Enamorado - por Patygut

Con mucha dificultad lo único que alcanzo a ver es un extraño frasco casi translucido de color naranja, y es que me cuesta tanto contener el equilibrio parado sobre estas viejas escaleras de madera, de dos patas, recostadas a la ventana.

El pasillo en el que me hallo oculto para espiar a la viuda del Señor Martí, me causa mucho miedo, pero la curiosidad y el morbo son mucho mas fuertes que el pavor a ser descubierto o la mordida que pudiera darme algún roedor de los muchos que veo abajo, rondando en este mohoso lugar.

Aquí parado como sobre dos zancos, contengo dificultosamente de tanto en tanto la respiración y mas seguido a mi conciencia, que se ha empeñado en reprenderme constantemente por estar aquí. Por cierto, mi conciencia tiene la voz de mi mamá acompañada de una imagen mental, del cintarazo que mi papá me daría si me encontrara aquí.

En fin, nada de eso puede bajarme, por el momento, ya que mi incipiente pensamiento pre adolescente me refuerza: al fin y al cabo con doce años aún paso por niño, mas con mi pequeña estatura, tengo el disfraz perfecto.

Todo debate mental desaparece cuando la oigo entrar. Empujo lentamente el frasco para poderla ver. El corazón me empieza a latir tan fuerte que siento como que se me ha mudado al oído, por lo que casi no oigo nada solo veo sus pasos, oh! Perfectos pasos de tango, su seguridad y elegancia no me dejan imaginarla de otra forma debido a su estricto luto negro.
Un nudo en la garganta me corta la respiración; los ojos se me nublan y las manos se me mojan de sudor, por lo que no uso las manos para secármelos sino el borde de mi remera.
Siento que voy a caer por falta de fuerzas en las piernas cuando la veo, en cámara lenta sacarse la falda… luego la blusa… uf! hasta aquí puedo.

Desciendo un escalón a la vez, expiro, y luego otro paso; el temblor de mis manos hará que parta en dos las escaleras!

Ya en el suelo, me empujo a salir del pasillo. Y de nuevo, un paso a la vez, con las piernas casi sin responderme, junto al sonido del latido aun en el oído, logro sentir un espectro visual en la parte superior de mi cabeza. Un presentimiento hace que levante de un tiro mi cabeza, y allí la veo, mirándome fijamente, yo… la miro. Ella hace un gesto con los ojos que creo significa algo. En este momento no puedo pensar. Ella sonríe, y recién allí, entiendo, ella ha pactado una alianza cómplice conmigo. Embelesado en este segundo mágico, de pronto siento un fuerte dolor en donde termina mi espalda, justo allí en ese lugar secreto sobre el cual en pocos minutos deberé estar sentado en el salón de clases. El dolor es seguido por un gruñido, luego mas dolor y ahora un ladrido. Ahora sí, sorpresivamente las piernas me responden, mas bien tienen vida propia como si el mordisco hubiera apretado un interruptor, ellas solas me sacaron de aquel pasillo; ahora mi corazón ya ha vuelto a su lugar y empuja para salirseme del pecho.

Ya en el baño de la escuela, calmado y a salvo, alcanzo a sacarme los pantalones para ver mis marcas de guerra, el dibujo de un símbolo, un talismán de sangre dibujado justo en el glúteo derecho… el regalo de ese momento inolvidable en que ella y yo, pactamos otro encuentro.