante para que se reprodujera una vez más el seco rugido de las detonaciones. Por todas partes aparecían desperdigados cuerpos que yacían inertes, ya sin vida; otros permanecían aún agazapados en los múltiples recovecos del intrincado local, y desesperados intentaban con disimulo pasar desapercibidos y aferrarse a la vida.
No sé por qué razón, pero los dos habíamos permanecido inmóviles y abrazados en el centro de la pista durante esos dramáticos segundos en los que, desde ese grito, todo se había precipitado. Sin darnos cuenta, habíamos decidido asumir nuestro propio destino sin importarnos cuál fuera este. No íbamos a permitir que nada ni nadie nos privara de nuestro espontáneo arrumaco. Decidimos mirarnos uno al otro y cerrar los ojos a todo lo demás; quisimos dedicarnos con fruición esos instantes que creíamos los últimos. Los ojos glaucos de Emma, casi hipnóticos, me embaucaron una vez más con su prístina transparencia y consiguieron abstraerme de toda la vorágine que nos rodeaba. También ella parecía estar bajo los efectos narcóticos de esta perentoria y sincera decisión de entrega mutua cuando de súbito se cerraron sus ojos y fueron mis brazos los que con urgencia hubieron de sujetar el peso de su cuerpo que caía lacio, y mis manos las que se empaparon con su sangre que, como su vida, dejaba ya su cuerpo.
Fue entonces cuando vi erguida su torva figura, toda de negro, que se camuflaba entre las sombras de ese oscuro antro, y de la que se distinguía el refulgir metálico de un fusil Ak-47; y unos ojos felinos que eran lo único visible de un rostro embozado casi por completo, y que fijos en mí, me escrutaban con interés.
Impávido, no encontraba motivos para alterarme. En solo cinco segundos, mi vida se había desmoronado. A decir verdad, nada de lo que pudiera acontecerme me importaba ya.

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4 comentarios

  1. 1. amadeo dice:

    Angeru:
    Buen texto. Buenos detalles dentro de la discoteca en el peor momento. Me ubiqué perfectamente dentro del desastre: lo viví. Lo único que no creí es que ellos dos pudieran haberse quedado quietos, tranquilo y razonar en un momento como ese. La muerte de ella, lo trajo de nuevo a la realidad.
    Me gustó.
    Estoy en el 96.
    Un saludo

    Escrito el 18 enero 2017 a las 19:13
  2. 2. amadeo dice:

    Angeru:
    Agradecido por los comentarios. Aceptado con gusto el error del plural en ímpetu. Al referirme a ente es a un ente, a una “persona” a “Lo que es, existe o puede existir” y no a entre, aunque muy bien podría haber sido como tu lo has interpretado.
    Nuevamente gracias por leerme y opinar
    Amadeo .
    .

    Escrito el 22 enero 2017 a las 19:33
  3. 3. Mauro D. Barbosa dice:

    Pufff. ¡Muy atrapante!
    No tengo mucho que decir, ya que me pareció genial. Tiene muy buen ritmo.

    Simplemente puedo acotar que la siguiente oración requirió leerla nuevamente porque necesitaba un descanso para ordenar las ideas:

    “También ella parecía estar bajo los efectos narcóticos de esta perentoria y sincera decisión de entrega mutua cuando de súbito se cerraron sus ojos y fueron mis brazos los que con urgencia hubieron de sujetar el peso de su cuerpo que caía lacio, y mis manos las que se empaparon con su sangre que, como su vida, dejaba ya su cuerpo”.

    Quizás, lo que necesitaba yo, era una coma luego de “mutua”, no sé.

    Gracias por comentar mi relato también!

    Escrito el 24 enero 2017 a las 20:09
  4. 4. Angeru dice:

    Cierto Mauro. Tienes toda la razoón. Se impone un punto o una coma en algún lado.

    Muchas gracias

    Escrito el 25 enero 2017 a las 09:28

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