Una noche de promesas - por Jess Zyan

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La pareja se encontraba bailando al son de aquel tango que salía de la rocola. Ya pasaban de las doce, y aunque el muchacho estaba consciente de que tenía que ir a trabajar en la mañana, no quería separarse de aquella a la que amaba con tanta ternura.
El olor fresco de los batidos de fresa, vainilla, naranja y coco inundaba el ambiente, y la joven junto a él, no podía dejar de agradecer a su suerte. Estaba segura de que no volvería a encontrarse con el misterioso chico que le había robado el corazón desde hacía una semanas, y hay estaba; en el día de su cumpleaños como si se tratara de un regalo hecho especialmente para ella.
Mientras se encontraba apagando las velas de su cumpleaños en aquella fuente de sodas, la chica de rizos castaños y mirar inocente había pedido un deseo. Lo único que quería era ver una vez más al misterioso chico de andar seguro y sonrisa amplia, y para que se cumpliera lo había mantenido en secreto a todas sus amigas. En cuanto lo vio cruzar las puertas del local, unos veinte minutos después, estaba segura de que todo había sido gracias a su petición.
—Vamos. Ve conmigo. Solo quiero hablar junto a la escalera de afuera —, la muchacha se mordió el labio y bajó la mirada. Sus padres nunca hubieran dejado que se fuera con un hombre a la parte de atrás de un local, pero ellos no estaban ahí.
La chica pasó una mano por la pulsera que colgaba del brazo, su talismán; después tomó aire y mientras lo expulsaba asintió. La pareja salió del local con dirección a la oxidada escalinata que se ubicaba afuera del sitio. Aún no se apartaban de la luz que despedían los faroles de enfrente, cuando se cruzó por su camino un roedor de buen tamaño. La chica emitió un gritillo que apenas y se escuchó, y al tiempo que el muchacho la tomaba de los brazos para alejarla del “peligro”, esta notó que el animalejo traía algo en el hocico.
—¿Qué es eso que se está comiendo?… ¡Parece una araña! ¡Ojala no sea una viuda negra!
El chico se permitió reír un poco antes de contestar.
—No creo que sea una viuda negra… Ya se fue —, con cuidado, el chico bajó a su enamorada y la colocó justo frente a él. Estaba demasiado nerviosa como para seguir con su plan de buscar un sitio privado donde hablar, así que le tomó las manos y hay mismo le dijo —. Linda, yo sé que solo tenemos un tiempo de conocernos y que es probable que me digas que no, pero, ¿Quieres ser mi novia?
Mientras hablaba, el chico sacó de entre sus ropas una pequeña sortija que deposito con cuidado en la suave palma de su acompañante. Era una alianza, cosa que sorprendió y puso nerviosa a la muchacha. Retrocedió un par de pasos, su pie chocó y tiro un frasco de vidrio que se encontraba casi junto a sus pies.
—Yo… Si me gustaría, pero no creo que… Mis padres me…
Viendo que la había alterado, el chico le cerró la mano en torno a la sortija y sonrió.
—No te preocupes. Piénsalo y en una semana nos vemos aquí mismo.
La chica le dio la razón y regreso con sus amigas.
Nunca volvió a ver a su enamorado.