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El mentiroso - por Lara Elizabeth Goikoetxea

Web: http://asongfortheweak.blogspot.com.es/

—Mamá, ¿estará papá en mi cumpleaños esta vez?

—Adela, ya ha estado. ¿No te acuerdas?

Adela vacila, y la madre continúa hablando distraída mientras vacía la masa del pastel en un molde:

—Te dio un beso en el pelo por la noche, como hace siempre que vuelve. ¿No has visto el rastro de arena, agua salada, algas y conchas que ha dejado por casa? Se pueden reconstruir todos sus pasos. Entró por la puerta principal, subió directo por las escaleras a tu habitación a darte un beso en el pelo, bajó de nuevo a la cocina, se hizo un sándwich y se bebió una cerveza: mira, ahí está la lata, espachurrada en el cubo de basura orgánica; esa no ha podido ser mamá porque mamá siempre recicla. Una vez saciado su hambre se unió a mamá en la cama y durmieron abrazados como marido y mujer. Y muy temprano por la mañana se fue, sin que ni tú ni yo lo percibiéramos. El barco zarpaba muy pronto, y ya no volverá hasta dentro de unos meses, como siempre. Hasta te ha dejado un regalo de cumpleaños, ¿no es cierto?

Al rato los niños invitados a la fiesta comienzan a llegar. Estando ya todos, mamá los sienta a merendar en torno a una mesa en la que hay montañas de sándwiches, pizza, ganchitos y bebidas gaseosas. Los niños comen y hablan y ríen a gritos, y mamá aprovecha que están entretenidos y bien servidos para adelantar algunas tareas de la casa.

—En mi casa es mi papá el que corta la hierba —comenta una de las niñas en un momento dado al percibir a través de la ventana a la madre de Adela empujando la cortadora de césped.

Otros niños lo corroboran aportando la experiencia de sus propios hogares.

Adela se azora.

—Es que mi papá no pasa mucho tiempo en casa.

La niña que ha hablado primero se extraña:

—Creo que nunca he visto a tu padre. ¿Existe de verdad? ¿Cómo es?

Adela se ruboriza aún más. Mira a su alrededor, desesperada. Podría presentar como a su padre a las huellas de barro del felpudo que mamá todavía no ha limpiado, a la bufanda olvidada en el perchero de la entrada o al chubasquero verde que todavía chorreaba agua de la noche anterior. Entonces:

—¡Pues ahí lo tienes! —Grita eufórica—. ¡Ese es mi papá! —Señalando a la tele, que estaba puesta en un programa infantil en el que un hombre disfrazado de dragón interactuaba con un grupo de niños.— Yo siempre ya me he visto los capítulos antes de que salen en la tele, porque mi papá los ensaya conmigo y si no me gusta algo lo cambia. Mi papá es muy guay, ¿a que sí?

Los niños asienten. A algunos se les nota que tienen envidia.

Adela se queda un momento embelesada con la tele.

—Mamá siempre dice que he sacado la nariz de papá. — El rostro pixelado se vuelve cada vez más familiar, y al cabo de unos minutos comparten hasta el 90% de los rasgos. El presentador abre los brazos en ese momento y Adela hace lo propio, y se produce entre padre e hija el primer abrazo que Adela es capaz de recordar.

Los niños pasan una tarde muy amena, y la mamá se implica a fondo para que la fiesta sea un éxito organizando un juego tras otro y atiborrando a los niños con pastel, chocolate y golosinas. Al caer la noche los niños son recogidos por sus respectivos padres hasta que Adela y mamá se quedan solas. La niña ha correteado y reído tanto que está agotada. Mamá le deja por una vez irse a la cama sin pasar por la ducha. La acuesta y le da las buenas noches con un tierno beso en el pelo. Después baja la salón, se sirve una copa de vino y se sienta a esperar, algo que nunca deja de hacer, aunque a veces lo compagine con cocinar, doblar camisetas en una tienda o escribir cartas a Adela de parte de su padre.

Él prometió que volvería. Solo iba a meter el coche en el garaje porque iba a helar aquella noche y perdería mucho tiempo por la mañana descongelando el parabrisas antes de ir al trabajo.

Un motor ruge en la noche.

Mamá clava los ojos vidriosos en la puerta principal.

No es una dramática, sólo es el vino. Tiene la copa como coartada. Le buscará otra a él y serán felices de nuevo.

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5 comentarios

  1. 1. LIAH PERSON dice:

    Hola Lara Elizabeth Goikoetxea.
    Tu relato está cargado de emoción de principio a fin. Las mentiras de las dos protagonistas (madre e hija) conmueven porque es su peculiar manera de aliviar el dolor de una realidad que se niegan a admitir. La historia que muestras encierra otra mucho más honda. Una tensión emocional bien conseguida.

    Escrito el 17 marzo 2017 a las 20:56
  2. 2. Jesús A. Telles S. (Barquisimeto - Venezuela) dice:

    Hola Lara. En general, me gustó el relato, pues se lee con facilidad, y se entiende bien el hecho de que hay un padre ausente que ocasiona que las chicas mientan. Lo único que sí habría que mejorar, según mi humilde opinión, es el final; no sé, explicando mejor lo que sucede. Sinceramente en el final me perdí y no entendí.
    Mi relato es el número 135, si puedes léelo y dame tu opinión al respecto. ¡Saludos!

    Escrito el 17 marzo 2017 a las 23:41
  3. 3. Luna Paniagua dice:

    Hola Lara, qué bonito y emotivo relato. Engancha y se hace muy fácil empatizar con la madre, que soporta su dolor pero lucha (y miente) cada día por que su hija sea feliz.

    Una sola cosa, en esta acotación:”—Grita eufórica”, grita sería en minúscula porque es verbo dicendi.

    Me ha gustado mucho y está muy bien escrito. Felicidades.

    Luna

    Escrito el 18 marzo 2017 a las 10:42
  4. 4. Marula dice:

    Hola Lara. Muy emotivo tu relato. Coincido con las palabras de Liah, que la tensión emocional esta bien lograda.
    La red de engaños que se creó a causa de la ausencia de un padre, todos envueltos se retro alimentan de las mentiras.
    Y todo con naturalidad, como si eso debería ser así. Saben que el padre no volverá, y sin embargo no pueden aceptarlo y siguen mintiéndose mutuamente.
    Muy bueno. Saludos!

    Escrito el 23 marzo 2017 a las 19:06
  5. 5. Pilar C dice:

    Hola Lara:
    Qué bonito tu relato, y qué triste. Me ha parecido muy visual, describes muy bien las escenas. Conforme se desarrolla vas intuyendo lo que pasa y piensas “ay, no” pero el final no deja de ser una sorpresa. Lo veo muy espontáneo y muy bien narrado, y también veo que cierra muy bien, con esa mujer esperando con la copa de vino. No te pongo pegas.
    ¡Nos leemos!

    Escrito el 29 marzo 2017 a las 14:30

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